El Señor Gordo: Billete de ida al paraíso

El Señor Gordo: Billete de ida al paraíso:   A partir de ciertos niveles de maldad, sucede como con los números. Hay cantidades que sinceramente cuesta imaginar, por grandes o pequeñ...

Billete de ida al paraíso

  A partir de ciertos niveles de maldad, sucede como con los números. Hay cantidades que sinceramente cuesta imaginar, por grandes o pequeñas. Con la maldad sucede lo mismo. A veces se superan ciertos límites que resultan incomprensibles. ¿Quienes son esos tipos dispuestos a llegar a un aeropuerto o a una estación de metro y son capaces no solo de poner la bomba y asesinar a decenas de personas inocentes sino incluso a inmolarse ellas mismas? 
  Habrán leído, como yo, todo tipo de explicaciones. El experto en política internacional. El experto en terrorismo y seguridad. El experto en política internacional y de Oriente Medio. El psiquiatra que nos asegura (palabrita de Freud) que los terroristas no son enfermos mentales. El arabista e incluso el Imán que nos asegura que el Corán no dice nada de esto, que la religión musulmana promueve el amor entre los hombres y la comprensión, como si no estuviera claro hace tiempo que las religiones, ésta o cualquiera, valen igual para un roto que para un descosido. Lo mismo inspiran al que se va a vivir con los necesitados, como a los que piensan que lo que se necesita es, precisamente, pisotear al prójimo.
  Todas estas cosas están muy bien. Pero a veces el arte y en concreto el cine puede dar una explicación más cabal con su capacidad de penetrar en el alma humana, y desnudarla. Poner al descubierto los tejidos que nos hacen unos animales sumamente singulares y radicales en nuestro ingenio y en nuestra abyección. De modo que se me ha ocurrido recomendar dos películas, por lo demás muy conocidas. Seguramente ustedes las conocen. A fin de cuentas yo no soy Carlos Boyero, ni siquiera Torres-Dulce.
  La primera de ellas es "Paradise now", película palestina del año 2005, dirigida por Hany Abu-Assad. La historia de dos amigos que se preparan para ser terroristas suicidas. Sin embargo uno de ellos no está del todo seguro, y le entran serias dudas de que esté haciendo lo correcto. En una memorable escena, los dos chicos son llevados a una nave donde van a grabar el vídeo/amenaza. Los islamistas tienen pasión por el cortometraje. Mientras graban, el líder del grupo, que por supuesto no tiene muchas ganas de ir a reunirse urgentemente con las huríes, les alecciona sobre lo valeroso de su acción y les habla del paraíso mientras se zampa no recuerdo si un bocata o un trozo de fruta. Es decir, con la mitad de interés con el que un comercial de Vodafone te trata de convencer de las virtudes de una oferta de telefonía. 
  La segunda película, algo más reciente, es Timbuktu, que ya he mencionado en este sacrosanto blog. Película mauritana del año 2014, dirigida por Abderrahmane Sissako. La película narra la vida de la ciudad de Tombuktú cuando la ciudad cae en manos de extremistas religiosos extranjeros. El líder del grupo es un tipo bastante torpe, que no es capaz siquiera de aprender a conducir. El sumo sacerdote no se apaña con las marchas del Toyota. En un momento dado, tienen, por supuesto, su calamitosa sesión de grabación de un vídeo del subgénero terrorista.
  ¿Será realmente así como suceda? ¿Hablan de las huríes, mientras el líder come una ensalada o un kebab? ¿Se repite seis veces la toma porque el kalashnikov sale desbocado o porque justo en el momento en que dice que se va a rebanar el pescuezo a los infieles, le entra al tipo la carraspera? Se dan cuenta que se han quedado si batería y tienen que ir a comprarla a toda prisa a unos grandes almacenes?
  Las dos cintas tienen la virtud de enseñar la banalidad del mal. Su profunda estupidez, su infantil inconsistencia, como la de Franco, que era capaz de firmar sentencias de muerte mientras mojaba los churros en el chocolate, según se cuenta. ¿Y para qué nos vale esto? Porque, en mi opinión, nos vuelve a situar de nuevo en el contexto humano. Simplifica la magnitud y la reduce a una cifra que la podemos comprender. No digo que deba sustituir los sesudos estudios. Los analistas políticos, los espías, los catedráticos de filología árabe, los expertos de política internacional. Pero nos recuerda que estamos en presencia, pese a su gigantismo criminal, de humanos. Humanos con mucha cara unos, y muy idiotas otros. 
- See more at: http://www.elsenorgordo.com/2016/03/terrorismo.html#sthash.loaZ8ykD.dpuf


Billete de ida al paraíso


  A partir de ciertos niveles de maldad, sucede como con los números.
Hay cantidades que sinceramente cuesta imaginar, por grandes o pequeñas.
Con la maldad sucede lo mismo. A veces se superan ciertos límites que resultan incomprensibles.
¿Quienes son esos tipos dispuestos a llegar a un aeropuerto o a una
estación de metro y son capaces no solo de poner la bomba y asesinar a
decenas de personas inocentes sino incluso a inmolarse ellas mismas? 
  Habrán leído, como yo, todo tipo de explicaciones. El experto en
política internacional. El experto en terrorismo y seguridad. El experto
en política internacional y de Oriente Medio
. El psiquiatra que nos
asegura (palabrita de Freud) que los terroristas no son enfermos
mentales. El arabista e incluso el Imán que nos asegura que el Corán no
dice nada de esto, que la religión musulmana promueve el amor entre los
hombres y la comprensión, como si no estuviera claro hace tiempo que
las religiones, ésta o cualquiera, valen igual para un roto que para un
descosido. Lo mismo inspiran al que se va a vivir con los necesitados,
como a los que piensan que lo que se necesita es, precisamente, pisotear
al prójimo.
  Todas estas cosas están muy bien. Pero a veces el arte y en concreto
el cine puede dar una explicación más cabal con su capacidad de penetrar
en el alma humana, y desnudarla. Poner al descubierto los tejidos que
nos hacen unos animales sumamente singulares y radicales en nuestro
ingenio y en nuestra abyección. De modo que se me ha ocurrido
recomendar dos películas, por lo demás muy conocidas. Seguramente
ustedes las conocen. A fin de cuentas yo no soy Carlos Boyero, ni siquiera Torres-Dulce.
  La primera de ellas es "Paradise now", película palestina del año 2005, dirigida por Hany Abu-Assad.
La historia de dos amigos que se preparan para ser terroristas
suicidas. Sin embargo uno de ellos no está del todo seguro, y le entran
serias dudas de que esté haciendo lo correcto. En una memorable escena,
los dos chicos son llevados a una nave donde van a grabar el
vídeo/amenaza. Los islamistas tienen pasión por el cortometraje.
Mientras graban, el líder del grupo, que por supuesto no tiene muchas
ganas de ir a reunirse urgentemente con las huríes, les alecciona sobre
lo valeroso de su acción y les habla del paraíso mientras se zampa no
recuerdo si un bocata o un trozo de fruta. Es decir, con la mitad de
interés con el que un comercial de Vodafone te trata de convencer de las
virtudes de una oferta de telefonía. 
  La segunda película, algo más reciente, es Timbuktu, que ya he mencionado en este sacrosanto blog. Película mauritana del año 2014, dirigida por Abderrahmane Sissako.
La película narra la vida de la ciudad de Tombuktú cuando la ciudad cae
en manos de extremistas religiosos extranjeros. El líder del grupo es
un tipo bastante torpe, que no es capaz siquiera de aprender a conducir.
El sumo sacerdote no se apaña con las marchas del Toyota. En un momento
dado, tienen, por supuesto, su calamitosa sesión de grabación de un
vídeo del subgénero terrorista.
  ¿Será realmente así como suceda? ¿Hablan de las huríes, mientras el
líder come una ensalada o un kebab? ¿Se repite seis veces la toma porque
el kalashnikov sale desbocado o porque justo en el momento en que dice
que se va a rebanar el pescuezo a los infieles, le entra al tipo la
carraspera? Se dan cuenta que se han quedado si batería y tienen que ir a
comprarla a toda prisa a unos grandes almacenes?
  Las dos cintas tienen la virtud de enseñar la banalidad del mal.
Su profunda estupidez, su infantil inconsistencia, como la de Franco,
que era capaz de firmar sentencias de muerte mientras mojaba los churros
en el chocolate, según se cuenta. ¿Y para qué nos vale esto? Porque,
en mi opinión, nos vuelve a situar de nuevo en el contexto humano.
Simplifica la magnitud y la reduce a una cifra que la podemos
comprender. No digo que deba sustituir los sesudos estudios. Los
analistas políticos, los espías, los catedráticos de filología árabe,
los expertos de política internacional. Pero nos recuerda que estamos en
presencia, pese a su gigantismo criminal, de humanos. Humanos con mucha cara unos, y muy idiotas otros. 
- See more at: http://www.elsenorgordo.com/2016/03/terrorismo.html#sthash.loaZ8ykD.dpuf


Billete de ida al paraíso


  A partir de ciertos niveles de maldad, sucede como con los números.
Hay cantidades que sinceramente cuesta imaginar, por grandes o pequeñas.
Con la maldad sucede lo mismo. A veces se superan ciertos límites que resultan incomprensibles.
¿Quienes son esos tipos dispuestos a llegar a un aeropuerto o a una
estación de metro y son capaces no solo de poner la bomba y asesinar a
decenas de personas inocentes sino incluso a inmolarse ellas mismas? 
  Habrán leído, como yo, todo tipo de explicaciones. El experto en
política internacional. El experto en terrorismo y seguridad. El experto
en política internacional y de Oriente Medio
. El psiquiatra que nos
asegura (palabrita de Freud) que los terroristas no son enfermos
mentales. El arabista e incluso el Imán que nos asegura que el Corán no
dice nada de esto, que la religión musulmana promueve el amor entre los
hombres y la comprensión, como si no estuviera claro hace tiempo que
las religiones, ésta o cualquiera, valen igual para un roto que para un
descosido. Lo mismo inspiran al que se va a vivir con los necesitados,
como a los que piensan que lo que se necesita es, precisamente, pisotear
al prójimo.
  Todas estas cosas están muy bien. Pero a veces el arte y en concreto
el cine puede dar una explicación más cabal con su capacidad de penetrar
en el alma humana, y desnudarla. Poner al descubierto los tejidos que
nos hacen unos animales sumamente singulares y radicales en nuestro
ingenio y en nuestra abyección. De modo que se me ha ocurrido
recomendar dos películas, por lo demás muy conocidas. Seguramente
ustedes las conocen. A fin de cuentas yo no soy Carlos Boyero, ni siquiera Torres-Dulce.
  La primera de ellas es "Paradise now", película palestina del año 2005, dirigida por Hany Abu-Assad.
La historia de dos amigos que se preparan para ser terroristas
suicidas. Sin embargo uno de ellos no está del todo seguro, y le entran
serias dudas de que esté haciendo lo correcto. En una memorable escena,
los dos chicos son llevados a una nave donde van a grabar el
vídeo/amenaza. Los islamistas tienen pasión por el cortometraje.
Mientras graban, el líder del grupo, que por supuesto no tiene muchas
ganas de ir a reunirse urgentemente con las huríes, les alecciona sobre
lo valeroso de su acción y les habla del paraíso mientras se zampa no
recuerdo si un bocata o un trozo de fruta. Es decir, con la mitad de
interés con el que un comercial de Vodafone te trata de convencer de las
virtudes de una oferta de telefonía. 
  La segunda película, algo más reciente, es Timbuktu, que ya he mencionado en este sacrosanto blog. Película mauritana del año 2014, dirigida por Abderrahmane Sissako.
La película narra la vida de la ciudad de Tombuktú cuando la ciudad cae
en manos de extremistas religiosos extranjeros. El líder del grupo es
un tipo bastante torpe, que no es capaz siquiera de aprender a conducir.
El sumo sacerdote no se apaña con las marchas del Toyota. En un momento
dado, tienen, por supuesto, su calamitosa sesión de grabación de un
vídeo del subgénero terrorista.
  ¿Será realmente así como suceda? ¿Hablan de las huríes, mientras el
líder come una ensalada o un kebab? ¿Se repite seis veces la toma porque
el kalashnikov sale desbocado o porque justo en el momento en que dice
que se va a rebanar el pescuezo a los infieles, le entra al tipo la
carraspera? Se dan cuenta que se han quedado si batería y tienen que ir a
comprarla a toda prisa a unos grandes almacenes?
  Las dos cintas tienen la virtud de enseñar la banalidad del mal.
Su profunda estupidez, su infantil inconsistencia, como la de Franco,
que era capaz de firmar sentencias de muerte mientras mojaba los churros
en el chocolate, según se cuenta. ¿Y para qué nos vale esto? Porque,
en mi opinión, nos vuelve a situar de nuevo en el contexto humano.
Simplifica la magnitud y la reduce a una cifra que la podemos
comprender. No digo que deba sustituir los sesudos estudios. Los
analistas políticos, los espías, los catedráticos de filología árabe,
los expertos de política internacional. Pero nos recuerda que estamos en
presencia, pese a su gigantismo criminal, de humanos. Humanos con mucha cara unos, y muy idiotas otros. 
- See more at: http://www.elsenorgordo.com/2016/03/terrorismo.html#sthash.loaZ8ykD.dpuf

Commentaires

Articles les plus consultés