INTELECTUALES, el MISERABILISMO no es dignidad ni respeto, callaos, por favor!

AY, por Dios, y tengo amigos celebrando estos dos artículos, por favor, qué hay de nuevo? intelectuales hablando de dignidad, cultura, patria, anticapitalismo, antimercado, y teque teque que te remeten sin vaselina, por dios, critican porque van en la línea del juego, policías buenos y policías malos pero se callan ante el relajo, la destrucción del patrimonio, la división de la literatura y el arte entre los que quedan y los de afuera, por dios, hijos mios, piensen antes de alabar tuercas que aprietan porque el propio sistema las pone, las engrasa y tiene para regularizar su bochorno.

 Por favor. RESPETO A LA PATRIA? respetenla, cojones. y la estupida frase esa de que Cuba no es Africa, cojones, pero hasta donde llegan con ese odio al negro?

Mejor que se callen, en el estado actual de las cosas, la gente quiere aire nuevo, usar en sus declaraciones que Cuba no es Africa, o que las chicas tienen ropa ligera, con esas trusas feas enormes sobre ellas, todo eso es de un rancio a vomitar, y andar pregonando que la Patria, mi patria, concho, que ellos pisotean con su silencio, ahora puede ser criticada porque ve el mundo, por favor, que no pierdan tampoco la oportunidad de guardar silencio y respetar a ese pueblo perdido, confundido por la nueva operación Yanquis si; les viran las consignas al reves, dicen que es bueno lo que no era, siguen en la misma carencia, y ven desfilar Chanel, y les molestan los espejitos? 

 NO , QUE SE CALLEN, lo que debe molestarles es que la isla sea prisionera de una familia y la gente no pueda escoger el espejito con que se mira el culo, y estoy muy encabronada, muy encabronada para revisar esta respuesta. Lo siento.


EL MISERABILISMO * NO ES  respeto NI DIGNIDAD, por favor  


Ante lujuria y silencio, intelectuales cubanos piden más respeto a la Patria


Dos notas aparecidas hoy en la prensa cubana, escritas ambas por intelectuales cubanos, una, de puño y letra de la profesora de varias generaciones de universitarios, Graziella Pogolotti y otra escrita por Desiderio Navarro, resaltan la necesidad de defender los valores culturales cubanos patrios por encima de la mediocridad y los dólares.

Graziella, en nota publicada en el diario Granma titulada “Moriré de cara al sol” aborda el suceso “Fast and Furious” tomándolo como ejemplo de “producto extranjero” y define con claridad meridiana los inmensos peligros que esta “hiperbolización de lo extranjero y mediático” puede representar para nuestra cultura y cubanía.


Dice la profe:
las definiciones conceptuales son imprescindibles en los días que corren. Las bases de la nación residen en ese mosaico diverso del que todos formamos parte, un pueblo de intelectuales, obreros, campesinos, activistas políticos, portadores de tradición y memoria diversas marcadas por la localidad, por la raza, por la edad, por el género, que compartimos angustias, dificultades y celebraciones festivas. La creación artística y literaria constituye parte de esas complejas redes culturales. En la historia de cada una de las manifestaciones se ha producido siempre el intercambio estimulante entre el adentro y el afuera.”


Graziella Pogolotti, intelectual cubana. Foto: Juventud Rebelde
No existe en el artículo – amén de lo que algunos puedan ver – una oposición férrea a lo que de afuera venga.
Una de las líneas centrales de su texto, se refiere al decoro patrio,  a la patria misma, y a la necesidad de anteponer a las necesidades económicas una regulación de lo imprescindible: la vida del cubano.
"Estos comentarios nacen de algunos fenómenos que, coincidentes, se han manifestado en la capital. Rápido y furioso, filme comercial de pésima calidad, irrumpe de manera violenta en el vivir habanero. Per­turbó las comunicaciones en las áreas centrales. Afectó a estudiantes y trabajadores. Aña­dió tensiones al difícil vivir cotidiano. Algo similar ocurrió con la presencia de la pasarela de Chanel. Impuso prohibiciones inaceptables a los pobladores de algunas zonas. La llegada del primer crucero norteamericano, según la difundieron nuestros medios informativos, fue acogida por una coreografía propia de un cabaret más que de un espacio público: las muchachas portaban un brevísimo vestuario hecho con la bandera nacional."


Mulatas vestidas con la bandera patria durante el agasajo a los turistas del Crucero Adonia. Foto tomada del Blog Negracubanateniaqueser 
El sentido común indica la necesidad de abrir vías al comercio, a la inversión y al turismo para afrontar las dificultades económicas que nos afligen. El mandato de la realidad no puede llevarnos a olvidar que se trata, ante todo, de la lucha secular por la defensa de la nación soberana. Nos ampara el derecho a establecer, en cada caso, las reglas del juego. Es deber de todos exigir el respeto a la dignidad de nuestros ciudadanos, aquello que Martí nombraba decoro.
Coincidente con Graziella, Desiderio analiza la “espectacular bienvenida brindada a los turistas – principalmente americanos - que llegaron a Cuba a bordo del crucero Adonia.
Bastara en sí, el genial poema de Nicolás Guillén con el cual Desiderio termina su artículo:
De dos en dos,
las maracas se adelantan al yanqui
para decirle: –¿Cómo está usted, señor?
Cuando hay barco a la vista,
están ya las maracas en el puerto,
vigilando la presa excursionista
con ojo vivo y ademán despierto.
¡Maraca equilibrista,
güiro adulón del dólar del turista!
Desiderio reclama una respuesta más efectiva por parte de las instituciones culturales cubanas – y por qué no, de los organismos vinculados a las relaciones exteriores – a la hora de agasajar a los invitados extranjeros.
Hay que declarar inadmisible, de una vez por todas, la eterna coartada economicista de las “buenas intenciones” de la captación de divisas y turistas.


Desiderio Navarro. Foto: Cortesía de Cartas desde Cuba
Se parte del respeto al símbolo, se parte del respeto a la mujer, y la infeliz coincidencia de que todas las bailarinas que esperaron a los turistas del Adonia eran mulatas. Cuba, no es África, y como bien diría un amigo: en Cuba, hay bailarinas blancas que saben menear la batidora.
Si bien es cierto que en las bienvenidas se suele ofrecer “lo más autóctono”, el bailador pueblo cubano no puede reducirse a esos fetiches festinados, y para colmo vestidos con la bandera.
Ya en otras épocas, como bien me apuntaba otro amigo, en los carnavales se vestía a una chica de patria, y con gorro frigio, pero imperaba la solemnidad y el respeto.
Un grupo de son, unos bailarines vestidos con atuendo típico, una danza folclórica sí, lo otro, no. Cuba debe "vender" otras cosas, no mulatas ardientes y festivas.
"Ante casos como éste, lo más comprometido de la intelectualidad y de la sociedad cubana en general seguramente no permitirá que, con su silencio, la voz de unos pocos intelectuales aislados resulte, sin quererlo, la única expresión de la conciencia crítica de la sociedad en la esfera pública. A todos los que amamos este país y su cultura nos toca ser los aguafiestas impugnadores del mercantilismo turístico inescrupulosamente pragmático, de la apropiación real y simbólica de espacios públicos por el lujo aristocrático o la banalidad pedestre corporativos foráneos, de la entrega de nuestras calles y nuestra cultura y hasta nuestra bandera como espectáculo o paisaje de fondo a la medida de los caprichos, fantasías y expectativas del Otro-con-Money."
Lástima, apunto yo, que esta compra-venta de nuestra idiosincrasia sea la que haga saltar las alarmas. Fast&Furious, Chanel, Adonia, no son más que otros reflejos visibles de un aparente – y lamentable - destino de las cosas, del silencio apacible, de delegar responsabilidades sin previos consensos entre partes involucradas, y muchas veces sin contar con la aprobación popular y este, sin aparente capacidad de respuesta ante el entuerto.
La intelectualidad cubana reacciona. No se puede cambiar el país por espejitos. No se puede perder la cultura; mucho menos la historia.
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miserabilismo*

Miserabilismo

Ricardo Gullón




  —237→  
El término había sido empleado por los alemanes, pero Jean Schlumberger, en 1937, lo acuñó y precisó, respondiendo a la necesidad de definir adecuadamente un estado de espíritu que, si ya entonces estaba en auge, creció luego hasta niveles amenazadores.

Se registra en la literatura moderna (y no sólo en la francesa, aunque en ella alcance significativo volumen) una tendencia a poner de relieve acontecimientos, fenómenos e inclinaciones en que se manifiesta con crudeza la parte de naturaleza humana dominada por la miseria inherente a su condición, para, a la vista de tales lacras, declarar imposible e insincera cualquier tentativa de perfeccionamiento o incluso de cambio.

Considerar al hombre cautivo de su propia miseria y suponerse condenado a soportarla conduce, más que a la rebeldía, a la desesperación y a la angustia. A la angustia existencial de quien cree vivir en el absurdo y sin finalidad, nacido para la muerte, anticipo de cadáver y al borde de la podredumbre. Los escritores miserabilistas (algunos los llaman hoy, con grave error, existencialistas) decretaron la nulidad de la esperanza y rechazaron como fútiles y especiosas las razones en que se funda. Sus libros tienen un aspecto tajante y desesperado; sus palabras, aun siendo sinceras, suenan a falso, pues el hombre es algo más que basura; hay siempre en él una secreta fuerza, pasión y voluntad de corregir y de corregirse, de mejorar y de mejorarse.

El miserabilismo es una actitud parcial y lo es deliberadamente en cuanto se niega a ver la real complejidad de la imagen que pretende reflejar. El hombre no es sólo el recipiente de inmundicias inventado por su pesimismo, pues si la inmundicia no le es ajena, a su lado, contrapunto justificativo, sitúanse delicadezas y emociones que le enaltecen, sentimientos que le justifican.

Al mundo negro y torvo del miserabilismo no es justo contraponerle el mundo rosa y bobo de las inepcias «idealistas». El problema no se resolverá enfrentando la negación absoluta a la afirmación gratuita; para acercarse a la verdad, es necesario sopesar ponderadamente la totalidad de contrastes en que el hombre existe. Pensar cómo pueden coincidir, cómo coinciden en el alma movimientos contradictorios de fe y desesperación, con sutiles desviaciones que implican el alternado predominio de la una o la otra.

ilustraciOn: Wojtek Kowalczyk





Por Desiderio Navarro
Esto no es más que una vergüenza que retoma, recombina y refuerza, hasta usando símbolos patrios, algunos de los peores fenómenos negativos señalados más de una vez en los Consejos Nacionales y en las reuniones de la Comisión de Cultura y Turismo de la UNEAC.
Ya en el Power Point que sobre el marketing turístico presenté hace varios años ante el Consejo Nacional de la UNEAC aparecían varias imágenes para turistas –afiche, lata de bebida, escultura en madera pintada– que, en una fusión de sexismo, racismo y pseudofolclor, ofrecían mulatas sensuales vestidas con la bandera cubana. La gran diferencia es que esas imágenes ahora ya han cobrado cuerpo y vida y bailan para el turista estadounidense.
Sólo una combinación de concientización ideológica y sanciones administrativas podría contrarrestar ese “vale todo para vender”, ese mercantilismo inescrupuloso en busca de esa “Money” que, simbólicamente, la foto descubre en el fondo y pone de relieve entre los dos cuerpos femeninos.
Hay que declarar inadmisible, de una vez por todas, la eterna coartada economicista de las “buenas intenciones” de la captación de divisas y turistas. De lo contrario, los “casos puntuales” serán cada vez más escandalosos y reiterados. En realidad, son casos sintomáticos tan
“puntuales” como las puntas de icebergs.
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Ante casos como éste, lo más comprometido de la intelectualidad y de la sociedad cubana en general seguramente no permitirá que, con su silencio, la voz de unos pocos intelectuales aislados resulte, sin quererlo, la única expresión de la conciencia crítica de la sociedad en la esfera pública. A todos los que amamos este país y su cultura nos toca ser los aguafiestas impugnadores del mercantilismo turístico inescrupulosamente pragmático, de la apropiación real y simbólica de espacios públicos por el lujo aristocrático o la banalidad pedestre corporativos foráneos, de la entrega de nuestras calles y nuestra cultura y hasta nuestra bandera como espectáculo o paisaje de fondo a la medida de los caprichos, fantasías y expectativas del Otro-con-Money.
Y sin más, que de actitudes hable Nicolás!

Maracas
De dos en dos,
las maracas se adelantan al yanqui
para decirle: –¿Cómo está usted, señor?
Cuando hay barco a la vista,
están ya las maracas en el puerto,
vigilando la presa excursionista
con ojo vivo y ademán despierto.
¡Maraca equilibrista,
güiro adulón del dólar del turista!
Pero hay otra maraca con un cierto
pudor que casi es antimperialista:
es la maraca artista,
que no tiene que hacer nada en el puerto.
A ésa le basta con que un negro pobre
la sacuda en el fondo del sexteto;
riñe con el bongó, que es indiscreto,
y el ron que beba es del que al negro sobre.
Ésa ignora que hay yanquis en el mapa;
vive feliz, ralla su pan sonoro,
y el duro muslo a Mama Inés destapa,
y pule y bruñe más la Rumba de oro.
Nicolás Guillén, West Indies, Ltd. (1934)



foto by James Barnor

Moriré de cara al sol

Graziella Pogolotti: "La batalla contemporánea por la supervivencia de las naciones se libra en el terreno de la cultura otra, la que entra por los poros, por las distintas vías de comunicación masiva"
No me gustan los frijoles. Detesto la malanga. Soy emigrante y procedo de una familia de emigrantes. Solo mi padre había nacido en La Habana. Cubano hasta la médula, a pesar de haber vivido en otros países durante muchos años, quiso dejar sus huesos en esta tierra y, por suerte, lo logró.
La pasión por la Isla me fue entrando por los poros, a través de la fascinación por el mar y el olor a salitre en la feliz circunstancia del agua por todas partes. Adquirí el sentido de pertenencia en el barrio donde transcurrió parte de mi infancia y de mi juventud, aquel San Juan de Dios cercano a la Loma del Ángel, habitado por gente modesta, trabajadora, pobre, pero decente, obreros, dependientes de tiendas, maestras normalistas sin trabajo, oficinistas. Era un mundo de puertas abiertas, en el que cualquiera socorría al vecino en caso de necesidad y se conversaba de balcón a balcón a través de la estrecha calle Peña Pobre. Fue también en el parque, donde todavía se entonaban rondas como “Arroz con leche se quiere casar con una viudita de la capital…”. En la primaria aprendí los rudimentos de nuestra historia. Una caída violenta amenazaba con dejarme una cicatriz: “No importa —contesté— tendré una estrella en la frente como Calixto García”.
De ese modo, fui avanzando por la vida. Viajé. Me especialicé  en literatura francesa en París. Recuperé mis vínculos con mi familia italiana. Pero en el alma tenía ya sembrados el arraigo a la nación y a la cultura cubanas, ambas inseparables. Se había afianzado durante mis estudios universitarios, cuando estrené mi voluntad de lucha a favor de la construcción de un país verdaderamente so­berano, que no se mostrara al mundo como una república bananera. Después del triunfo de la Revolución, tuve la oportunidad de contribuir a la edificación de esos sueños en los espacios que me resultaban cercanos: la educación y la cultura.
Evoco esos recuerdos porque las definiciones conceptuales son imprescindibles en los días que corren. Las bases de la nación residen en ese mosaico diverso del que todos formamos parte, un pueblo de intelectuales, obreros, campesinos, activistas políticos, portadores de tradición y memoria diversas marcadas por la localidad, por la raza, por la edad, por el género, que compartimos angustias, dificultades y celebraciones festivas. La creación artística y literaria constituye parte de esas complejas redes culturales. En la historia de cada una de las manifestaciones se ha producido siempre el intercambio estimulante entre el adentro y el afuera. No comparto por ello las preocupaciones de quienes observaron con desconfianza el concierto de los Rolling Stones. Pensé de inmediato en la generación que convirtió en íconos a los Beatles. Allí estuvieron grupos de amigos junto a sus hijos de distintas edades, en feliz convergencia de generaciones. La auténtica creación de nuestro país tiene la capacidad de metabolizarlo todo.
Sin embargo, la batalla contemporánea por la supervivencia de las naciones se libra en el terreno de la cultura otra, la que entra por los poros, por las distintas vías de comunicación masiva. Es la que interviene directamente en la vida cotidiana, fabrica sueños, favorece la evasión e inhibe el ejercicio del pensar. El hacedor de una obra material o inmaterial, semejante al artista, guarda con ella una relación afectiva, siempre que en la realización se hubiera desplegado amor y entrega. En las noches febriles de desvelo se acrecienta el cariño por los hijos.
Complejo tejido de vida, memoria, costumbres, formas de convivencia, ce­le­braciones, imágenes artísticas, la cultura nutre el imaginario popular y cristaliza en los símbolos sagrados de la patria. Los cubanos nunca hemos sido xenófobos: minados por la feliz circunstancia del agua por todas partes, la Isla ha sido un puerto. Terminada la Guerra de In­de­pendencia, los españoles que optaron por permanecer en el país, incluidos soldados del ejército de ocupación, recibieron trato respetuoso y fundaron hogares. Pero el orgullo legítimo emanado de una cultura de resistencia, no puede ser lacerado. Se contrapone al aldeano vanidoso, mimético seguidor de modas ajenas a las demandas de su contexto específico, ciudadano vergonzante de un país que subestima, obsequioso y obsecuente con los prepotentes que lo desprecian.
Estos comentarios nacen de algunos fenómenos que, coincidentes, se han manifestado en la capital. Rápido y furioso, filme comercial de pésima calidad, irrumpe de manera violenta en el vivir habanero. Per­turbó las comunicaciones en las áreas centrales. Afectó a estudiantes y trabajadores. Aña­dió tensiones al difícil vivir cotidiano. Algo similar ocurrió con la presencia de la pasarela de Chanel. Impuso prohibiciones inaceptables a los pobladores de algunas zonas. La llegada del primer crucero norteamericano, según la difundieron nuestros medios informativos, fue acogida por una coreografía propia de un cabaret más que de un espacio público: las muchachas portaban un brevísimo vestuario hecho con la bandera nacional.
El sentido común indica la necesidad de abrir vías al comercio, a la inversión y al turismo para afrontar las dificultades económicas que nos afligen. El mandato de la realidad no puede llevarnos a olvidar que se trata, ante todo, de la lucha secular por la defensa de la nación soberana. Nos ampara el derecho a establecer, en cada caso, las reglas del juego. Es deber de todos exigir el respeto a la dignidad de nuestros ciudadanos, aquello que Martí nombraba decoro. El Maestro aspiró a morir de cara al sol. Así fue su caída, un 19 de mayo. Yo también quiero morir así, de cara a la luz, a la verdad, a los principios, al sentido de mi existencia, descubierto en esta Isla a la que llegué a punto de cumplir ocho años, sin saber el idioma y sin tener noción de su historia y su geografía. Aquí me sumé a la causa de la emancipación humana, a la lucha por los marginados de la tierra.

(Tomado de Juventud Rebelde)
 

Commentaires

deja dar una vuelta al mar, porque esto le importa poco a los intelectuales cubanos, - lo van a relinquear, y despues, dentro de tres dias hablaran y hablaran cascaras del asunto y luego pasara a noveno plano, ahora que todos quieren estar en el bombo del mas puro tabaco- lo mismo pa fumar que para uso orgasmico. Ya tengo bastantes enemigos en el exilio por decir lo que pienso. Voy al mar
Anonyme a dit…
L Santiago Méndez Alpízar a ver, estoy de acuerdo en criticar la manera miserable, vetusta, digna de seguir dando vida a los peores -quizá- versos de un gran poeta: pero siento igual un tufillo a pecado, a no cuestionar determinados atributos, sentimientos colectivos: ahí entonces voy a estar siempre del lado de los que pensamos que todo es cuestionable, también la patria, dios, y los símbolos con los que se representan. las personas deben ser libres, y la bandera pocas veces en los últimos 50 años estuvo más alegre, bien puesta que ahora en las carnes de esas rumberas pin-up!

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