en el bañito de la sala Argos




 Esta conversación se grabó en el bañito de la sala Argos Teatro, un par de horas antes de la función de Hembra, el domingo 6 de diciembre de 2020. Era el único espacio reservado, apartado del auditorio y del pasillo frente a los camerinos donde las actrices empezaban a vocalizar. Me ofreció un banquito y él se sentó en el otro lugar disponible, el inodoro.

Le expliqué que estaba investigando el 27N, y me proponía entrevistar a participantes de todos lados, incluyendo a algunos que no estuvieron en el encuentro, como los de la tángana en el Parque Trillo, con el fin de escribir un artículo solicitado por una revista académica latinoamericana.[1]

Ya yo había visto su obra dos semanas antes, el domingo previo al 27 de noviembre, pero no lo conocía personalmente. La conversación en aquel bañito se extendió sin que nadie nos interrumpiera, ni siquiera cuando la obra estaba a punto de empezar. Me dijo que podía disponer de la entrevista sin consultarle; solo que no utilizara un comentario suyo sobre una persona, que él consideraba demasiado privado. Así lo he hecho.

Otras entrevistas y datos que reuní para analizar el 27N se diferencian en algunos hechos puntuales de mayor o menor cuantía que él describe. Por ejemplo, el pago al salario de los artistas en tiempo de pandemia; o la veracidad de Tania Bruguera sobre haber entrado por primera vez al Ministerio de Cultura el 27N. Seguramente, otros involucrados en los acontecimientos tengan versiones diferentes a la suya sobre algunos hechos o comportamientos.

Estos que aparecen aquí son solo su recuento personal, pero sobre todo, el reflejo de su subjetividad como protagonista, en particular, el sentido de su actuación, sus juicios y representaciones sobre otros participantes, las diferencias entre ellos, así como las proyecciones y contradicciones, tendencias y personalidades, dentro de aquel heterogéneo grupo. 

Considero útil publicarla ahora, además, porque contiene antecedentes clave de lo que se transformaría en un proyecto distinto, el de la marcha del 15 de noviembre de 2021, apenas 11 meses y nueve días después. Junto a una secuencia pormenorizada de hechos y personajes, su narración es un registro político, ideológico y ético, que contrasta con el actual.

He analizado en otros textos el significado de aquel plantón de artistas reunidos en torno a reclamaciones a su Ministro, así como de la marcha proyectada para un diálogo de todas las corrientes políticas dentro y fuera de la isla el próximo 15 de noviembre,[2] pasando por las protestas del 11 de julio de 2021.[3] No parto de considerarlas parteaguas históricos, sino de entenderlas como hechos políticos, explicables desde el contexto cubano aquí y ahora. Las menciono solo por si el lector se interesa en examinar ese contexto y sus complejidades.

Le vuelvo a agradecer a Yunior su disposición a responder todas mis preguntas y la confianza con que lo hizo entonces, para poder ahora reproducirla y compartirla a la luz del tiempo transcurrido.


Rafael Hernández: ¿Por dónde empezó la iniciativa de ir al Ministerio de Cultura? ¿Cuáles eran los motivos, las demandas principales?  Explícame el origen de todo eso.

Yunior García: Había, por lo menos, voy a hablar personalmente, en mi caso, había una acumulación de insatisfacciones, que vienen desde hace mucho tiempo, es decir, yo siento que todavía hay muchos conflictos. ¿Estás grabando ya?

Rafael Hernández: Sí, creo que sí, está grabando, adelante.

Yunior García: En mi caso, yo sentí una acumulación de insatisfacciones, que viene desde hace mucho tiempo. ¿No le molesta sentarse ahí?

Rafael Hernández: Para nada.

Yunior García: Es el único lugar donde vamos a tener silencio.

Rafael Hernández: Sí, mejor.

Yunior García: Es que aquí en este baño fue donde nació todo esto realmente. A ver, le repito desde el principio, para tener la idea completa.

LOS ANTECEDENTES

En mi caso, había una acumulación de insatisfacciones, de cosas que a nivel de la cultura y a nivel de país yo no estaba cómodo como ciudadano.

Este año fue particularmente difícil, no sólo por el tema de la pandemia, de la crisis económica, sino porque, además, el año empezó con censura, por ejemplo, con la Muestra de cine, con el documental de [José Luis] Aparicio, Sueños al pairo; con la expulsión de Pedro Junco de la UNEAC, en Camagüey; incluso intentos que se hicieron contra mí mismo, de expulsarme de la UNEAC en Holguín, que es la filial adonde pertenezco, por ideas que expuse en las redes sociales, sobre todo un post muy crítico que hice sobre el aniversario del Congreso de la UNEAC, donde yo sentía que seguíamos con las mismas insatisfacciones después de un Congreso que había sido muy optimista, donde parecía que se había llegado a un consenso general para bien de la cultura cubana. Y a un año de ese Congreso, yo realmente no veía ningún paso de avance.

El tema del Movimiento San Isidro fue como una especie de acumulación total de contradicciones. No porque yo me sintiera identificado plenamente ni con las ideas ni con la estética del Movimiento San Isidro. De hecho, no conocía a nadie del Movimiento, solamente a Omara [Ruiz Urquiola], que ni siquiera es parte del Movimiento San Isidro; ella solo estaba acompañando a los huelguistas. Pero la manera en que el Estado estaba tratando ese problema me parecía excesiva. Que había una desproporción en la relación entre el Estado cubano y el Movimiento San Isidro. Y me parecía injusta la forma en que se estaba tratando el tema en los medios, se estaba satanizando sin pruebas, incluso se estaba manipulando falsas evidencias o posibles evidencias. Me parecía muy burdo todo el tratamiento del Movimiento o contra el Movimiento.

Intenté ir para ver con mis propios ojos qué es lo que estaba pasando, creo que dos días antes de que los sacaran del lugar. No me dejaron entrar, había un cordón de policías frente, en la esquina de la calle, me dijeron que no se podía tener acceso al lugar. Y me retiré.

Seguían los actos de repudio con violencia, incluso, en el Parque Central. Se volvían a repetir, para mí, cosas desastrosas que yo pensaba que ya habían desaparecido en Cuba, y volvían a aparecer. No hablo solo de gritos, hablo también de violencia física, de golpes, de odio político.

La noche del 26 de noviembre, estábamos aquí en el teatro, en plena función de Hembra. Y yo aquí en el baño intentando estar al tanto también de toda la situación. Ví que cortaron las redes sociales, sobre todo Facebook e Instagram, no se podía tener acceso, creo que por Twitter tampoco. Inmediatamente lo relacioné con San Isidro, supuse que algo estaba sucediendo, y cuando acabó la obra, que vimos que volvieron los datos móviles, las redes sociales, nos enteramos de lo que había pasado. Me parecía una manipulación, una vez más, el uso de un tema tan sensible como la COVID 19. Yo, que había elogiado el papel de Cuba en el tema de la pandemia, pensé que era usar un tema tan sensible como ese, para solucionar una crisis política.

Me sentí indignado. Algunos amigos me empezaron a llamar, a comentar. Uno de esos amigos, Raúl Prado, novio de una de las actrices, que es fotógrafo y abogado, me dijo que venía para acá al acabarse la función a buscar a la novia. Y aquí mismo nos pusimos a conversar y decidimos que no podíamos permitirlo, porque eso podía regresarnos a la parte más negra de la historia cultural de este país. No era un tema tanto de San Isidro, sino una amenaza que sentíamos hacia las libertades de nosotros mismos como artistas.

Yo había sufrido un intento de censura un poco antes, por algunas declaraciones que hice a Cibercuba, donde hablaba sobre todo de temas culturales. No sé si por el contenido o por el medio donde se publicó, el hecho es que la temporada de Hembra aquí en Argos Teatro estuvo como tres semanas paralizada, que no se sabía si se iba a poder dar o no. Luego de algunas semanas donde no me daban una respuesta concreta, [Carlos] Celdrán se negaba a suspender la temporada, porque él nos había ofrecido la sede, y la institución no tomaba ninguna decisión. Yo me mantuve con que la íbamos a hacer, y que estábamos dispuestos a negociar, y finalmente se logró hacer la temporada.

En mi caso personal, había una acumulación de tensiones, y por eso fue que esa noche del 26 de noviembre decidimos un grupo de amigos, creo que éramos en ese momento como cinco, que al día siguiente a las once de la mañana nos íbamos a encontrar frente al Ministerio de Cultura para pedir hablar con el Ministro, y mostrarle no sólo nuestro rechazo a la forma en que habían tratado el tema San Isidro, sino además que estábamos preocupados, porque sentíamos que se veían amenazadas nuestras propias libertades artísticas, creativas y ciudadanas.

Allí nos vimos, de hecho, un poco antes, como seis o siete personas, frente al Trianón, y de ahí fuimos caminando hasta el Ministerio de Cultura cuando eran cerca de las once menos cuarto.

La noche antes habíamos creado un grupo de Whatsapp, para ponernos de acuerdo, y encontrarnos allí. Por supuesto, cada uno del grupo de Whatsapp, por su parte, les fue avisando a otros amigos en los que tenía confianza y que estaban en sintonía con lo que queríamos hacer.

Rafael Hernández: Incluidos miembros del grupo de San Isidro.

Yunior García: No, en ese momento, no. En ese momento, no habíamos comunicado con nadie del Movimiento San Isidro, ni con opositores. Éramos artistas.

Rafael Hernández: ¿Quiénes eran, te acuerdas?

Yunior García: Éramos, al principio Raúl Prado, nosotros los de Trébol Teatro, [Ricardo] Figueredo, que es un realizador audiovisual; [José Luis] Aparicio, que es también un joven realizador audiovisual; el Chino [Reynier Leyva] Novo, un artista plástico; estaba [Julio] Llópiz [Casal] también un artista de la plástica, joven. Yo les escribí también a otras personas, a Claudia Calviño, a Carlos Lechuga. Éramos artistas que, de alguna manera, habíamos sido censurados, o estábamos en una situación también de inconformidad con la situación de la cultura en Cuba, y que habíamos expresado ya en redes sociales esas mismas preocupaciones. Algunos nos conocíamos, otros no tanto, pero sabíamos que estábamos en sintonía.

FRENTE AL MINCULT

A las once de la mañana en punto, un grupo de aproximadamente catorce o quince personas decidimos ir a hablar con el custodio de la puerta y a pedir que el Ministro nos atendiera. Bajó una de las asesoras, nos dijo que el Ministro no nos podía atender, que no se encontraba en ese momento allí, que estaba en una videoconferencia, en una teleconferencia, y que habláramos con ella. Le dijimos que los asuntos que teníamos que hablar tenían que ser con el Ministro; y que estábamos dispuestos a esperar el tiempo que fuera necesario.

El grupo fue creciendo, ya éramos alrededor de cuarenta, cincuenta personas. Porque decidimos, cuando eso pasó, publicarlo en Facebook: “Estamos frente al Ministerio, pidiendo que el Ministro nos escuche.” Más personas se enteraron y fueron apareciendo. Cuando éramos cerca de cincuenta, sesenta personas, ya había algunas allí que no eran artistas, de hecho, ya estaban manifestando otras intenciones, y todo el tiempo tratamos de mantener la calma, explicamos que allí no estábamos...

Rafael Hernández: ¿Otras intenciones violentas?

Yunior García: No violentas, pero sí de que las exigencias fueran un poco más allá, de hacerlo con un poco más de fuerza, de trasladarnos hacia otro lugar como el Capitolio. Hubo muchas propuestas allí diversas, y nosotros aclaramos que no, que la mayor parte de los que estábamos allí éramos artistas, que estábamos en solidaridad con el Movimiento San Isidro, pero que no necesariamente éramos parte o compartíamos las mismas ideas. Estábamos allí también porque nos preocupaban nuestras propias libertades creativas. Aclaramos que de ser otras las preocupaciones hubiéramos ido ante otra institución, pero consideramos que si estábamos frente al Ministerio de Cultura, teníamos que limitar nuestras demandas a lo que esa institución representa.

En Facebook, cuando lo publicamos, comenzaron a aparecer opiniones diversas. Por ejemplo, desde Cienfuegos, me decía Atilio Caballero que el Ministro estaba allá. Otras personas decían que no lo habían visto, que había ido un viceministro y no el ministro en persona. El hecho es que el Ministerio de Cultura no nos daba ninguna respuesta concreta de dónde estaba el Ministro o si íbamos a ser recibidos.

Ya después del mediodía, eran cerca de las dos de la tarde, no recuerdo bien, me llama personalmente al teléfono Fernando Rojas. Porque además de ser el viceministro de Cultura, él es el presidente del Consejo de las Artes Escénicas y es con quien he tenido un diálogo desde hace mucho tiempo, desde que hice las quince preguntas en aquella asamblea de la AHS. Mi interlocutor en ese momento fue Fernando, y hemos tenido una tradición de respeto y de diálogo. Con él he podido dialogar, aunque nunca nos hemos puesto de acuerdo, pero al menos me ha escuchado y yo lo he escuchado a él. Fernando me propuso...

Rafael Hernández: ¿Esas quince preguntas en la reunión de la AHS cuándo fueron?

Yunior García: En el 2015 creo que fue, no tengo la fecha exacta, ya hace un ratico ya.

Rafael Hernández: ¿Fue en una asamblea de la AHS?

Yunior García: Una asamblea de la AHS en Holguín.

Rafael Hernández: En Holguín.

Yunior García: Sí, que eso de alguna manera me trajo también una especie de estigma, y de leyenda urbana también sobre todo en Holguín. En aquel tiempo las redes sociales no eran tan fuertes, pero la gente se pasaba de memoria flash el audio, y en fin, es complicado. Yo decidí solucionar aquel problema con Jacuzzi, un espectáculo de teatro donde resumo de alguna manera lo que yo sentía.

Pero bueno, Fernando me llama como a las dos de la tarde y me dice que está dispuesto a reunirse con tres de los que estábamos entre los manifestantes, conmigo, con Llópiz y con el Chino Novo. Yo dije que no tomaba decisiones, allí no había líderes, es decir, era un grupo heterogéneo, pero sin liderazgo. En todo caso, algunos estábamos participando en organizar, en mantener el control de aquello, de que no se desvirtuara lo que estaba pasando allí, pero no había un liderazgo entre nosotros. De todas formas, lo propuse al grupo, y el grupo no estuvo de acuerdo, dijeron que debían escucharnos a todos en ese momento; y continuamos las negociaciones por teléfono con Fernando.

Lo que le dijimos a Fernando fue: “Queremos ser todos escuchados y queremos que sea el Ministro quien nos atienda”, esa fue la decisión del grupo en ese momento. Las negociaciones continuaron.

Rafael Hernández: ¿El grupo era todos los que estaban allí?

Yunior García: Sí, cerca de cuarenta o cincuenta personas. El grupo continuó creciendo, ya no eran cuarenta o cincuenta personas, sino alrededor de cien en ese momento. Estoy hablando de tres y pico de la tarde, cuatro de la tarde quizás.

Fernando entonces me propone que no sea en el Ministerio, porque no había un espacio donde pudiéramos ser atendidos, que nos trasladáramos hasta la Sala Adolfo Llauradó, y que cuarenta de nosotros podíamos entrar a la Sala Adolfo Llauradó a conversar con él. Esto se propuso en el grupo. Era difícil, porque ya era un grupo bastante heterogéneo, bastante grande, era un poco caótico ponerse de acuerdo. Pero por mayoría allí, incluso a mano alzada, se votaron las decisiones, y la mayoría votó a mano alzada que no estábamos dispuestos a salir del lugar. Uno de los criterios que se expuso fue que se intentaba distraer la atención, sacarnos de allí, donde ya estaba la prensa internacional, que de alguna manera, para nosotros, era una especie de garantía de que no íbamos a ser golpeados o agredidos. Porque alrededor nuestro ya estaban las patrullas de policía, había muchas personas vestidas de civil, y había otros civiles que sabemos que son de los que forman parte de las brigadas de respuesta rápida o de los actos de repudio. Y entonces temíamos que en cualquier momento se tomara una acción violenta contra nosotros. Y continuar allí frente al ministerio era lo más seguro para el grupo de manifestantes pacíficos.

Comenzamos a hacer declaraciones a la prensa internacional porque nos parecía importante dejar claro lo que allí estaba pasando. Había opiniones muy diversas; ya en ese momento allí había grupos que sí tienen una posición más radical en cuanto al arte que realizan. Me refiero a activistas que son vistos como parte de la oposición, pero al final todos concordamos en que aquello tenía que ser pacífico, limitarnos estrictamente a lo que tiene que ver con nuestras libertades creativas y nuestros derechos creativos, y en solidaridad con el Movimiento San Isidro, exigiendo específicamente que se valorara la situación penal de Dennis Solís, o sea, que tuviera garantías de un juicio justo, que se revisara su caso, que a Luis Manuel Otero Alcántara le permitieran regresar a su casa, como habían hecho con otros, y que no los tuvieran en prisión domiciliaria, por decirlo de alguna manera.

Era un grupo muy diverso, y se votó por mayoría permanecer allí frente al ministerio con la condición de ser escuchados todos, y que fuera el Ministro de Cultura en persona nuestro interlocutor.

Cuando ya estaba cayendo la noche era muy difícil controlar las tensiones, porque ya había muchas personas alrededor nuestro, me refiero a estos que podían ser represores en un momento determinado. Y algunos sentían verdadero temor, el grupo había crecido demasiado, ya éramos más de doscientas personas en aquel lugar. Algunos ya decían que no los dejaban pasar, que estaban en los alrededores y que el cordón no los dejaba llegar. La noche estaba cayendo y temíamos que esa podía ser la excusa, cuando desapareciera la luz del sol, para que hubiera una acción violenta contra nosotros.

Entonces decidimos ceder en algunas negociaciones. La última propuesta fue dividirnos en los gremios que estábamos allí, que cada uno seleccionara a su representante, escoger un grupo de treinta personas, y entrar al Ministerio. Lo que propusimos fue reunirnos en uno de los patios, por problemas de seguridad, por la COVID. En uno de los patios abiertos, treinta de nosotros, y que estábamos entonces dispuestos a dialogar con Fernando Rojas. Antes de eso...

Rafael Hernández: ¿Cuando tú dices los gremios, cuáles eran esos gremios?

Yunior García: Allí había muchos artistas de teatro, que nos conocíamos entre todos. Había también muchos realizadores de cine independientes, sobre todo relacionados con el Cardumen, con la Muestra de Cine Joven. Había artistas plásticos independientes, algunos alrededor de la figura de Tania Bruguera; pero otros, también jóvenes, que hacen arte independiente. Había periodistas independientes. Y escritores. Un grupo bastante heterogéneo. Decidimos dividirnos en esos grupos de amigos que se conocían y que sabían que eran de un mismo gremio, se reconocían entre ellos. A partir de ahí, eligieron a sus representantes, cinco de cada uno. Y como también había miembros del Movimiento San Isidro, les dijimos que entre ellos escogieran a los que querían como sus representantes.

Tengo que decir que antes de que cayera la noche Fernando me pide que suba a dialogar, a negociar las condiciones de la reunión directamente con él. El grupo que estaba afuera no estaba de acuerdo en que yo subiera solo, temían que fuera manipulado o algo así. Entonces se decidió que una muchacha entrara conmigo, que fue Camila Lobón, de INSTAR, creo que antes estaba relacionada con galerías de arte o algo así, estudió Historia del Arte, no estoy convencido de esto, pero bueno, creo que sí. Ella subió conmigo, tuvimos un diálogo dentro del Ministerio con Fernando Rojas y con dos de las asesoras del ministro, y ahí negociamos, discutimos las condiciones; se llegó al acuerdo entonces de que treinta de nosotros, elegidos por el grupo heterogéneo, múltiple, que estaba afuera, entraran al Ministerio a dialogar, que lo hiciéramos sin teléfonos celulares, y que iba a ser entonces con Fernando Rojas. Yo le pedí que además de él estuvieran representantes de la AHS y de la UNEAC; él aceptó, y me pidió un tiempo para ponerse de acuerdo con quiénes iban a ser los representantes de esas instituciones.

Rafael Hernández: ¿En fijar los términos de ese diálogo no intervinieron Fernando Pérez ni Pichy [Jorge Perugorría]?

Yunior García: No, todavía Fernando Pérez y Pichy no tenían nada que ver. Te  estoy contando lo que yo viví desde afuera.

Rafael Hernández: Sí, sí.

Yunior García: Ya había caído la noche totalmente. No llegábamos a un consenso. De hecho, fuera también había algunas discrepancias, algunos pensaban que era un error entrar sin celulares, no grabar la reunión, porque se podía manipular aquello. Ya la lista estaba definida, o sea, los treinta que íbamos a entrar, pero todavía no se llegaba al sí definitivo por parte del Ministerio de Cultura, no nos autorizaban a entrar.

Ya cuando cayó la noche, llegaron Fernando Pérez y Jorge Perugorría. A mí me lo dijeron unos minutos antes, yo se lo comuniqué al grupo, les dije: “Hay grandes artistas que vienen para acá en solidaridad con nosotros.” Y en ese momento llegaban Fernando Pérez y Jorge Perugorría. Fue un alivio, porque sentimos que era una garantía de que por lo menos no íbamos a ser reprimidos con fuerza. Estando Fernando Pérez allí, que es una figura, Premio Nacional, reconocidísimo y querido, además, eso podía ser algo que evitara que nos reprimieran con fuerza. De todas formas, había temor, mucha incertidumbre; no obstante, la calma se mantuvo todo el tiempo.

Por mi parte, te digo, yo me fui para allá con cinco pesos cubanos en el bolsillo. Y sentí la solidaridad de todo el grupo, gente que ni me conocía se acercaba a darme un pedazo de pan, a darme un pomo con agua, los fumadores nos compartíamos los cigarros entre todos, se recitaron poemas, se cantaron canciones. Todo el tiempo dejamos claro que no nos podíamos dejar provocar, no íbamos a permitir ni actos de violencia por parte de los miembros de los que estabamos manifestándonos allí, ni gritos, ni consignas, ni descalificaciones, ni ofensas, ni insultos, ni odio. Aunque hubo propuestas, es decir, había individuos que no eran artistas, y que incluso cuando los interpelamos reconocieron que no eran artistas, y que estaban incitando a algún hecho violento. Había gente que decía: “Con la dictadura no se dialoga.” En fin, había muchos criterios, pero entre la comunidad de artistas llegamos al consenso de que queríamos dialogar y que todo tenía que ser pacífica y tranquilamente. Dijimos: “Si ocurre una provocación, no sabemos cuántos aquí adentro están para desvirtuar este fenómeno,” tanto de los radicales de un lado como de los radicales del otro. “Si ocurre algo que esté fuera de lo que hemos pactado, nos sentamos en el piso y hacemos silencio, es decir, no vamos a responder.” De hecho, regábamos el mensaje entre todos, decíamos: “Mahatma Gandhi”, y usábamos una frase de Elpidio Valdés: “No os dejéis provocar.” Y así fue.

Hubo tranquilidad, hubo muchas canciones, les pedimos a algunos raperos que estaban allí, poetas, que trataran de compartir con el público sus poemas. Y  también se decidió, como modo de presión, pero también de forma pacífica y relacionado con el arte, cada quince minutos, aplaudir. Eso trajo anécdotas graciosas, muy graciosas, porque en un momento llegó La Diosa, que es una figura conocida de los medios, de la cosa urbana, y tocaba el aplauso, cuando ella llegó y sintió que todo el mundo estaba aplaudiendo, pensó que era con ella, y se viró a las cámaras y comenzó a saludar, que fue la cosa más graciosa de la noche. A pesar de las tensiones que teníamos; y de los temores reales que teníamos.

Finalmente, ya bien entrada la noche, Fernando me pone una última condición: que Tania Bruguera saliera de la lista de los treinta. Yo ni siquiera se lo compartí al público ni a los que estaban allí, porque era absolutamente imposible de aceptar. No me parecía ético pedirle a una de las personas que había sido elegida democráticamente, además de ser una artista, más allá de todo lo que puedan pensar, reconocida internacionalmente, y me parecía legítimo que entrara, por lo tanto le dije: “Fernando, eso no es negociable, no lo voy ni a consultar, ella entra, la condición es que ella fue elegida y forma parte de los treinta, y nadie sale de la lista”.

Rafael Hernández: ¿Tú la conocías personalmente?

Yunior García: No, primera vez, cuando él me lo dijo, le tuve que preguntar a un amigo: “¿Cuál es Tania Bruguera?” Yo había visto su obra, pero nunca había cruzado una palabra con Tania, la conocí ese día.

Rafael Hernández: ¿Tú conocías a alguno de los miembros del grupo de San Isidro?

Yunior García: Solamente a Omara Ruiz Urquiola, que no es miembro del grupo, porque fue profesora mía en el ISA de diseño escénico, solo a ella. A Anamely [Ramos] la conocía, pero de oídas, porque ella no me dio clases a mí directamente, aunque sí a algunos de los muchachos de teatro que estábamos allí. Finalmente, logramos entrar.

Rafael Hernández: ¿Tú conocías a Alcántara o a Dennis?

Yunior García: No, a Dennis no lo conocía para nada; a Alcántara lo conocía de oídas, desde cuando protestó por el [decreto ley] 349, todo lo que pasó después. Yo fui uno de los firmantes cuando a él lo tenían preso, de los que firmó la carta por su liberación, y había conversado sobre todo con amigos artistas plásticos que sí tienen más experiencia que yo en este mundo de la plástica y que sí conocían de su obra y reconocían que era un artista, o sea, que era legítimo como artista, más allá de cualquier otro tipo de opiniones.

Finalmente, entramos a discutir. Entramos los treinta más dos, nosotros treinta más Fernando y el Pichy. Ellos dejaron claro que habían ido allí de parte nuestra, o sea, para acompañarnos a nosotros, no ni para mediar con la institución ni para representar a la institución. De hecho, cuando subimos, que entramos al pequeño teatro donde hicimos la reunión, ellos se sentaron al fondo detrás de nosotros, de los treinta.

Cuando entramos a la reunión allí estaban Fernando Rojas presidiéndola; un vicepresidente, Yasser Toledo, de la AHS; la vicepresidenta de la UNEAC [Marta Bonet]; el que dirige Galería Génesis [Jorge Alfonso], y quien dirige el Museo de Bellas Artes [Jorge Fernández].

Yo, que he participado en congresos, desde la FEEM, desde que estaba en la ENA, donde fui delegado del Congreso de la FEEM en aquella época, cuando la Batalla de Ideas; y he estado en procesos de los congresos de la AHS y de la UNEAC, aunque no he sido delegado, sólo a un Congreso de la AHS y no pude asistir porque me encontraba fuera del país en una gira de teatro en ese momento. Aunque he estado en muchos procesos de congresos, lo que ocurrió allí en aquel diálogo yo no lo había vivido antes.

Rafael Hernández: No lo habías vivido antes.

Yunior García: No lo había vivido antes con ese nivel de honestidad, con ese nivel de verdad, con ese nivel de dolor y con ese nivel de respeto. Porque incluso los más radicales que entraron a ese grupo, gente que había estado en huelga de hambre, como Katherine Bisquet, que fue una de las huelguistas, no es del Movimiento San Isidro, pero estuvo participando en la huelga; gente como Tania Bruguera, que tiene una posición vertical, radical, opositora, aunque ella se autorreconoce como de izquierda; o los mismos miembros del Movimiento San Isidro que estaban allí, todos absolutamente hicieron intervenciones desde el respeto. Y la otra parte también yo siento que nos trató desde el respeto aunque se dijeran las cosas más duras del mundo.

Por primera vez, yo sentía que podía haber un diálogo entre cubanos que pensaban totalmente distinto, y que podíamos hacerlo desde el respeto para llegar a resultados. Porque la mayor parte de los congresos se demoran demasiado en llegar a resultados, o sea, a cambios reales en la toma de decisiones.

Rafael Hernández: ¿Tú estuviste en el último Congreso de la UNEAC?

Yunior García: No, no estuve, pero estuve muy cerca del proceso. Desde Holguín, estuve en la boleta, lo que al final no fui elegido, era un poco tensa la situación en Holguín en ese momento. Pero estuve en medio de ese proceso. Cuando finalizó el Congreso, yo tenía que hacer un viaje en Holguín y me fui en la misma guagua de los congresistas que eran holguineros y tuneros. Durante todo el viaje, que es bastante largo, son doce horas, estuve escuchando las opiniones, las reflexiones; y estuve muy al tanto del Congreso también. Escribí sobre el discurso de Díaz-Canel, que me parece el discurso más acertado que ha hecho hasta este minuto desde que es presidente, el más completo, más centrado, amén de que pueda estar o no de acuerdo en algún punto en específico. Y yo sentía en aquellos congresistas un estado de opinión esperanzador, o sea, pensaron realmente que era un gran Congreso y que iban a solucionarse unos cuantos problemas de la cultura cubana. Pero un año después no pasó nada; o peor, un año después estamos, siento yo, en una situación peor en la cultura.

Rafael Hernández: ¿Por qué?

Yunior García: ¿Por qué? Porque yo sentí que aquella frase de “La cultura es lo primero que salvar” no se estaba cumpliendo. La cultura está relegada a un cuarto o quinto plano, en el país al parecer había otras prioridades, que lo entiendo, pero otros ministros eran los que tenían la voz cantante de la situación. Se le dio demasiado énfasis a un tema que todavía no acaba de cuajar, el de la unificación monetaria y cambiaria; ha habido especulaciones sobre el posible aumento salarial, los aumentos de precios, ha habido una situación muy tensa, que se ha concentrado en lo económico. La cultura ha estado totalmente relegada a un segundo plano; durante la pandemia, quizás somos los artistas el gremio más desfavorecido, porque, por ejemplo, hemos tenido que suspender conciertos, presentaciones, irnos al 60 % [del salario]. Hay muchos artistas, por ejemplo, utileros de grupos musicales o algo así que no han tenido forma de cobrar, aunque los grupos han sido subvencionados. Pero mucha gente que no estaba en plantilla, digamos, se han quedado sin acceso a una remuneración económica, y ha sido un grupo bastante golpeado por la pandemia. Nosotros mismos aquí tenemos utileros que son de [el grupo de] Carlos Celdrán, pero no han podido hacer el doble contrato, y a pesar de que están trabajando doble desde hace mucho tiempo, están recibiendo sólo un salario. Una de las actrices de Hembra, por ejemplo, tampoco podía tener el doble contrato y no estaba cobrando a pesar de que estaba haciendo un fuerte trabajo con nosotros y con su grupo, por el que estaba cobrando el salario. En fin, nosotros nos sentíamos muy en desventaja. La cultura, siento yo, no es un tema de importancia en el país. Creo que habíamos sido subestimados como sector de la sociedad, algo que podía esperar, que no era una urgencia. Y lo siento también en provincia. En Holguín, generalmente, cuando se pedían presupuestos para cosas culturales, a pesar de que Holguín no estaba cerrado ni en cuarentena, se decía que no era posible, porque todo el presupuesto había tenido que gastarse en temas de salud. A nosotros nos parecía desproporcionado, porque todos sabemos las condiciones de esos lugares que se crearon para albergar a los sospechosos de la enfermedad, y ahí no había un enorme gasto de dinero. Incluso se habían parado actividades como la educación, que genera gastos. Todo estaba parado en el país, entonces no entendíamos por qué la cultura tenía que sacrificar su presupuesto para algo que el país podía resolver de otras maneras, en un momento en el que muchas cosas pararon en cuanto a gastos, me refiero.

Por eso sentimos que no estábamos siendo escuchados, que eran gritos al vacío, que no éramos la prioridad, que se estaban escudando en el tema de la COVID para cortar presupuestos, para eliminar determinadas cosas que no eran prioridad o que podían ser molestas, que no le convenían al país, sabrá Dios, y había un estado general de incomodidad.

Rafael Hernández: ¿Esas cosas de las que me hablas ahora formaron parte de la reunión?

Yunior García: No.

Rafael Hernández: ¿No?

Yunior García: No, en la reunión se habló del Movimiento San Isidro, se habló de la falta de libertades, de un exceso de censura, de una relación desproporcionada o de una intromisión desproporcionada del MININT dentro de asuntos que podrían resolverse mediante el Ministerio de Cultura, de la Seguridad del Estado atendiendo problemas que podría resolver el Ministerio de Cultura, de violaciones de la Constitución en cuanto a libertades. Se habló muy fuerte; contra el Decreto 349; hubo catarsis, obviamente; hubo gente que habló de sus propias experiencias personales; de la insatisfacción con el Congreso de la UNEAC; de una declaración que hizo la AHS sin contar con su membresía, y que generó un escándalo porque la mayor parte de su membresía desaprobó lo que ellos habían declarado sobre el Movimiento San Isidro específicamente. Se habló sobre todo de una manipulación mediática excesiva por parte de los medios oficiales contra todo artista que disiente o que toma una posición contestataria con su arte.

Rafael Hernández: ¿Nada de eso apareció en el Congreso de la UNEAC antes?

Yunior García: Supongo que sí.

Rafael Hernández: No lo sabes.

Yunior García: No lo sé, supongo que se hablaron de estas cosas, y quizás no en el tono o con la fuerza en la que se plantearon allí en aquella reunión, quizás no con la frontalidad. Somos cubanos y sabemos que todo el mundo se cuida y todo el mundo trata de decir las cosas bien cuando está delante de autoridades, de escoger las palabras, digamos, y a veces al escoger tanto las palabras quedan demasiado disfrazadas, y no quedan desnudas, no quedan de manera frontal.

Rafael Hernández: ¿Tú dirías que esta reunión del 27N fue la primera vez en que se plantearon cosas relacionadas con la libertad de expresión en el campo artístico y cultural? 

Yunior García: No, yo creo que esta fue la primera vez en que personas que jamás habían tenido acceso a lugares como Congresos de la UNEAC, de la AHS, o reuniones de este tipo, podían pararse a decir esas cosas, pero desde sus puntos de vista y con sus propias experiencias, en ese sentido, para mí sí fue inédito.

Rafael Hernández: ¿Personas que no habían podido acceder a esos espacios porque no los dejaban?

Yunior García: Porque no los dejaban, y me refiero específicamente, por ejemplo, a alguien como Tania Bruguera. Cuando comenzó la reunión, ella fue una de las primeras en hablar, y lo primero que dijo fue: “Les agradezco, porque gracias a ustedes y a lo que pasó este 27, es la primera vez que cruzo las puertas del Ministerio de Cultura.”

Rafael Hernández: Anjá.

Yunior García: Entonces, si quieres te hablo de lo que pasó después de la reunión.

Rafael Hernández: Sí, claro. Pero antes dime cómo tú describirías, además de los gremios, de esos diferentes gremios, esa cantidad de gente que se reunieron allí, incluidos los provocadores que tú me has dicho, ¿había otra gente, que eran, digamos,  curiosos?

Yunior García: Había gente incluso que eran evidentemente miembros de la Seguridad del Estado, que estaban dentro de nuestro grupo. Identificamos a uno que parecía obviamente ser un agente de la Seguridad del Estado, permanecía en silencio, pero estaba dentro, en el límite donde estábamos nosotros congregados, alguien incluso le preguntó: “¿Tú eres de la Seguridad?” Y él reconoció que sí, que lo era. En el calor del momento, alguien dijo: “Bueno, tiene que salir de aquí.” Y  yo mismo me levanté y dije: “De aquí nadie sale, esto es un espacio libre. Como mismo él tiene derecho a estar ahí, nosotros también tenemos derecho a estar aquí. No le pidamos a nadie que salga de este espacio, sobre todo si está en silencio, si no está molestando, si no está haciendo nada contrario, este espacio es un espacio de tolerancia, de aquí no excluimos a nadie.”

Rafael Hernández: ¿Cuál fue el papel dentro de la reunión y dentro del grupo que estaba afuera, pero sobre todo dentro de la reunión, de los medios independientes?

Yunior García: Hubo en un momento un careo. Los medios independientes hablaron como periodistas, y no necesariamente desde los medios en los que trabajan. Pero sí del derecho a que existan medios independientes en Cuba, que sean reconocidos por el gobierno, y que de alguna manera no sean satanizados dentro del país, con calificativos como mercenarios, o al servicio de una potencia extranjera, o cosas así.

Hubo un solo careo con un muchacho que se llama Mauricio, fue de los treinta que entró y que estaba, creo, por Diario de Cuba, un careo entre él y Fernando Rojas por el tema de cuánto cobra Diario de Cuba, que es algo que a Fernando le preocupa especialmente, y él ha insistido en eso desde hace mucho tiempo, con el tema de quiénes pagan o quiénes cobran. Yo sentí que la intervención de Mauricio era como de un joven periodista que quería hacerlo desde un medio independiente porque sentía que ahí era más libre de expresar sus ideas que en cualquier otro medio oficial, y él estaba defendiendo su derecho a trabajar como periodista en este tipo de medios.

La intervención de Tania Bruguera, por ejemplo, fue relacionada específicamente con los derechos para hacer, o con los espacios, la ausencia de derechos y de espacios para ser un artista independiente en Cuba, que de alguna manera eso se valorara, y que la relación de estos artistas independientes fuera con el propio Ministerio de Cultura y no con la Seguridad del Estado o con el MININT.

Fue una noche compleja, llena de emociones. Cuando salimos de allí, fue difícil convencer a todo el mundo de que se retiraran del lugar, porque algunos querían permanecer ahí, pero igual, era decisión de cada cual. Nosotros dijimos que dábamos por terminada la reunión, leímos los acuerdos a los que habíamos llegado, y dijimos además que se nos había prometido que nadie iba a sufrir violencia a la hora de regresar a nuestras casas, que yo creo que se cumplió. En mi caso personal, pude llegar perfectamente hasta casa de un amigo, porque yo vivo muy lejos, pero me fui hasta casa de un amigo que vive por el Habana Libre, y no vi violencia, sí vi, por ejemplo, que inmediatamente que llegué a la casa de mi amigo, se parquearon dos guaguas negras de estas con tropas especiales armados hasta los dientes, pero no me asustó demasiado, dije: “Bueno, si están ahí mejor, yo, mientras no vengan a tocarme a la puerta y a llevarme no me preocupa que estén ahí”.

POST 27 N

Pero sí vimos que al día siguiente estas fuerzas de boinas negras y tropas especiales comenzaron a circular por toda La Habana. Yo personalmente lo vi como, bueno, es cierto que lo que pasó ayer puede generar ahora que otros jóvenes se lancen de manera violenta a las calles y el Estado está tratando de proteger, de mantener el control y el orden. Pero también parecía como para disuadir cualquier otro intento de hacer eso que había pasado el viernes.

El hecho es que nosotros sí pudimos reunirnos en INSTAR, que fue uno de los acuerdos a los que llegamos. Decidimos que en la sede de INSTAR, que es lo de Tania Bruguera, íbamos a reunirnos los treinta para llegar a los acuerdos, a las negociaciones de esa posible reunión que se nos había prometido. En medio de esa reunión, se dio un incidente el primer día, porque una señora del barrio, al parecer, por su propia cuenta, intentó hacer un acto de repudio, se paró en la esquina, comenzó a convocar a otros vecinos, dijo: “Aquí están hablando mal de la Revolución, vamos a organizarnos y vamos a hacer un acto de repudio.” Pero a lo mejor ella estaba desinformada, después llegó una patrulla, la señora se calló y no hubo más intentos de nada, pudimos salir de aquella reunión por nuestra cuenta, de hecho, yo no tenía dinero todavía, tuve que caminar mucho a pie, y por todo el camino ni un solo policía me pidió mi carnet de identidad, o sea, en ese momento yo no me sentí ni vigilado ni nada.

Pero vimos que el tema de los medios, que fue una de las cosas que se trataron y uno de los acuerdos a los que se llegaron, lejos de atenuar o de buscar otra manera de tratar el tema de San Isidro, por lo menos en la televisión cubana fue a la inversa. Comenzaron otra vez los ataques, esta vez con mucha más fuerza, acusándolos de todo, manipulando informaciones, mostrando evidencias que no lo eran, como por ejemplo la entrada de comida a un lugar donde había catorce personas y donde no todos estaban en huelga de hambre. Sentimos que se estaba manipulando la información, sobre todo negando la huelga de hambre y satanizando a los miembros de San Isidro.

Al mismo tiempo, por parte del Movimiento San Isidro o de los que estaban relacionados directamente con ellos, hubo manifestaciones en las redes sociales que fueron muy dolorosas para nosotros. Hablo específicamente de una directa que hizo Omara Ruiz Urquiola, mi profesora, donde nos llamaba traidores, decía que aquello que había ocurrido frente al MINCULT había sido un Pacto del Zanjón, que con la dictadura no se negocia, y que todos nosotros éramos unos traidores, empezó a criticar abierta y frontalmente a miembros del Movimiento San Isidro que sí entraron, dijo que no estaban calificados intelectualmente para representarlos, y se dijeron muchas ofensas bastante feas. Yo no quise responder a aquello públicamente, pero sí por privado le dije mi parecer a Omara Ruiz Urquiola, que no estaba de acuerdo con ella, porque no había entendido absolutamente nada de lo que había pasado allí.

Después Maikel Osorbo también publicó algo diciendo que él no quería diálogo, que él no se veía representado ni se identificaba con lo que había pasado el 27 de noviembre.

Nosotros empezamos a sentir una solidaridad tremenda por parte de muchos jóvenes que nos escribían desde distintas partes. Tengo una cantidad de mensajes que no he podido leer. Desde fuera, casi todos los mensajes eran: “No se dialoga, no hay diálogo, vayan a la calle”, era incluso hasta simpático porque un muchacho me decía: “Oye, no hay diálogo, eso es fuego y violencia, para la calle”, y yo le decía: “¿Y dónde estás?”, decía: “En Japón.” Entonces, desde fuera veían muy cómodamente esa posición de: “Ustedes perdieron las calles, fue una derrota, el diálogo no sirve, los van a manipular, es una baba lo que van a darles, esto es violencia y calle.” Y nosotros decidimos rechazar totalmente y tajantemente ese discurso y seguir por la opción del diálogo.

De todas formas, sabíamos que la posibilidad de que fuéramos manipulados era bastante concreta, y en el grupo a nivel interno. Esto que voy a decir no sé si pueda decirlo ya, no quiero revelar muchas cosas del grupo de los treinta, porque hicimos un pacto de confidencialidad, pero hubo divisiones, éramos un grupo demasiado heterogéneo, la mayoría era la primera vez que nos veíamos las caras, no nos conocíamos, había ahí posiciones bien distintas, y era muy difícil ponernos de acuerdo.  Pero bueno, algunas cosas podré decir.

En primer lugar, yo dejé claro que no había liderazgo dentro del grupo. Pero de todas formas, se intentaron crear liderazgos dentro del grupo. Para eliminar ese liderazgo se pidió que yo no fuera quien dialogara más con Fernando; se decidió que la vía para negociar con Fernando era un correo electrónico. Yo me opuse a esa vía, porque me parecía estratégicamente absurda. Las negociaciones se hacen o personalmente o mediante un teléfono, pero un correo electrónico... En primer lugar, te deja en evidencia. En segundo lugar, no te da la posibilidad de mirarse a la cara o escuchar el tono de la conversación, para entender los matices de una frase. En tercer lugar, te obliga a esperar una respuesta no se sabe por qué tiempo, yo incluso llegué a decirle al grupo de los treinta en un momento: “Dentro de cuatro meses, en el correo ciento ocho estaremos discutiendo los mismos términos de la reunión.” Incluso les decía: “Cuando la Crisis de Octubre, cuando la Crisis de los Misiles, se creó el teléfono rojo precisamente para evitar que la comunicación fuera a través de correos o de cartas.” Es decir, había que hacerla más directa y escuchar sobre todo los tonos de la conversación.

Rafael Hernández: ¿Cuál era el argumento para que tú no fueras, que tú no siguieras siendo el portavoz de ellos?

Yunior García: Yo me imagino que también un poco de falta de confianza obviamente, porque querían que todos conocieran ese tipo de conversaciones, que todos la escucharan, que no fuera yo solo porque podía retener demasiado poder quizás, o decir cosas con las que los demás no podían estar de acuerdo. En fin, hubo desconfianza, y al mismo tiempo, otros querían ser los que tuvieran el peso de la negociación.

Rafael Hernández: ¿Tú crees que por razones políticas o por razones de protagonismo simplemente?

Yunior García: Yo creo que por razones de todo tipo. Somos un grupo no de políticos. Éramos un grupo de jóvenes, la mayoría sin experiencia política, tratando de hacer un ejercicio democrático en el que no teníamos experiencia. El intento excesivo de democracia volvía demasiado burocrático los procesos de toma de decisiones. En un momento determinado dije: “El día que fuimos al Ministerio, y que fue excelente aquel encuentro, nunca ensayamos nuestras intervenciones ni nos dividimos los temas; allí cada cual dijo lo que pensaba. No tenemos que llegar aquí ni a una sola agenda, ni a una sola declaración, ni a un único punto de vista. Esto no puede ser monolítico, igual que las asambleas del Poder Popular. Aquí no hay que votar unánimemente por nada, podemos llevar a esa mesa seis, siete agendas, que representen los intereses diversos de un grupo heterogéneo.” Pero había un intento por parte del grupo de un excesivo ejercicio de la unidad, que nunca es tal. La unidad es una palabra a veces tramposa, y yo creo que esa búsqueda excesiva de unidad fue una de las cosas que condujo al fracaso en un grupo que era bien diverso, con pensamientos bien diversos.

Otra de las cosas que yo propuse en el grupo fue tratar de crecer, para bien, con otros sectores de la sociedad. En un momento yo incluso, por mi cuenta, yo estaba al habla con muchas personas porque quería seguir teniendo un cable a tierra, no contaminarme demasiado con el grupo de los treinta, sino con la gente que me eligió, con la gente que estaba aquel día fuera del ministerio, y con otras personas en el país, digamos, que yo quería saber qué pensaban, cómo termómetro.

Yo llegué a hablar con gente como Gustavo Arcos, como [Roberto] Zurbano, como Lidia, la del movimiento LGTB, como Robertico Ramos, que también es del Movimiento LGTB, para ver de qué manera aquel grupo podía ampliarse y que hubiera un diálogo un poco más, digamos, general, que no se fuera todo por lo político, sino representando otras zonas de la realidad cultural y social del país.

Pero eso se rechazó. Me dijeron que no estaban de acuerdo con eso, que en todo caso, sí aceptábamos el acompañamiento de una persona, pero que fuera un asesoramiento jurídico. A mí me parecía bien, correcto. Y entonces decidimos conversar con Julio Antonio Fernández, para que nos asesorara jurídicamente en las reuniones y en el documento final. Y también que fuera a la reunión con nosotros. Se desaprobó que fueran estas otras personas que propuse, Aunque sí sí conversé con ellos y escuché sus opiniones.

Finalmente la situación se fue volviendo cada vez más tensa. Yo tampoco quería abandonar el trabajo. En en medio de todo esto, no quería que las funciones de Hembra se suspendieran. El propio 27 de noviembre, ese día yo tenía función y le pedí a las actrices que estaban allí en el ministerio que vinieran al teatro, hicieran la función de Hembra y después regresaran al Ministerio de Cultura, y así se hizo. Porque  no quería en ningún momento dejar de ser artista, es decir, aunque estaba asumiendo, yo lo sé, un rol político en ese momento.

Entre los treinta, hubo divisiones claras, hubo puntos de vista diametralmente opuestos. Yo mismo, que había mantenido una actitud moderada, en un momento me vi tan perdido dentro de una serie de demandas que podían parecer no tener cauce o final objetivo. Y en un momento, propuse lo más radical, quizás, de todo lo que se dijo allí, que fue irnos a un plebiscito. O sea, si eran tantas las cosas que nos preocupaban, que sobrepasaban lo cultural; y si derogar un decreto no  cambiaba nada la realidad cubana, dije: “Bueno, si son tantas las preocupaciones que tenemos, vámonos a un plebiscito, vámonos a un referéndum constitucional.” Esa idea no fue aceptada, por demasiado radical. Después me alegré, porque una de las cosas que se decía era: “Bueno, es que ya el año pasado hubo una reforma constitucional, meternos ahora en otro proceso es desgastar a la gente.” Y por otra parte, yo les decía: “Bueno, okey, otros proyectos anteriores fracasaron porque no estaban dadas las condiciones.” Estaba pensando, digamos, en el Proyecto Varela, que fue un fracaso porque no estaban dadas las condiciones, no había apoyo el pueblo de Cuba desconocía totalmente qué cosa era el Proyecto.

La Constitución del año pasado se aprobó así, con esa cantidad de votos, que yo sí creo que fue legal, fue la gran mayoría. Aunque no fue del todo limpio el juego, porque hubo un excesivo despliegue por el sí, y al que defendía la opción del no se le reprimía con fuerza. Hubo gente que fue incluso llevada a la policía por traer un pullover que decía “No.” Yo decía: “Las condiciones del juego son otras, y quizás ahora una reforma constitucional tenga resultados distintos, o por lo menos variarán los números y veremos cuál es realmente la proporción dentro de la sociedad cubana que piensa de una manera o de otra.” Pero finalmente se desechó esa opción.

Llegó el jueves [3 de diciembre], que fue el día más difícil. El jueves por la mañana, todavía no nos habíamos puesto de acuerdo. Teníamos mil diferencias dentro de los treinta. Se había mandado un correo electrónico que yo realmente nunca leí, aunque apareció mi firma. Yo estaba totalmente en contra de que fuera un correo electrónico lo que se enviara, porque sabía cómo podía ser.

Rafael Hernández: Un correo electrónico al Ministerio de Cultura.

Yunior García: Al Ministerio de Cultura, sí, a un correo que me dio Fernando. Yo estaba convencido de que el ministerio, el gobierno --porque esto no es una decisión del ministerio, son decisiones que se toman a nivel de Partido Comunista, ahí el ministro no era quien tomaba las decisiones, era el Buró Político--, yo estaba convencido de que ellos no querían ese diálogo, por lo menos ese diálogo en particular. O sea, reunirse con esas treinta personas para discutir esos temas. Ellos iban a utilizar cualquier pretexto para romperlo. Y mi idea era que había que ser lo más apegado en todo lo posible a lo que habíamos pactado ese día.

Cuando en el grupo de los treinta se pidió que entraran otros miembros del Movimiento San Isidro que no estuvieron el día 27, yo lo vi como la excusa perfecta que el gobierno necesitaba para cortar esa posibilidad de diálogo. Pero en el grupo había un entusiasmo yo creo que exagerado, demasiado pasional, por la figura de Luis Manuel Otero y de otros miembros del Movimiento San Isidro, contra los que no tengo absolutamente nada, pero que mi prioridad era el diálogo. Yo les decía: “Aquí el tema no es el Movimiento San Isidro o Luis Manuel Otero Alcántara. El  tema aquí es Cuba y otras preocupaciones que nos traspasan, incluso que nos trascienden a nosotros como grupo de los treinta.” Pero la gran mayoría dijo que no, que incluso estaban dispuestos a ceder su lugar para que entraran los miembros del Movimiento San Isidro. Yo ese miércoles en la noche vi una desproporción dentro del grupo de personas radicales, sentí que no era lo que se había pactado ese 27. Yo estaba dispuesto a fajarme con el Ministerio de Cultura para que Tania Bruguera entrara a la reunión, porque consideraba legítima su presencia por el precedente del 27. ¿Si entró el 27, por qué no puede volver a entrar? Pero por otras personas no, porque ya eso no era parte del pacto. Era legítimo pedirlo en una primera negociación. Pero no era una condición para encontrarnos. Algo que podíamos plantear en una negociación, y no mediante un correo electrónico. Esa era mi postura.

El jueves por la mañana, con mucha incertidumbre, leo la declaración del Ministerio. No me sorprende, lo sabía. Iban a utilizar ese correo para decir que nosotros mismos habíamos roto el diálogo, cuando era solo una primera propuesta, es decir, una primera propuesta negociable. Pero ellos lo vieron como lo que se tomó, es decir, como un exceso, como un atrevimiento, como una ofensa, como un exceso de fuerza, qué sé yo. Y esa fue la decisión que tomó el Ministerio de Cultura, totalmente previsible.

Cuando mi novia sale del apartamento, hay un señor como de dos metros sentado en una sillita en los bajos del edificio. Cuando ella dobla la esquina, este señor al parecer la llama por teléfono, le dice: “Dayana, te habla el agente Jordan, ¿tú estás muy lejos de aquí?” Dayana se asusta, le cuelga, me llama a mí por teléfono y me dice: “Yunior, me acaba de llamar un hombre que creo que es el que está en los bajos del edificio.” Yo me visto rápidamente, y cuando bajo, este señor se me pone de pie y me dice: “No, usted no puede salir.” Tengo el video, ¿quieres que te lo enseñe? Te lo voy a enseñar, para que veas.

Rafael Hernández: Enséñamelo. ¿Eso cuándo fue, el jueves?

Yunior García: El viernes, a ver, el viernes, sí.

Rafael Hernández: Eso es allá en la Coronela.

Yunior García: En la Coronela, sí. Yo el video no lo he hecho público, no he querido hacerlo público porque...Ahora te contaré.

Rafael Hernández: ¿Y adónde ibas tú a salir ese día?

Yunior García: A buscar a Dayana. Mi novia estaba en la esquina, tenía miedo, y yo le dije: “Espérame en la esquina, que yo te voy a ir a buscar.” Y era para comprobar también si el señor estaba por mí o no, o si estaba por otra razón.

Rafael Hernández: ¿Pero tú tenías previsto salir a reunirte ese día?

Yunior García: Sí, ese día yo tenía que reunirme con los treinta, y además de eso, tenía que venir al grupo de teatro.

Rafael Hernández: Eso fue el jueves.

Yunior García: Eso fue el jueves, sí. Aquí lo tengo, dura un minuto y diecinueve, más o menos. Tenía el celular en la mano, no lo pude ni grabar bien, no le cogí el rostro al oficial, estaba sentado en una sillita ahí. Si quieres te digo lo que dice.

Rafael Hernández: Sí, dime lo que dice.

Yunior García: Sí. Lo que me dijo fue que no podía salir de la casa. Le dije que por qué tiempo, me dijo: “Por todo el día, hasta que yo quiera.” Le dije: “Pero yo tengo trabajo, tengo que ir al teatro, tengo función hoy.” Me dijo: “Usted no puede salir de la casa.” Y le dije: “¿Y usted quién es?” Me dijo que era Jordan, y le pregunté si era de la Seguridad del Estado. Me dijo que él era del pueblo de Cuba.

Yo en cuanto pasó esto subí y llamé a Fernando Rojas. Pero no me cogía el teléfono. Pero como a los diez minutos, me llama Lillitzi [Hernández], que es la vicepresidenta de Artes Escénicas, y  dice: “Fernando está reunido, vio tu llamada pero no puede responder, y me pidió que te preguntara qué pasa.” Le cuento lo que está pasando y me dice que ella va a resolver eso. Llamé a dos o tres amigos yo por mi cuenta, les mandé el video y les dije: “Me está pasando esto.” Me llamaron del grupo de los treinta alguien, y me dice: “Mándame el video ahora mismo para publicarlo ahora mismo en uno de los periódicos, de las publicaciones independientes.” Yo no quise hacerlo, le dije que lo iba a pensar, pero que yo no quería hacer público todavía el video. En ese momento, me cortaron los datos móviles. Ya no tenía conexión a internet, aunque tenía saldo. Y un minuto después tampoco podía hacer llamadas. Cuando intentaba llamar a alguien, me decía: “No hay red.” O sea, no hay acceso a red. También me cortaron el fijo; y cortaron el teléfono de mi novia, Dayana. De todas formas, me dio tiempo a llamar a dos o tres personas, a Carlos Celdrán, a dos o tres amigos. Y a mandar un audio a un grupo de Wasap, donde había como cuatrocientas personas, para decir lo que me estaba pasando.Ese audio después se publicó en Facebook.

El hecho es que como a las cinco de la tarde me llama un oficial. Esto yo no lo he contado nunca, te lo estoy contando a ti. Me llama un oficial de la Seguridad del Estado, parece que de alta jerarquía, y me dice que si puede hablar conmigo. Yo le digo que no puedo salir, que estoy imposibilitado de salir de la casa; y me dice que eso fue un error. Es hecho es que él fue allí a verme, parece que le dio la orden a Jordan, al agente que estaba, que se fuera; y me pidió disculpas, dijo que se habían equivocado, que ellos sabían que yo no era un mercenario, que yo no era alguien pagado por el imperio, y que había sido un error impedirme salir de la casa.

A los cinco minutos, llegó Lillitzi, la vicepresidenta, a buscarme en un carro para traerme a Argos Teatro. Me trajo, hicimos la función de teatro, y al final de la función, me dice Lillitzi que el Ministro me estaba invitando a la reunión que habría al día siguiente en el Ministerio de Cultura. Yo inmediatamente decliné la propuesta.

¿Por qué lo hice, por qué no decidí ir? En primer lugar, porque ese no fue el diálogo que se pactó el 27, ni con esas personas ni con estos, con la parte del lado de acá. Me parecía una traición al grupo. A pesar de todas las diferencias y de todos los desacuerdos que yo tenía con el grupo de los treinta, me parecía que era una traición a lo que entre nosotros estuvimos durante una semana trabajando. Y por eso decidí no ir. Además, me pareció que iba a ser una puesta en escena; que iba a ser como tantos congresos, un lugar para escuchar las opiniones, para que la gente hiciera sus catarsis, y al final no tomar ninguna decisión. Y que, además, podían haber planeado llevar a gente que saben que son pro orden de cosas. Y al final iban a decir “Viva la Revolución," ese tipo de cosas que se dicen en los congresos, y que la gran noticia que iban a sacar en los medios era: “El diálogo se dio, fue entre revolucionarios, y aquí todos apoyan el proceso tal como está.” Eso fue lo que pasó, y por eso hoy me alegro de no haber estado allí, porque me hubieran cogido para eso, es decir, hubiera sido manipulado otra vez.

Se han dicho muchas cosas. Juan Pin [Vilar] acaba de publicar un texto ahora relatándolo todo en Facebook. En el grupo de los treinta hay desacuerdos con la forma en que Juan Pin lo relata. Yo les digo que Juan Pin lo vio de esa manera. Cada cual puede publicar su propia visión de los hechos, y después se contrastarán.

Rafael Hernández: ¿Tú coincides con el punto de vista de Juan Pin?

Yunior García: Con la mayor parte sí, con algunos matices quizás no, no tanto. Pero así fue como lo vio él.

Hubo otra cosa polémica. Cuando yo me vi incomunicado, antes de que le cortaran el teléfono a mi novia, me dio tiempo a mandarle un mensaje a Juan Pin. Porque yo había visto el chat del grupo de los treinta un poco subido de tono, con la entrada de Luis Manuel Otero Alcántara, que ya estaba diciendo que él sí iba a ir al diálogo, que él sí tenía derecho. Y otros decían: “Si Luis Manuel Otero no puede entrar, nos plantamos allí y no nos vamos.” A mí me pareció que se estaba saliendo de los acuerdos. Y le mando un mensaje a Juan Pin, diciéndole, antes de que me cortaran todo: “Rechazo que mi firma aparezca en una declaración sin mi autorización. Dejo claro que no soy parte del Movimiento San Isidro, que mi agenda no es la agenda del Movimiento San Isidro.” Eso se publicó en Facebook, y recibió muchos ataques. He estado recibiendo ataques, de todas formas, desde mucho tiempo. No me afectan los ataques, sé que van a pasar de un lado y del otro, y en el grupo de los treinta generó mucho rechazo. Todavía hoy me están pidiendo que le diga a Juan Pin que borre ese post. Pero no lo quiero borrar, porque es histórico. Como mismo está lo que dijo Omara Ruiz Urquiola, un día después del 27, va a estar este post. Es algo que ya la gente vio, que ya se ha reproducido en otros medios, no tiene ningún sentido que lo borre. Si  fue un error, lo asumo.

Y todavía lo estoy pensando hoy, que me han llamado muchos amigos, mucha gente ha hablado conmigo. En estos días, pude ir a la inauguración del Festival de Cine, me han invitado, y pude estar allí, el jueves en la noche.

Rafael Hernández: ¿Estuviste?

Yunior García: A ver, el jueves, ¿qué día fue la inauguración? Creo fue el jueves [3 de diciembre].

Rafael Hernández: Yo no fui.

Yunior García: Sí, a la inauguración del Festival de Cine pude ir sin ningún tipo de problemas. Estuve a veinte metros del Ministro. Pero no lo quise abordar, porque estábamos esperando un pacto de negociación; no tenía que ir a preguntarle en ese momento, sino sencillamente esperar por una respuesta, y todo fue tranquilo. Mucha gente se me acercó del medio, sobre todo del cine, mostrándome solidaridad, apoyo, con algunos matices de diferencia, dejando claro que tampoco apoyaban al Movimiento San Isidro.

En fin, yo creo que los grandes debates en estos días han estado trucados por el tema San Isidro, que yo creo que ya había que trascender. Si bien el Movimiento San Isidro era uno de los objetivos por los que estábamos luchando, no era el centro del problema, sino una parte. Resolviendo los problemas que nosotros vemos como problemas de la sociedad en su conjunto, se resuelven automáticamente los problemas del Movimiento San Isidro. Pero tomarlos como bandera es peligroso, porque no todos concordamos con sus estrategias, con sus modos de hacer, sobre todo con eso, con los de hacer.

Una de las cosas que yo decía en el grupo es: “A mí no me interesa ni ser titular ni formar un show, no me interesa la política estilo Otaola. Yo quiero que seamos serios en esto y que nos tomen con seriedad.” Pero es que éramos unos muchachos casi todos sin experiencia política, artistas con mucho ego, incluso yo también lo reconozco, hay ego de mi parte, y era bastante complicado el asunto.

En este minuto, ahora que estamos aquí sentados, yo todavía no me he ido del grupo de los treinta. Aunque no sé si tenga sentido sentir en un grupo que ya perdió su objetivo, porque ya se cortó el diálogo, no va a haber un diálogo con los treinta. Me molesta, porque a pesar de las diferencias, sentí empatía con mucha de la gente de ahí. Pero a lo mejor tampoco sé si quiera seguir siendo parte de la UNEAC. Soy miembro, pero me siento traicionado por la UNEAC, aunque apoyado por el Consejo de las Artes Escénicas, que sí me ha apoyado, incluso sus funcionarios, incluyendo a Fernando Rojas. A pesar de que estamos en una posición antagónica, él me ha respetado, las funciones han permanecido. Lillitzi, la vicepresidenta, ha tenido una relación de distancia, pero al mismo tiempo, de protección. Me quiere proteger como artista, y eso no lo he visto en la UNEAC. No sé si tenga sentido seguir siendo de la UNEAC.

REPASANDO PROBLEMAS Y EL FUTURO

 Rafael Hernández: ¿Y si se produjera una convocatoria, desde la UNEAC, para establecer un diálogo en torno a todos estos temas? Los relacionado con la libertad de expresión de los artistas, porque al fin de cuentas, ese es el fondo.

Yunior García: Sí. Yo no fui a la reunión de ayer por el contexto específico en el que se estaba dando.

Rafael Hernández: Anjá.

Yunior García: Pero yo sigo defendiendo la opción del diálogo. Dije que no ayer por razones específicas, éticas, de un momento concreto. Pero a partir de ahora yo estoy totalmente abierto a tener diálogo con las instancias que sea. He tenido que apresurarme a decir en medios internacionales, el otro día en una entrevista para la televisión turca y en una para el The New York Times, que esto no es un grupo que quiera dar un golpe de Estado ni "fuerte" ni "blando." Por lo menos, así lo veo yo. No acepto ni donaciones de gobierno extranjero, ni injerencia de gobierno extranjero. Porque ha aparecido, como te digo, la voluntad de muchos gobiernos. El de Estados Unidos acaba de aprobar un millón de dólares ahora mismo, creo que hoy, para apoyar cosas artísticas que tengan que ver con las libertades políticas en Cuba. Me parece un error. En el grupo, yo creo que se valoró la posibilidad. “¿Qué hacemos, se aceptan donaciones?” Yo dije bien claro: “Si aceptan un centavo me voy.” Porque es muy difícil ahora, que nos van a querer manipular por todas las vías.

Pero respecto a lo que tú me dices, estoy perfectamente dispuesto a ir a sentarme con quien sea.

Rafael Hernández: ¿Tú crees que el teatro no ha sido un espacio de debate político en estos años recientes? Yo, como simple espectador del teatro, encuentro que es quizás el espacio de mayor amplitud para presentar ideas. No estoy cuestionando lo que me dices sobre la censura, no lo dudo. Pero al mismo tiempo, mi impresión es que el teatro es un espacio de gran libertad para presentar problemas e ideas que tienen una connotación política. ¿Tú lo ves así o no?

Yunior García: Sí, sí, lo veo así. Yo siento que la libertad que tenemos, por ejemplo, en el teatro, es algo impensable en la televisión. He trabajado para la televisión, he escrito guiones, ahora mismo estoy escribiendo una telenovela que no sé si se aprobará o no después de esto. Pero en la televisión sí hay muchas menos libertades a la hora de tratar temas que tienen que ver con la realidad cubana, muchísimas menos libertades.

El teatro yo sí lo he defendido. Una de las cosas que digo es “Yo soy libre.” Hasta que me demuestren lo contrario, yo camino por ahí para allá como si yo fuera libre. Voy a escribir sin autocensurarme. Voy a poner lo más tremendo que pueda poner ahí, después yo mismo valoraré los tonos, los matices, qué sé yo, pero sin aceptar que nadie me pida “Cambia esta palabra.” Si la cambio, la cambio por mí, por mi decisión.

 Yo siento que sí es así. Aunque hay una trampa, una vieja trampa en Cuba, que no sé de dónde viene ni de cuándo. Pero es una vieja trampa en Cuba, sobre todo entre las personas con más experiencia, que se acercan y te dicen: “Si tú tienes la posibilidad de hacerlo mediante el teatro, utiliza el teatro, limítate a eso, no busques otras zonas, tú no tienes que estar hablando de política, tú no eres un político, tú eres un dramaturgo, di las cosas que tú tienes que decir a través de tus obras.” Pero yo siento que es una trampa, y me pregunto qué hubiera respondido Martí si le hubieran dicho lo mismo: “Martí, qué bien tú escribes, eres excelente poeta, tus obras de teatro son buenísimas, habla a través de eso.” Y me pregunto qué hubiera respondido Lorca si le hubieran dicho lo mismo.

Claro que si esa es mi herramienta fundamental, yo soy ante todo un dramaturgo, y lo hago. Todas esas cosas siempre las he dicho con mi teatro. Pero hay zonas que se van de ahí. Además de eso, soy ciudadano de un país. Hay veces que tengo que hablar como dramaturgo; y hay veces que tengo que hablar como ciudadano. En ese sentido, no acepto esa vieja trampa de soy buen dramaturgo, solamente me voy a limitar a eso.

Rafael Hernández: Está claro.

Yunior García: No sé si hablé más de la cuenta.

Rafael Hernández: Gracias por la sinceridad y por la confianza. Me es enormemente útil tener tu punto de vista desde adentro.

Este es un proceso difícil, sin duda alguna, y que cuesta. Porque todo lo que realmente vale mucho, hay que conquistarlo. Y el asunto consiste quizás en algo que tú mencionabas, en la capacidad para realmente colocarse en una posición de diálogo y de negociación. Precisamente lo último que quiero preguntarte: ¿entre las dos partes, hubo concesiones?

Yunior García: En la primera negociación sí.

Rafael Hernández: ¿Sí?

Yunior García: Nosotros, por ejemplo, cedimos en no estar todos, sino solamente treinta. Cedimos en que no entraran cámaras de televisión, y en que no entraran celulares al lugar. En todo eso cumplimos. Ninguno de nosotros tiene una sola grabación de lo que pasó esa noche, nadie ni tramposamente llevó un teléfono oculto en el bolsillo, o algo así. En ese caso, cedimos.

Y yo creo también que estábamos dispuestos a ceder. Ese primer correo que se mandó, y que se tomó como condición final, era un primer correo dispuesto a ceder.

Personalmente, no estaba dispuesto a que se eliminara a nadie de la lista inicial. Pero negociar la entrada o no de estos nuevos miembros era negociable, no era una condición final. La presencia de Díaz-Canel en la reunión era negociable, no era una condición, digamos, final. Si estábamos dispuestos a ceder: Lo que la oportunidad de ceder no se dio por usar una vía equivocada, que fue el gran error, por usar un correo electrónico.

Rafael Hernández: ¿Tú notaste del lado del Ministerio de Cultura o de las instituciones una disposición a negociar también?

Yunior García: Por esa parte, no puedo hablar. Fernando me llamaba todo el tiempo y me insistía.

Entonces, de todas formas, a pesar de que Fernando sí tenía un diálogo conmigo, yo conozco cómo son las cosas en el Ministerio. Sabía que esa decisión no era del Ministerio, y que políticamente no le convenía al gobierno ni al Partido en este país que ese diálogo se diera tal cual lo estábamos proponiendo.

Rafael Hernández: ¿Pero el hecho de que hubieran podido entrar todos, por ejemplo?

Yunior García: Sí, pero había presión ese día.

Rafael Hernández: ¿Pero fue una concesión o no que dejaran entrar a Tania Bruguera, por ejemplo?

Yunior García: Sí, esa fue la última condición que pusieron y yo me negué. La última condición que puso Fernando fue: “Sáquenme a Tania.” Estamos hablando del 27.

Rafael Hernández: Pero entonces sí concedió.

Yunior García: Sí, sí. 

Rafael Hernández: Aceptó eso.  

Yunior García: Sí, lo aceptó.

Rafael Hernández: Y aceptó hablar de todas estas cosas que venían en la agenda.

Yunior García: Sí, sí.

Rafael Hernández: De hecho, aceptar una discusión sobre San Isidro es aceptar algo que no querían.

Yunior García: Sí, sí. Ese día hubo muchas concesiones, sobre todo por parte del gobierno. Porque ahí quien tomaba las decisiones no era Fernando. Por parte del gobierno hubo muchas concesiones.

Pero una cosa que Fernando me dijo después en una llamada, y que yo entendí claramente. Yo le habia dicho: “Fernando, ¿pero si ella [Tania] entró aquel día por qué ahora no va a volver a entrar?” Y él me dijo: “Es que no es lo mismo.” Y yo entendí que obviamente estábamos hablando de quinientas personas haciendo presión con cámaras internacionales frente al Ministerio.

Entonces habíamos perdido, en esta segunda negociación, el factor presión social. Tener quinientas personas ahí con cámaras grabándonos, con Fernando Pérez de parte nuestra, ya no estábamos en la misma situación para negociar, y teníamos que ser capaces nosotros de reconocer que teníamos que ceder esta vez mucho más nosotros, porque estábamos en desventaja.

Rafael Hernández: ¿Qué tú opinas del grupo que tuvo la iniciativa de la tángana en el Parque Trillo?  ¿Los conoces?

Yunior García: No.

Rafael Hernández: ¿Tienes una idea de quiénes son?

Yunior García: No, no los conozco. He leído algunas cosas en Facebook y creo en esas cosas. Yo hago un podcast los sábados que se llama El enjambre, que sale por internet donde hablé de eso ayer. Yo creo que puede haber sido una idea perfectamente espontánea al principio, de jóvenes que están comprometidos con el proceso y se les pudo haber ocurrido. Lo que creo es que se les fue de las manos. Una vez que eso cayó en manos de la institución,  me refiero a la FEU, y de la FEU por ahí para arriba, ya le mataron estas mismas instituciones que están oxidadas todas. Yo creo que en Cuba hay una enorme crisis organizacional, una crisis de cuadros, donde hay mucha mediocridad y además --voy a usar una palabra que no es científica--, mucha chealdá. Son organizaciones muy cheas. Y cuando eso perdió la libertad de los que idearon la propuesta, cuando ya cayó en manos institucionales, perdió todo el sentido. Y fue lo que fue, o sea, una fábrica de memes, que ha sido la burla, por lo menos en las redes sociales, donde yo me muevo.

A, veces uno también vive en una burbuja, porque está con sus amigos, siguiendo a sus amigos, que son gente que comparten sus ideas más o menos. Cree que toda esa es la verdad. Hay que salirse a veces de esa burbuja, para ver otras ideas. Pero como yo lo he visto [en la TV], fue una fábrica de memes.

Rafael Hernández: Yo me quiero reunir con ellos [los del Parque Trillo] pasado mañana. Y precisamente porque quiero ver la visión de ellos desde adentro, desde ellos mismos, con eso que pasó, con lo que ellos quisieron hacer y cómo ellos ven lo que pasó.

Yunior García: Yo creo que es tan legítimo como lo que hicimos nosotros. Lo que pasa es que nosotros no nos dejamos arrebatar la iniciativa, no nos dejamos arrebatar la espontaneidad. Amén de que hubo algunos que entraron para manipular. Para apropiarse, para ganar espacios, para subirse al tren del momento.

Rafael Hernández: Sí, claro.

Yunior García: Pero nosotros la mantuvimos todo el tiempo. Aunque después quizás la perdimos ya en el grupo de los treinta. A mí me gusta más lo que pasó el 27 que lo que pasó después o lo que pasó antes. Por lo menos ese día no nos dejamos arrebatar la iniciativa.

Rafael HernándezGracias.

 

[1] "Anatomía del 27N cubano y su circunstancia," Nueva sociedad, enero 2021. https://nuso.org/articulo/anatomia-del-27n-cubano-y-su-circunstancia/

[2] "A propósito de una manifestación," OnCuba, 27 de octubre, 2021. https://oncubanews.com/opinion/columnas/con-todas-sus-letras/a-proposito-de-una-manifestacion/

[3] "Protestas en Cuba," Foreign Affairs Latinoamerica," FAL 21-4, septiembre 2021. (https://revistafal.com/fal-21-4/). Entrevistas: "Desafíos del consenso. Política," Alma Máter, 25 de agosto 2021 (https://medium.com/revista-alma-mater/desaf%C3%ADos-del-consenso-pol%C3%ADtica-812e6493746c); "Debate en torno a los hechos del 11 de julio: Desafíos sociales y políticos," Cubadebate, 12 de agosto, 2021 [http://www.cubadebate.cu/especiales/2021/08/12/debate-en-torno-a-los-hechos-del-11-de-julio-desafios-sociales-y-politicos-podcast/] 


Nueve días (y 11 meses) después. Una entrevista a Yunior García


Commentaires

Articles les plus consultés