Shemá Israel, Adonai Eloheinu, Adonai Ejad

 Otto Dix, Portrait of a Young Girl, 1928, mixed media on wood

Shemá Israel, Adonai Eloheinu, Adonai Ejad – “Escucha Oh Israel, Hashem es nuestro Dios, Hashem es uno”. Estas son las palabras más emblemáticas de la liturgia judía.

Es una mitzvá recitar el Shemá por la mañana y por la noche. En todo el mundo, los judíos lo dicen cada noche antes de irse a dormir. Los padres se lo enseñan a sus hijos y a lo largo del tiempo, innumerables judíos lo recitaron al enfrentar la muerte, convirtiendo las palabras eternas del Shemá en sus últimas palabras en este mundo. Aquí hay ocho datos interesantes sobre esta emblemática plegaria judía.

1. Los 3 párrafos del Shemá

La plegaria completa del Shemá consiste en tres párrafos. (Comienza con la frase que parte con "Shemá". Luego: "Bendito sea el Nombre de Su glorioso reino para toda la eternidad", y tres párrafos extraídos de la Torá: Deuteronomio 6:5-9; Deuteronomio 11:13-21 y Números 15:37-41). En estos párrafos encontramos las creencias judías básicas: reconocer que Dios es Uno, vivir una vida de mitzvot y entender que la vida judía está ligada a la tierra de Israel.

El primer párrafo del Shemá describe bellamente el mandamiento de recordar todas las mitzvot de la Torá: “Las enseñarás cuidadosamente a tus hijos y hablarás de ellas al estar en tu casa, en el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes…” El Talmud (Brajot 10b) explica que “cuando te acuestes y cuando te levantes” significa que tenemos la obligación de decir el Shemá cada mañana y cada noche. El Shemá también se dice justo antes de dormir.

2. Una creencia judía central

La idea central del Shemá es que hay un único Dios y que tenemos una relación con Él. Hace cuatro mil años nuestro patriarca Abraham difundió el monoteísmo en un mundo politeísta, creando una revolución espiritual.


El monoteísmo afirma que Dios es infinito, que existe más allá del tiempo y del espacio como un Ser eterno y absoluto, que es la fuente continua de toda la creación. No hay otro poder fuera de Él. Él es la fuente trascendente de la moralidad, es omnisciente y bueno. Dado que un Ser infinito es perfecto y no tiene necesidades, Dios nos creó sólo para nuestro beneficio. La Torá y sus mitzvot sirven como el plano que nos permite forjar una relación con Dios.

3. Ser testigos

Si observas cómo está escrito el Shemá en un libro de rezos en hebreo o en un Rollo de la Torá, verás que la última letra de la primera y de la última palabra del Shemá son más grandes que el resto de las letras (ShemÁ Israel, Adonai Eloheinu, Adonai EjaD). Estas dos letras, en hebreo ain y dalet, forman la palabra ed, que significa 'testigo'. Al decir el Shemá, actuamos como "testigos", damos testimonio de la existencia de la Presencia Divina en el mundo.

4. Cubrirnos los ojos

Al decir "Shemá Israel, Adonai Eloheinu, Adonai Ejad", acostumbramos a cubrirnos los ojos. Cubrirnos los ojos nos ayuda a bloquear las distracciones del mundo exterior para poder enfocarnos en estas palabras con todo nuestro ser y sentir la conexión con Dios que ellas expresan.

5. En los marcos de nuestras puertas

El Shemá instruye a los judíos poner recordatorios de nuestra relación con Dios “en la entrada de (nuestras) casas". Durante miles de años los judíos colocaron copias del Shemá dentro de las mezuzot en sus puertas.

El pergamino que contiene la plegaria del Shemá dentro de la mezuzá se llama klaf. Está escrito a mano por un escriba especialmente entrenado sobre un pergamino fino. Cualquier error invalida al klaf. Se acostumbra revisar las mezuzot cada siete años para asegurarse de que las letras no se hayan descascarado o desteñido.

También encontramos el Shemá en los pergaminos que se colocan en las cajas de los Tefilín que los hombres judíos usan durante el servicio de plegaria matutino a diario, excepto en las festividades y en Shabat.

6. El Shemá final de Rabí Akiva

Rabí Akiva vivió en Israel en la época en que los romanos destruyeron el Templo en Jerusalem, en el año 70 EC. Él es famoso por sus brillantes enseñanzas y por su profundo amor por la humanidad. Rabí Akiva dijo: “Amado es el hombre, porque fue creado a imagen de Dios” (Pirkei Avot 3:18).

Durante la brutal ocupación romana, las fuerzas romanas les prohibieron a los judíos estudiar Torá. Poniendo en riesgo su vida, Rabí Akiva siguió enseñando y mantuvo una escuela judía. Cuando uno de sus colegas le preguntó cómo podía desafiar la muerte para enseñar judaísmo, Rabí Akiva contó la siguiente parábola. Un grupo de peces temía que los atrapara la red del pescador. Un zorro que acechaba en la orilla del río, les sugirió a los peces que salieran del agua y subieran a la tierra, entonces estarían a salvo del peligro de la red. Los peces le respondieron que si hacían eso enfrentarían una muerte segura. Rabí Akiva explicó que, de la misma manera, los judíos no podemos abandonar nuestra forma de vida judía, ni siquiera ante el peligro. La Torá es nuestro oxigeno; dejar sus aguas nos llevaría a una muerte espiritual.

Rabí Akiva fue arrestado en el año 135 EC y sentenciado a morir torturado. Los soldados romanos lo llevaron a un anfiteatro en la ciudad de Cesárea, donde los romanos observaron cómo desgarraban su piel con cepillos de hierro. De alguna forma, Rabí Akiva logró recitar el Shemá con gran entusiasmo e incluso con alegría. Impresionados, sus alumnos le preguntaron cómo podía rezar en ese momento.

“Toda mi vida me preocupó el versículo del Shemá que dice que debes amar a Hashem con toda tu alma”, susurró Rabí Akiva. En ese momento, al enfrentar una muerte segura, Rabí Akiva finalmente comprendió lo que significaba dedicar el alma entera a Dios. Él declaró orgullosamente: Shemá Israel, Adonai Eloheinu, Adonai Ejad. Los testigos registraron que Rabí Akiva alargó el sonido de la palabra final, Ejad, hasta que su alma dejó su cuerpo (Talmud Brajot 61b).

7. El Shemá en el Holocausto

Uno de los grandes propulsores del Shemá en los tiempos modernos fue Rav Menajem Mendel Taub, el líder de la jasidut Kalev en Israel. A lo largo de su vida, él alentó a judíos alrededor del mundo a decir el Shemá. Sus horrorosas experiencias durante el Holocausto fueron las que lo llevaron a alentar a los judíos a decir esta antigua plegaria.

El Rebe nació en Rumania en 1923. Toda la familia de Rav Taub, incluyendo sus seis hermanos, fue asesinada en el Holocausto. A Rav Taub lo mantuvieron con vida sólo porque el “Ángel de la Muerte” nazi, Iosef Mengele lo sometió a espantosos y sádicos experimentos médicos. Después del Holocausto, Rav Taub se fue a vivir a Israel y enseñó Torá, alentando a los judíos del mundo a no olvidar nunca la plegaria del Shemá.

Rav Taub contó que justo antes de ser liberado de Bergen Belsen, los nazis comenzaron a arrojar a los prisioneros judíos a enormes fogatas. “Yo grité el Shemá Israel y dije: 'Ribonó shel Olam (Amo del universo), esta puede ser, Dios no quiera, la última vez que diga Shemá Israel. Pronto estaré con el resto de mi familia en el Cielo. Si me das vida, entonces te prometo que diré una y otra vez Shemá Israel, declarando Tu eternidad y lo enseñaré a aquellos que sobrevivan la guerra”.

Rav Taub falleció en el año 2019 a los 96 años. Su legado de Shemá Israel sigue vivo en los judíos de todo el mundo que continúan recitando el Shemá, tal como él alentó.

8. El Shemá ayuda a encontrar a los niños judíos

Rav Iosef Shlomo Kahaneman, también conocido como el Rav de Ponevich, fue un famoso rabino y miembro del Parlamento en Lituania antes de la Segunda Guerra Mundial. Él fundó tres ieshivot y un orfanato judío en Lituania, todos destruidos durante el Holocausto.

Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, Rav Kahaneman estaba en la tierra de Israel y se quedó allí, reconstruyendo eventualmente las instituciones que había perdido en Lituania. Él reconstruyó la ieshivá de Ponevich en la ciudad de Bnei Brak, cerca de Tel Aviv. Hoy esta es una de las ieshivot más importantes del mundo. Rav Kahaneman también fundó orfanatos para muchos de los niños judíos cuyos padres fueron asesinados en el Holocausto.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Rav Kahaneman viajó a Europa para buscar a los huérfanos judíos y llevarlos a casa, a Israel. Muchos niños judíos habían sido encomendados a conventos u orfanatos cristianos locales, y los curas y las monjas encargados se negaban a devolverlos a su pueblo. En un orfanato cristiano, el cura a cargo le dijo a Rav Kahaneman que allí no había niños judíos. Sin inmutarse, Rav Kahaneman se paró frente a los huérfanos y dijo en voz alta: "Shemá Israel, Adonai Eloheinu, Adonai Ejad". De inmediato, los pequeños que habían escuchado esas palabras sagradas por última vez muchos años antes, cuando sus padres los acostaban a dormir, comenzaron a llorar y a gritar "¡Mamá! ¡Mamá!" El recuerdo de esta bella plegaria finalmente los llevó a nuevas vidas en Israel.


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