Los 'millenial' de la poesía



Pocas fronteras más difíciles de trazar como qué es o no poético; dependerá de la percepción de cada cual. Sin embargo, siempre hubo un consenso mínimo: "Nada hay de común, excepto la métrica, entre Homero Empédocles; y por esto con justicia se llama poeta al primero y fisiólogo al segundo".
Octavio Paz recuerda esa frase de Aristóteles en su monumental El arco y la lira. Que comienza: "Operación capaz de cambiar al mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior". Lo que no contemplaría Paz es la operación inversa: que lo poético fuera transformado desde afuera; "no por una propuesta artística, sino por una modificación radical de los medios de producción".
Esa última es una de las ideas que propone el peruano Martín Rodríguez-Gaona para explicar una lira muy distinta: La lira de las masas (Páginas de Espuma; X Premio Málaga de Ensayo). Una aproximación al fenómeno de los jóvenesque en España venden miles de ejemplares, bajo el otrora género mendigo llamado poesía, como consecuencia de su exitosa difusión virtual.
A fin de cuentas, la poesía no / deja de ser sexo oral. / Y viceversa.
IRENE X
Gaona incide en la buena noticia que supuso la red para amplificar discursos marginados hasta entonces por elestablishment, en los primeros compases del siglo. Se vino a crear una pequeña comunidad poética amateur en todo el país, pergeñada en recitales de bar y sellos independientes, hermanada por afinidades generacionales y creciendo al compás de "las innovaciones tecnológicas más importantes desde la imprenta". Innovaciones impensables hasta entonces: que cualquiera pudiera dar a conocer su obra, sin intermediarios, a una audiencia potencial inédita. Sin más juez que la respuesta del lector (pronto seguidor), cada vez más instantánea (me gusta); con un correlato analógico en los aplausos de los recitales, tendentes a la autocomplacencia tribal (el buen rollo entre los que se admiran mucho, o lo fingen convenientemente).
Esas inercias derivaron pronto en otras, si no estuvieron siempre: la espectacularidad deglutía a la profundidad, la "pornografía emocional", según Gaona, a la emoción destilada con oficio; los sonajeros demagógicos a la palabra "sagrada y maldita" de O. Paz.
La legítima ambición por ganarse a un público no nació ayer; la guerra de egos entre artistas tampoco. Lo novedoso, y radicalmente decisivo, fueron las posibilidades que internet brindó para crear celebridades. Pero, por la propia deriva del medio, los poemas no iban a ser suficientes (si lo fueron alguna vez): es necesario acompañarlos con la iconografía que la red exige. Crear un relato en torno a la propia imagen: una marca. Exactamente lo que M. McLuhan resumió con "el medio es el mensaje".
"Lo que el mercado les está reconociendo es una auto-representación simbólica", explica Gaona al teléfono. Se trata de "destacar como sea": gustar. Para ello es útil cierta estética moderna; o aludir a referentes culturales masivos. También a cierta "poetización de los cuerpos" (fotos en que no se sabe si la pose casualmente sensual acompaña al verso o viceversa), en una de las contradicciones que señala Gaona en toda esta corriente: el "liderazgo femenino" abanderando "el cuerpo como objeto de deseo". Otra: la "frivolidad grandilocuente" para hablar de "precariedad, exilio y angustia existencial". "Es un cambio de paradigma en que la calidad pasa a segundo plano porque lo primero es la popularidad, que luego se traduce en ventas".
Con descoyuntar aleatoriamente en líneas ("versos") una ocurrencia que antes no hubiera pasado de cuaderno de instituto, basta, mientras se comparta mucho. Así es como "importantes sellos han hecho suyas las propuestas que mejor han funcionado" según seguidores. Así se explica que Espasa promocione a César Brandon, ganador del televisivo Got Talent, como "el poeta que conquistó un país en menos de tres minutos"; que la poeta instagramer Loreto Sesma comparezca fotografiada en el ¡Hola! Y también (¿?) que el Premio Biblioteca Breve fuera adjudicado en su última edición aElvira Sastre: por una primera novela escrita, según el jurado, con "un inocente encanto".
Como pocas veces sucede, las montañas acudieron a (los aprendices de) Mahoma: editoriales ofreciéndose a autores noveles no por cuestiones literarias, sino por poseer una comunidad ya consolidada de compradores: el cantautorMarwan había vendido mucho auto-editándose, antes de fichar por Planeta. José Á. GómezDefreds, lo resumió así en una entrevista con este periódico en 2016: "El mundo funciona de otra manera. Si hubiera llevado el manuscrito a una editorial [antes de esto] me lo habrían quemado".
Para Gaona, la primera "poeta influencer" sería Luna Miguel: paradigma de consenso entre la red y el establishmenttradicional; "it girl que auspicia indistintamente el 15-M, la cultura teen, el feminismo; líder del consumo de tendencias, figura hipster...". También pionera rastreando nuevas voces a través de internet (la antología, anterior a este fenómeno,Tenían veinte años y estaban locos; 2011). "Se me mete en el saco de lo masivo", replica ella, "pero nunca me han importado las ventas. En ningún momento llego a tanta gente como un libro de Espasa". "Se tiende a culpar a los poetuiteros, pero detrás hay editores ganando dinero. Cuando tienes 18 años te dejas llevar; yo también escribí de una determinada manera para participar en premios o antologías. El problema ahora es que las editoriales imponen cómo se debe hacer un libro para llegar a los 10.000 ejemplares". Para ella, no se pone el foco donde se debiera: en el momento "tan plural" de voces poéticas, eclipsadas por las listas de ventas.
La escritora Luna Miguel posa para EL MUNDO en Barcelona.
Respecto a la marca, L. M. recuerda que "no es tan nuevo: piensa en los trajes blancos de Tom Wolfe". Es cierto: muchas figuras (BaudelairePizarnik, el manoseado Bukowski) son ya personajes, arquetipos. La diferencia con este fenómeno, amén los siete abismos de separación, es que la celebridad de aquéllos emanó de su obra, no de sus fotos de perfil. No buscaban congraciarse sino lo opuesto: desafiar con una voz ferozmente solitaria al rebaño. Los poetas de esta nueva ola necesitan proyectar un halo transgresor (cierto malditismocool), pero para cumplir con las condiciones populistas del mercado no pueden sino reproducir lo que sus consumidores esperan: lo sociológicamente correcto, homogéneo. Así, "se toman a ellos mismos como referentes", dice Gaona; se pasan la misma lira. Que por ello tampoco se les puede catalogar como rupturistas, a la manera de las vanguardias del XX: para transgredir una tradición hay que conocerla primero.
Sobre referentes, el crítico y poeta Unai Velasco señala cómo esto ha servido a algunos "para volver a estar en el candelero": autores de mayor recorrido respaldando a estos jóvenes por un feliz intercambio de legitimidad a cambio de repercusión. Pero según Velasco "lo que se intercambian no es legitimidad; es mercado. Los libros de Benjamín Prado [prologuista de algunos de ellos] se venden mucho más. Llevándoles a actos del I. CervantesLuis G. Montero conseguirá que su labor como director sea exitosa en cifras, pero empobrecerá las propuestas... Al apoyarles están tirando su dignidad poética por la ventana".
En realidad no estamos hablando de literatura. Gaona subraya cómo los gigantes virtuales persiguen la planicie clónica de contenidos; lo cual, aderezado con el "abandono cultural de las clases medias" en España, desde el franquismo hasta la LOGSE, y la capitalización mediática de capillas literarias, ha potenciado una comunidad de "consumidores pasivos" (aunada bajo el mantra generacional no me rayes). Por eso, "un poeta magnífico de 70 años puede ser peor porque vende 200 ejemplares, y no 20.000, da igual vender poemas que zapatos".
Escribió Leonard Cohen que "antes de aprender magia conviene estudiar etiqueta". Ya no: hay que estudiarcommunity management. El medio es, al fin, el mensaje, el mensajero y el masaje.

Los 'millenial' de la poesía, rentabilidad contra calidad

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