Estonia: restauración digital de la independencia
Hoy se cumplen 30 años de la recuperación de la independencia de Estonia, de la liberación del dominio soviético. Hoy en día es el país más digital del mundo, y el primero en considerar el acceso a internet como un derecho humano básico.
Estonia: restauración digital de la independencia
El propósito de este artículo es describir el proceso de restauración de la independencia de Estonia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, convertirse en miembro de pleno derecho de la OTAN y la Unión Europea y consolidar su modelo de administración digital.
El colapso de la URSS a principios de los años 90 del siglo XX provocó un efecto en cadena en las repúblicas que habían formado parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El 8 de diciembre de 1991 se reúnen en Minsk, capital de Bielorrusia, Rusia, Ucrania y Bielorrusia para disolver la URSS y crear un proyecto político nuevo. El llamado Tratado de Belavezha dio luz a la Comunidad de Estados Independientes, C.E.I. Se trataba de tres de las repúblicas más prósperas fundadoras de la URSS en el Tratado de la Unión de 1922 lo que, a priori, garantizaba la viabilidad del proyecto.
El acuerdo había sido declarado abierto para que se sumaran a él todas las repúblicas de la ex-URSS y, el 21 de diciembre de 1991 en Almatý, Kazajistán, los líderes de 11 de las 15 repúblicas ex soviéticas firmaron un protocolo del acuerdo de ampliación de la CEI. Las tres repúblicas Bálticas y Georgia quedan fuera de la nueva federación. En el caso Estonia, Lituania y Letonia de manera voluntaria. Georgia quedó fuera por estar inmersa en plena guerra civil hasta que, el 3 de diciembre de 1993, el entonces líder georgiano, Eduard Shevardnadze, solicitó el ingreso formal en la C.E.I.
Estonia había sido gobernada por Dinamarca, Alemania y Suecia durante la Edad Media hasta que terminó formando parte del imperio Ruso en el siglo XVIII. Experimentó un primer periodo de independencia a partir de 1918 a raíz del final de la Primera Guerra Mundial y el colapso del imperio ruso. El 1920 firma un tratado de paz con Rusia que duró hasta el 1940 cuando las tropas rusas invadieron el pequeño país —45.000 km²— y pasó a formar parte de la URSS. Entre 1940 y 1944, Estonia es invadida y sometida por los soviéticos, los alemanes y de nuevo los soviéticos. El trauma de aquella época y los 46 años de ocupación posteriores crearon un frente anti ruso y un fuerte sentimiento pro europeo.
“En realidad el país no proclamó su independencia el 1991, se limitó a la restauración simbólica de la Estonia del periodo de entreguerras, a la reducción de la experiencia soviética a un lapsus y a la romantización folclórica del pasado. En esas sociedades, la independencia significó una reapropiación de un pasado nacional reprimido y reescrito de acuerdo con los principios del régimen soviético.” Los primeros líderes de la restaurada República de Estonia eran en su mayor parte historiadores, los cuales utilizaban expresiones como “restaurar la verdad” y “recuperar el control de Estonia sobre su pasado”.
La república de Estonia, tal y como existe hoy en día, es legal y moralmente la misma República de Estonia que declaró su independencia del imperio Ruso en 1918. Una nueva generación que no ha vivido la experiencia soviética y que ha crecido con referentes culturales globales muestra una identidad más plural y un acercamiento al pasado más pragmático. La restauración supuso la desaparición del ideal igualitario de la URSS basados en la revolución donde los pueblos no existen y del concepto identitario post nacional del ‘Homo sovieticus’.
Un tercio de la población en Estonia y Letonia fueron discriminados por una noción excluyente y puritana de nacionalidad. Los inmigrantes del periodo soviético y sus descendientes se quedaron sin ciudadanía por la “ideología de la restauración” imperante. Todavía hoy en día un 6.1 por ciento de personas nacidas en el país que no han accedido a la ciudadanía, casi 80.000 personas. Solo tienen derecho a la ciudadanía la gente que vivía allí antes de la invasión por lo tanto los rusos no tienen derecho a voto, ni a ser funcionarios ni a tener propiedades. Hay pocos matrimonios mixtos. El sentimiento de amenaza rusa latente ha provocado el desarrollo de una política discriminatoria contra los derechos humanos. Una encuesta del Pew Research Center de julio del 2017 revela que solo el 34% de los habitantes de etnia Rusa en Estonia están satisfechos de cómo funciona el país por un 51% del resto de la población. Otros indicadores como el orgullo de ser ciudadano Estonio (12% Rusos por 42% Estonios), el deseo de protección por parte de Rusia de las minorías étnicas fuera de sus fronteras (76% Rusos 23% Estonios) o la aceptación de la diversidad de orígenes para hacer una sociedad mejor (62% Rusos por 37% Estonios) nos muestran una realidad enquistada en el tiempo.
El año 2004 supuso un punto de inflexión importante para Estonia, Lituania y Letonia. El doble ingreso en la Unión Europea y la OTAN consolidó un giro occidental y un rechazo frontal a Rusia. Los tres países siguen de cerca las injerencias rusas en Georgia, Bielorrusia o Crimea y cada una de las repúblicas actúa en consecuencia.
El gobierno Estonio anunció en 2017 su plan para almacenar copias de seguridad de información clave en “embajadas de datos” o servidores fuera del territorio nacional; uno de los objetivos de la iniciativa es la de asegurarse que, en el evento de que Estonia vuelva a ser ocupada y más tarde liberada, sería posible recuperar y restaurar fácilmente la legitimidad de los datos ‘no ocupados’ y los sistemas de información. Esta iniciativa es un intento de codificar y materializar la doctrina de la restauración en software, código y planificación política para asegurar que el fin de cualquier ocupación futura no conlleve la independencia sino la (re-)independencia, y no solo liberación sino también restauración. A efectos prácticos, esto significa que los servicios básicos del país —especialmente los servicios sistemas públicos críticos— pueden funcionar desde la nube, sin un territorio físico. Las embajadas virtuales aseguran el funcionamiento del Estado —recaudación de impuestos, registro de la propiedad e identificación de los ciudadanos— sin tener en cuenta la integridad territorial del mismo.
La realidad es que el proyecto de las embajadas de datos arrancó en febrero del 2014. Ucrania estaba experimentando una ola pro europea y pro democrática que encontró una respuesta feroz por parte del gobierno de Putin. El ejército ruso se desplegó en la frontera de Ucrania con Crimea y, en menos de un mes, tomaron el control absoluto de las infraestructuras claves de la región. Lorraine Kaljund, consultora internacional del proceso de digitalización en Estonia pudo escuchar más de una vez frases como: “no estaríamos haciendo esto sin lo de Crimea” y “con lo que ha pasado en Ucrania, tenemos que estar preparados por si pasa lo mismo aquí”. Estas frases demuestran que el proyecto de las embajadas de datos son una consecuencia directa de la imprevisibilidad de las políticas neo-imperiales de Putin.
Este proyecto no es solo un producto de la precariedad geopolítica. Es el fruto de una estrategia a largo plazo iniciada a principios de los años 90 para convertir Estonia en “e-Estonia”, un estado en el que los servicios básicos están disponibles en la red. Un año antes de la independencia, la disidencia empezó a construir un registro de la población. El sistema era rudimentario pero ese fue el origen del código que posteriormente identificaría a los ciudadanos de la República de Estonia. Los primeros pasaportes de la nueva nación se emitieron en 1992, y cuando, una década después, llegó la hora de la renovación, el Gobierno aprovechó para entregar la tarjeta de identidad con un chip electrónico para acceder a sus servicios en la Red. Hoy el 99% de los trámites oficiales —un total de 1.789— pueden realizarse en cualquier momento: el portal gubernamental está abierto las 24 horas de los siete días de la semana.
Las cifras demuestran los logros conseguidos con la estrategia digital. El 1997, el 97% de las escuelas estaban conectadas a la red, las reuniones del gobierno se hacen sin un solo papel desde el año 2000, la cobertura WiFi total del país llegó en el 2002, el año 2007 se introdujo el sistema de votación electrónico y desde el año 2012 el 94% de las devoluciones de impuestos se hacen online.
El gobierno presidido por Kersti Kaljulaid está trabajando para firmar acuerdos de doble imposición con otras regiones del mundo lo que permitiría, por ejemplo, que ciudadanos del Reino Unido afectados por el Brexit podrían gestionar sus empresas a través del sistema Estonio utilizando su infraestructura nacional. En otras palabras, un país está compitiendo con sus vecinos basándose en la calidad de su burocracia. No sabemos si conseguirán su propósito de convertirse un competidor global en residencia digital pero sí que han conseguido ser pioneros. El anuncio de Vladimir Putin sobre la desconexión total de Rusia de Internet como periodo de pruebas para crear una nueva red rusa, podría ser una reacción impulsiva ante el empuje electrónico de su ex república rebelde.
BIBLIOGRAFÍA
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