«La gente con miedo es capaz de sacrificar derechos a cambio de una falsa seguridad»
Untitled, 1940, Leonora Carrington
Los ojos escrutadores de Margaret Atwood (Ottawa, Canadá, 1939), inmensamente claros, parecen intuir el futuro. No adivinarlo, pues ella, aunque escritora de las de merecer el Nobel -por mucho que los académicos se hagan los suecos-, tiene a la ciencia como ley de vida. Predecirlo, vislumbrar lo que está por suceder. Y eso fue, precisamente, lo que hizo mediada la década de 1980, cuando escribió «El cuento de la criada». La autoritaria República de Gilead sigue siendo hoy, afortunadamente, una distopía, pero el discurrir de nuestro mundo presenta síntomas preocupantes. Tanto que, hace cuatro años, antes de que Donald Trump llegara al poder en Estados Unidos, la autora decidió volver a ponerse manos a la obra y escribir una secuela de aquella novela revivida gracias al poder de la nueva ficción, la televisiva.
«Los testamentos» (Salamandra) se publicó en septiembre del año pasado con la expectación de los estrenos deHollywood y Atwood se vio, de repente, tras toda una vida de quehacer literario, convertida en una estrella. La fama, a los 80 años, sigue siendo fama, pero se ve y se vive de otra manera. Aunque se disfrute igual, o incluso más. Luego vino el Booker y la agridulce experiencia de tener que recibirlo al tiempo que despedía a su pareja, el también escritor Graeme Gibson. Desde entonces, y pese al duelo, o quizás por él, para no tener que afrontar la soledad de una casa vacía, oscura, de luto, Atwood no ha parado. Cosas de la promoción, y de la vida... Ay. Su último destino fueColombia, donde hace unos días participó en el Hay Festival de Cartagena de Indias.
Escribir la secuela de una novela más de tres décadas después no es una tarea fácil… Me pregunto cómo se siente ahora, ¿está aliviada?
La publicación fue un momento muy emocionante. ¿Cómo me siento? Bueno, no he terminado todavía. De aquí me marcho a Los Ángeles, luego voy a ir a Australia, Nueva Zelanda, Irlanda y en marzo voy a ir a España.
Ah, somos afortunados, entonces (reímos). Ha reconocido que decidió escribir «Los testamentos» porque sus lectores querían, pero también para dar respuesta al mundo en el que vivimos.
Los tiempos han cambiado. En la década de 1970, se consiguieron muchas cosas, las mujeres consiguieron más derechos. Escribí «El cuento de la criada» para plantear algunas preguntas...
¿Como cuáles?
Como qué pasaría si en Estados Unidos hubiese un totalitarismo o una dictadura. ¿De qué tipo sería? ¿Sería comunista, se consideraría fascista? Es decir, cómo se organizaría a la gente en torno a esas ideas en Estados Unidos a diferencia de otros países. Me interesa mucho la manera en que las dictaduras y los totalitarismos evolucionan.
¿Y de dónde viene ese interés?
Porque soy lo suficientemente mayor para recordar las dictaduras y los totalitarismos del siglo XX. Soy lo bastante mayor como para recordar a Mussolini, a Franco, a Salazar... Estaba viva al mismo tiempo que ellos. ¿No es escalofriante? Escribí «El cuento de la criada» para ver qué tipo de dictadura se desharía de la Constitución estadounidense, que es lo que parece que están haciendo ahora, en cualquier caso.
De hecho, la novela tiene una lectura bastante vigente.
Son cosas que siguen pasando. Y ahora se está produciendo un mayor retroceso. En 1989 terminó la Guerra Fría y todo el mundo dijo: «Los problemas están solucionados». Luego se produjo el 11-S, que cambió toda la situación geopolítica. Después, la debacle económica, que lo cambió más. Cuando la gente tiene miedo y se siente amenazada se vuelve más conservadora y está dispuesta a sacrificar derechos a cambio de una falsa seguridad. Siempre es mentira, pero es lo que la gente piensa. Por eso optan por gente como el presidente de Brasil ahora.
Así que hemos ido a peor...
En la década de 1990 avanzábamos sin problemas. Luego hubo un pequeño interregno de Obama. Pero en campaña electoral los republicanos dijeron cosas muy raras, incluidas algunas muy peculiares sobre las mujeres.
¿Qué tipo de cosas?
Si vas a hacer leyes sobre algo, deberías entender cómo funciona. Las leyes que planteaban sobre el cuerpo de las mujeres están basadas en ideas, no en la biología o en la verdad. Hacen afirmaciones increíbles, como que si te quedas embarazada, no es realmente una violación...
Eso es terrible.
Y, además, no está basado en hechos objetivos. No es verdad. Estoy a favor de la verdad. Me gusta que las cosas se basen en la realidad y en lo que es verdad. Y eso no es verdad.
Pues vivimos en la época de las «fake news»...
Sí, por eso tenemos que seguir diciendo que eso no es verdad. Los republicanos dijeron esas cosas en las dos elecciones de Obama. Pero en las elecciones de 2016 esa gente se hizo con el poder y quieren llevar a cabo su programa. Empecé a escribir «Los testamentos» antes de las elecciones de 2016 porque se veía cómo iban las cosas. Ahora llevamos tres años y medio de Gobierno de Trump y no se sabe si ganará estas elecciones o no. Dependerá de los demócratas, de lo que hagan y de si se destruyen entre ellos.
Bueno, parece que es justo lo que están haciendo...
Lo que pasó en las últimas elecciones es que seis millones de demócratas no votaron. Si lo hubiesen hecho, sería una historia diferente, pero no lo hicieron… Por desgracia, con la tecnología es más fácil controlar a las poblaciones o mantenerlas vigiladas. Piratean sus teléfonos, los correos electrónicos... Si fuese una persona que se resistiese, no usaría ninguna de estas cosas (señala el teléfono con el que está siendo grabada nuestra conversación).
Pero usted las usa.
Porque no vivo en Gilead. Vivo en Canadá. No soy un cerebro de nada (ríe).
¿Cómo valora el actual movimiento feminista?
El movimiento feminista es muy amplio, y dentro de él hay unos 75 tipos diferentes. Algunos probablemente no te gustarían mucho, como el que se llama «feminismo radical» y cree que sólo hay dos géneros; pero eso no es verdad, su postura se basa en algo que no es verdad. Hay que seguir insistiendo en decir la verdad. Cuando la gente dice «el movimiento feminista», siempre tiene que especificar qué tipo. El grupo con el que lanzamos el libro fue Equality Now, que trabaja en leyes, en muchos países diferentes, para hacer las cosas más igualitarias para las mujeres y las niñas en todo tipo de ámbitos: la educación, la atención sanitaria, el empleo... Son los ámbitos que me interesa apoyar. La igualdad ahora... ¿Qué significa la igualdad? ¿Cómo trasladas eso a la vida real? ¿Eso significa que tienes que orinar de pie? No.
En realidad, todos los extremismos son malos, perjudiciales.
Un par de cosas sobre eso. Lo primero: ¿es verdad o no es verdad? Con todo hay que ver si es verdad o no. Si no es verdad, ¿es justo actuar como si lo fuese? A veces puede que sea verdad, pero no es justo. Hay que hacerse esas dos preguntas con todo, y hay que poder contestar si es verdad o no. ¿El extremismo se basa en la verdad? Las cosas que se consideran extremismos a veces crean cambios positivos si se basan en la verdad. ¿Es verdad que hay una crisis climática? Sí. ¿ Greta Thunberg es una extremista? Yo diría que no, yo diría que es una realista. Para una persona es extremismo, y para otra es realismo. Hay preguntas abiertas. ¿Dios existe? No puedes probar que Dios existe y no puedes probar que no existe. No es una cuestión demostrable. Por tanto, soy una agnóstica estricta, muy estricta. ¿Qué significa eso? Significa que no puedes proponer como una realidad algo que es una idea hasta que no se demuestre.
Es curioso, porque cuando se publicó por primera vez «El cuento de la criada» algunas personas le decían que el libro era una advertencia de que el feminismo iba demasiado lejos.
Sí, decían eso.
¿Siguen diciéndolo?
No parece que lo digan más. Dicen otras cosas peculiares, pero no esa.
¿Qué otras cosas peculiares le dicen?
Lo interesante de este libro es que, sea cual sea el país al que vayas, vas a conocer a una mujer que piensa que se trata de su país. Y eso es bueno, porque es lo que pretendía. No quería ser demasiado concreta. Me dicen que se lee mucho en Irán… Mi teoría es que la posición de las mujeres empezó a deteriorarse con la aparición de la agricultura, del cultivo a gran escala de los campos, especialmente el trigo. Han desenterrado personas de la Edad de Bronce, y los hombres comían carne y trigo, pero las mujeres sólo trigo. Eso demuestra una pérdida de estatus y muestra también que surge una cultura de guerreros. Ahora nos encontramos en un periodo en el que la fuerza de la parte superior del cuerpo no es tan importante. Puedes trabajar con un teclado. No tienes que arar. No tienes que tener 14 hijos para que ayuden en la granja. El auge de las mujeres coincide con la aparición de las máquinas de escribir y los ordenadores. Una cosa que me hace mucha gracia es que los empresarios solían tener secretarias y ahora tienen que escribir ellos mismos. ¿Sabe qué?, pueden hacer eso también (ríe)
En noviembre va a publicar su primera colección de poesía en más de una década.
Nunca he dejado de escribir poesía. La cuestión es que he acumulado lo suficiente para hacer un libro.
¿Es muy diferente para usted escribir novelas y escribir poesía?
No puedo decir que sea verdad, pero mi teoría es que interviene una parte distinta del cerebro. Creo que el lado del cerebro que tiene que ver con el tiempo presente, con las cosas visuales, las relaciones espaciales... esa parte del cerebro interviene más en la poesía, y es la parte que está más cerca de las matemáticas y de la música. La prosa narrativa y la ficción tienen más que ver con la parte que se encarga del habla. Se sabe, por ejemplo, que en algunas lesiones cerebrales, si resulta imposible hablar, se puede cantar, se puede cantar palabras. Una de las terapias para la gente que tiene tartamudeo es cantar palabras sin tartamudear. Son dos áreas distintas del cerebro. Es mi teoría, pero no sé si es verdad (ríe).
Hace unos días charlaba con una buena amiga, que también es una buena escritora, y nos preguntábamos por qué es tan difícil que las mujeres ganen premios literarios.
Tiene gracia que lo mencione. Hemos pensado lo mismo (ríe). En Norteamérica vamos a crear un premio de ficción sólo para mujeres, como el Orange en Inglaterra. El anuncio se hará el mes que viene.
O sea que me ha dado una exclusiva.
Sí, esa es la idea (ríe). Han realizado estadísticas sobre ello... Antes era así porque no había muchas mujeres escritoras, pero eso ha cambiado mucho. No es solo una cuestión de mujeres escritoras, sino de grupos minoritarios, de escritores indígenas. La gente es mucho más consciente de eso, pero también de la composición de los jurados. Pero no puedes caer en la trampa de decir que hay que darle el premio a esta persona porque es de un determinado género, porque eso quiere decir que el premio no se ha otorgado a la excelencia, se ha concedido por ser de un grupo. No quieres que se dé ese tipo de situación porque si no estarías en la Unión Soviética bastante rápido.
Bueno, al crear un premio sólo para mujeres, evitan esa parte...
Evitamos esa parte, pero no evitamos ninguna de las demás partes (ríe).
Antes ha mencionado a Greta Thunberg y la ha calificado como una persona realista. ¿Qué le parece la implicación de los más jóvenes en la lucha contra el cambio climático?
Estoy totalmente a favor de ellos. Son geniales. Están teniendo un cierto efecto. No se les puede ignorar, ya no se puede ignorar más este problema. Lo que pasa con estos niños es que dentro de poco van a ser votantes. No puedes ignorarles sin más. Mis padres fueron algunos de los primeros ecologistas, eran biólogos. Lo he sabido desde hace mucho tiempo. Se sabe, pero los políticos han actuado despacio debido a los grupos de presión y a los lobbies. No va a ser mi problema, quizás me equivoque, porque ocurre más rápido de lo que pensábamos, pero voy a estar muerta. Por tanto, los jóvenes van a ser una parte enorme de la solución.
Esas nuevas generaciones también están muy familiarizadas con Netflix y todas las demás plataformas de «streaming» en las que consumen muchos tipos distintos de ficción. Me pregunto si la manera de contar historias ha cambiado.
Sí, lo ha hecho. Los servicios de «streaming» son un elemento muy positivo para los escritores de novelas más largas, novelas que no se pueden condensar en 90 minutos sin eliminar mucho. Piense en «Guerra y paz», por ejemplo... No puedes poner eso en una película, a no ser que la aceleres. Tiene que ser tan larga como la novela para hacerlo.
Por cierto, ¿ha visto la nueva versión de «Mujercitas» de Greta Gergiw?
Sí y me ha encantado, es fantástica. Me encanta lo que hizo con el final. Es un truco victoriano, una novela y dos finales. Tienes esa opción, la opción de qué creer y está muy bien hecho.
A sus 80 años, disfruta del éxito. Pero, ¿alguna vez temió que sus palabras no se escucharan?
No he pensado en eso... Creo que la gente que realmente ejemplifica ese tipo de situación es la que vive en regímenes opresivos en los que les matarían inmediatamente si se oyesen sus palabras. Todavía se encuentran manuscritos de la Segunda Guerra Mundial de gente que escribió muy en secreto. Anna Ajmátova es el mejor ejemplo. ¿Puedes escribir en ese tipo de condiciones? Es una pregunta abierta. ¿Tus palabras tendrán algún día un lector? Porque es muy fácil que no tengan uno. Vasili Grossman escribió «Stalingrado», se publicó, pero fueron destruidas todas las copias; por suerte, un amigo tenía otra copia. Es muy arriesgado escribir en una dictadura que está decidida a suprimir todas las críticas.
Hemos hablado de Trump. Todos sabemos cuál será el resultado del «impeachment» [la entrevista tuvo lugar varios días antes de la votación], pero se ha llevado a cabo.
Todo el mundo lo ha sabido siempre. Tiene que verlo como una partida de ajedrez en la que juega Nancy Pelosi. No podía no presentar las acusaciones. Lo que estaba haciendo era demasiado escandaloso. Lo que han hecho ha sido poner a los republicanos bajo los focos.
Por último, siento curiosidad por saber qué le preguntan los lectores ahora que tienen la secuela, que por fin han leído «Los testamentos».
La pregunta que me hacen más a menudo ahora es: ¿hay esperanza para la raza humana?
¿Y la hay?
Por supuesto que hay esperanza. Siempre. Eso no significa que esté justificada. Si no la tuviésemos, no nos levantaríamos por la mañana. Entonces, deberíamos actuar en función de la esperanza. Si no tienes esperanza, no haces nada. Estoy a favor de la esperanza.
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