La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece

 

Klaus Nomi


“La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura”. 

del Quijote, Miguel de Cervantes Saavedra 




En 1915,  Benito Pérez Galdós estaba ciego cuando dictó la obra  “La razón de la sinrazón”, subtitulada por el autor como “Fábula teatral absolutamente inverosímil”.

La pieza transcurre en “Ursaria”, ciudad onírica que forma parte del país llamado “Farsalia Nova”,  según texto de Wikipedia: “poblado por demonios (Arimán, Nadir y Zafronio) y brujas (Celeste y Rebeca) empeñados en restablecer el caos con el triunfo de la sinrazón y la mentira. 

La heroína de la trama, la maestra  Atenaida, junto con Cintia-Pascuala, y el malvado  Dióscoro, político hipócrita, astuto zorro viejo y padre de tres hijas (Protasia, Calixta y Teófila); el personaje a redimir esta vez será Alejandro, marqués de Rodas, frustrado terrateniente y político”.

Atenaida, la heroína presenta a Alejandro (el personaje bondadoso  a quien la vida ha tratado mal): “Alejandro es bueno, es honrado, y observa las leyes morales y sociales con  un rigor absoluto”.

Algunas 'perlas' entre Dióscoro, jefe de la mafia política de Ursaria, y Alejandro, terrateniente maltratado por la vida. Este dice: “Las penas mías ya las conoces. He llegado á la extrema perdición. Estoy en las últimas ansias, harto de sufrir golpes y reveses; ya no puedo más. Tú sabes que he consagrado lo mejor de mi vida á negocios lícitos; he sido guardador escrupuloso de los deberes sociales y esclavo de la verdad”.

A lo que Dióscoro responde: “Con la verdad pura, querido Alejandro, con la verdad neta, no siempre obtenemos el éxito en nuestros negocios”.

Alejandro responde: “Tú lo has dicho. Yo he venido á comprender que es error grave en los hombres de negocios el ajustamos ciegamente á las leyes divinas y humanas. En mis tristes insomnios he visto claro que, hallándose nuestra sociedad fundada en la mentira ó en las ficciones inveteradas, es locura mantenerse dentro de la razón y de lo que llamamos deberes; otros tantos artificios inventados por la turbamulta humana…; más claro: el que se ajusta estrictamente á la verdad y á la razón, tropieza, cae y se precipita en los profundos abismos”.

Dióscoro, replica… “cierto que la verdad y la mentira son términos elásticos y convencionales; sin embargo, conviene guardar ciertas formas y no proclamar el imperio de la Sinrazón”.

No soy su criado ni ordenanza

Luego de la plática y paseando por el jardín,  Alejandro reflexiona: “Lucido estaría yo si esperara mi salvación de este maldito Dióscoro, que es la personificación del egoísmo. Allá está con Hiperbolos practicando el sistema del aplazamiento de todas las cosas y de echar el anzuelo en las aguas turbias de esta sociedad para pescar incautos… Yo me salvaré solo; me entrego en cuerpo y alma á lo imprevisto, á lo desconocido. (Queda suspenso, meditabundo.)”.

Alejandro, luego de haber negociado con los sinrazón comandados por Dióscoro, se convierte en hombre de poder y en una plática con su musa, dice: “Ya ves: este hombre, este maldito Cocodrilo me manda que venga…, que vaya…, como si fuera yo un criado, un ordenanza. Si, estoy fatigado… de no hacer nada. En los días que llevo de este ajetreo, mi única labor ha sido atender al cúmulo de recomendaciones que llueven sobre mí. Sólo Dióscoro y Pánfilo me llevan diariamente unas notas verdaderamente aterradoras. Que ascienda á fulanito; que conceda tal prórroga á un contratista; que modifique el reglamento A, para que pueda hacerse el chan-  chullo B. Pero no hay más remedio que complacer á los amigos que nos sostienen en el Ministerio contra viento y marea”.

A final, cuando Atenaida y Alejandro están solos, tras haber derrotado a los sinrazón, Galdós escribe: “Somos los creadores del bienestar humano. El raudal de la vida nace en nuestras manos fresco y cristalino; no estamos subordinados á los que lejos de aquí lo enturbian. Somos el manantial que salta bullicioso”.

En una reseña de Yvan Lissorgues, en la biblioteca Cervantes, se dice: “En La razón de la sinrazón la finalidad es la misma: mostrar que la razón no rige el mundo, sino que reina, tanto en Ursaria como en el campo, la sinrazón, es decir, el afán ciego y sin freno de poder, de riqueza; lo cual engendra corrupción, engaño, injusticia.

Otra reseña señala: “la obra retrata tanto a los diablos y brujas, como también a los negociantes estafadores, como incapaces de efectuar dicha síntesis, y por ende ineficaces para llevar acabo sus proyectos, a pesar del relumbrón de sus palacios, de sus palabras finas y, en caso de los diablos y brujas, de los efectos mágicos que consiguen para convencer a quienes, como Alejandro, están indecisos entre la Razón y la Sinrazón. Una cualidad que caracteriza a los diablos es su falta de solidaridad, como también lo es en el caso de Dióscoro y sus socios. El cataclismo que impele a Atenaida y Alejandro a escaparse de Ursaria es resultado de que, según Atenaida, “Los dos bandos de la Sinrazón se despedazan entre Sí” (385). Antes en conversación con Alejandro ella había previsto la división de los dos bandos diabólicos “que pronto andarán a la greña en esta zona rastrera”.


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