la muerte es una costumbre de toda la vida.
Dice María Kodama :
Cuando él murió yo no estaba sola. En la casa Había un amigo muy querido de los dos, el escritor Héctor Boanciotti, que es un argentino que vive en París. Mientras estuvimos en Ginebra nunca estuve sola. Como todos sabíamos que Borges iba a morir, fueron muchos los que vinieron a despedirlo.
Lo visitó la escritora francesa Marguerite Yourcenar, con quien pasó una tarde entera charlando y tomando té; también Aurora Bernárdez, la primera esposa de Julio Cortázar, y hasta un príncipe persa, Sadrudín Kahn, que se presentó como un lector apasionado de sus cuentos. Además estuvo junto a nosotros el embajador argentino en Suiza, que tanto nos ayudó y otros amigos personales.
Cuando hablaba de su propia muerte, Borges sentía tranquilidad. Ni angustia ni pena; tranquilidad. Ni siquiera enojo. Me pidió, incluso que no dramatizáramos la situación. "Sigamos la vida de siempre", me dijo. Él estaba convencido, como lo escribió en uno de sus poemas, de que la muerte es una costumbre de toda la vida.
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