En defensa de Heidegger: un ejercicio de libre escritura para desempolvar la memoria, sin estilo ni edición

 



Por

Pedro Díaz Méndez


En defensa de Heidegger: un ejercicio de libre escritura para desempolvar la memoria, sin estilo ni edición

Martin Heidegger ha sido criticado tradicionalmente por su afiliación con el partido nazi, afiliación que existió y que el filósofo germano nunca dejó de reconocer. Su complicidad con el nazismo comienza con el célebre discurso que Heidegger pronunciara en 1933, cuando asume el rectorado de la Universidad de Friburgo; rectorado que dura hasta 1944; es decir, casi hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Después de la guerra, Heidegger nunca dejó de reconocer que estuvo afiliado al partido nazi. Y es que la mayoría de sus críticos incurren en el elemental error de no situar al filósofo en el contexto geopolítico, social, e histórico en que le tocó nacer y desarrollarse, ni mencionan que siendo rector nunca expulsó ni delató a ningún profesor por no estar afiliado al partido nazi (incluido un famoso profesor judío del cual ahora no recuerdo el nombre), ni suelen señalar la evolución de su pensamiento en el transcurso de los años.
El punto es, ¿qué carga de culpa asignan a Heidegger sus críticos y detractores? Una considerable parte de la academia ha llegado a la aberración de decir que era un charlatán. Lacan, ciertamente, lo era, pero Heidegger representaba justamente lo contrario. La obra heideggeriana es, en realidad, una de las más completas que ojos humanos hayan leído. Heidegger, junto a Wittgenstein, probablemente, figura como uno de los dos más importantes filósofos alemanes del siglo XX. No se puede descartar su pensamiento filosófico simplemente por esa afiliación con el partido nazi, sin antes, comprender la historia y el Zeitgeist o (espíritu de su tiempo).
Heidegger nace hacia finales del siglo XIX en medio de la era del progreso. El siglo del progreso, de la fe en la ciencia y la tecnología, y de la secularización veloz de toda Europa. Una época en la que preponderó el positivismo comteano y los alcances de la segunda revolución industrial, la cual trajo consigo grandes adelantos en el campo de la comunicación, como el telégrafo, el procesamiento industrial del acero, en resumen, una época de grandes cambios tecnológicos, así como de significativos cambios sociales.
En términos de Alemania, y esto es crucial, casi una década antes del nacimiento de Heidegger se produce la victoria de Alemania sobre Francia en el marco de la famosa guerra franco-prusiana (1870-1871). ¿Por qué traemos a colación este hecho histórico? Porque en ese momento se consolida la formación de Alemania (la del Segundo Reich) diseñada a la imagen de su arquitecto y padre del nacionalismo teutón, Otto von Bismark. Los británicos empiezan a ver con preocupación el desarrollo del coloso germano.
Desde la perspectiva académica es el instante en que las universidades alemanas crean el grado de doctorado. Un hecho que pocos conocen: las universidades alemanas son las que inician el doctorado. El doctorado no es una creación de las cátedras estadounidenses o británicas (como universalmente se cree, incluida una errónea entrada que pueden encontrar sobre el tema del “doctorado” en el sitio web de Wikipedia). El doctorado es un producto de la universidad alemana; especialmente, de la Universidad de Humboldt en Berlín. Los centros de educación superior alemanes van a situar su enfoque sobre las ciencias como motor del progreso. Esto es muy importante porque condiciona el pensamiento del joven Heidegger, quien observa como todos estos cambios tecnológicos después empiezan, poco a poco, a deshumanizar al ser humano, y llega a esa reflexión unos sesenta o setenta años más tarde; o sea, desde una distancia temporal. ¿Por qué es importante este detalle? Primero, para poner en contexto el pensamiento heideggeriano en su primera etapa y, segundo, para que se pueda entender lo que pasó con Alemania después de la Primera Guerra Mundial.
Alemania fue castigada brutalmente junto al imperio austrohúngaro (que se disuelve en el imperio ruso). También, desaparece el imperio otomano; o sea, es un periodo en el cual desaparecen varios imperios para dar lugar a un nuevo contexto geopolítico y a nuevas divisiones político-administrativas en la región euroasiática. En esa etapa, Alemania, después de haber sido una potencia, pasa a ser un país paria y severamente condenado. Las otras potencias de ese tiempo: Reino Unido, Francia, y los emergentes Estados Unidos castigan a Alemania con una tremenda deuda de 6.000 millones de libras esterlinas. Segundo punto, le impiden el desarrollo industrial, sino simplemente agrícola.
Alemania fue sumida en una insondable miseria y atraso desde todo punto de vista. Y, por ende, tampoco le permiten desarrollar un ejército, es decir, se convierte en una nación humillada por las demás potencias de Occidente. ¿Por qué planteamos esto? Porque esos hechos son los que permiten el nacimiento del Nacional Socialismo. Derivado del enorme resentimiento causado por el tratado de Versalles (1919), la capitulación forzada de Alemania va a tomar forma de revancha cuando el general galo Philippe Pétain es obligado por Hitler a firmar la capitulación de Francia en (1940). La historia cuenta que Hitler obliga a Pétain a firmar la capitulación del país galo exactamente en el mismo vagón de tren donde en la Primera Guerra Mundial Francia había obligado al mariscal von Moltke a firmar la capitulación de Alemania en (1919).
Consiguientemente, la devolución de la humillación quedó consumada. En Alemania, que había sido sometida al final de la primera conflagración mundial, resurgió el fuerte sentimiento nacionalista y una sed de venganza que se consumó con la conquista de Francia en 1940. En 1933, año en que Hitler asume el poder, Heidegger va a hacer lo mismo con el rectorado de la Universidad de Friburgo. En el famoso “Discurso del rectorado” de Heidegger van a destacar una serie de conceptos clave: nacionalismo, patria, destino, ciencia, progreso, etc. En resumen, es imposible e ilógico que un joven intelectual alemán que había experimentado todo ese proceso histórico en carne propia pensara de otra manera. Por supuesto, su pensamiento no quedó estancado en aquel punto del insondable, sino que evolucionó, tal como evoluciona el pensamiento de cualquier hombre inteligente. PM

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