varios poemas de nuestra Margarita Garcia Alonso. En la sinceridad más feroz habita una poeta.- Elías Permut y la Poesía Cubana

 



Elías Permut y la Poesía Cubana

Comparto con ustedes amigos varios poemas de nuestra poeta Margarita Garcia Alonso. En la sinceridad más feroz habita una poeta. Ser la iconoclasta, la mujer que combate en la posteridad; su destino es alcanzar el horizonte más allá del horizonte.
HUÍDAS
“No me he hecho, me han hecho”.
Goethe
Huí de lo que representaba esfuerzo y sobre todo
de la ventana donde vi pasar a Madame Bovary,
al perro, al descendiente de vikingo
con el pelo rojizo en las axilas.
Huí del óleo que latiga mi vientre,
envenena las manos y salta a los muebles,
se enmaraña en mi pelo como una legión de enemigos.
Huí del aguarrás que come iris, vista, desvelo
Huí de la cola de conejo que seca, mata, e impone
esta imagen de drogada que deambula
hasta el estante de cigarrillos negros.
Huí de la palabra que doma,
del frasco en que piensa la gente,
del murmullo que desmiembra si mi nombre
no aparece en la sección de conocidos locales,
autorizados o negados poetas que chocan dientes
en el interior de pequeños envases
donde depositan la herencia.
Huí del campo donde jamás asenté cabeza
en noche silenciosa, sin grillo, luna,
huí de donde perdí el gusto por la charla,
enfundada en botas de cuero rústico, enlodadas
por la marcha en el bosque, vi el reflejo
de todo lo que vendrá al humano.
Huí del barranco en el que solía ser
Mer de la Manche sin interesarme
el último estreno.
Huí de mi apego a rumiar pasiones despiadadas,
huí de mi madre que cuenta el pulso,
desde la sombra me retiene en muchacha.
Huí de mi hija,
huí pavorosa arrastrando el mantel,
la alivié de mi inútil presencia
con mi carreta desvencijada
por los viajes que no puedo hacer
a cierta isla, y los largos inviernos.
Huí de las cajas repletas de cartas,
veinte años de exilio en sobres amarillos,
sellos de mariposas de un país que encierra
al Hombre en un friso que nunca acaba.
Huí del indolente, del acuchillador
con la herida redonda del ombligo
la tripa colgando, enredándose en los caminos.
Huí del pasajero incierto que toma vino
en la despedida aclaré que no hago promesas.
Huí de mí que era la muerte y la escasez de recursos.
No existe aún una sola razón para quedarme.

EL GATO DE SCHRÖDINGER
Cuando falta la cola o la crin,
el caballo está enfermo,
es solo cuerpo que trota
sin la posibilidad espiritual del viento.
El sol se fue a putear al fondo de las nubes
después de hacerse el nulo en los acantilados.
Estoy recogiendo fragmentos,
quizás se salve algo de la mañana.
El gato de Schrödinger ha desaparecido
supuestamente atado al caballo.
Un átomo radiactivo y una botella de veneno
ocupan el interior de mi cerebro donde nadan
el absurdo, la obsesión y el despilfarro.
Mi desespero no es por el gato muerto,
estoy febril.
¿Dónde está el problema,
si yo no quiero saber la solución?
El pintarrajeado travesti se pavonea en la acera
con la ilusión de que el enano tuerto
se equivoque de estación.
La sombra acaricia entrepiernas,
toda ecuación del mundo está en el sexo.

LE BLANC SOUCI.
«Le blanc souci de notre toile». Mallarmé.
La blanca tela anuncia nieve en mis manos.
El trazado llega a la bisabuela.
Golpea el lino que cubre y quiebra
en presencia de un secuestro.
¿Quién decide esconderse en la tinta y nombrar?
¿Quién eludió el retrato y onduló mis cabellos,
¿Cuántos pigmentos rayaron mis ojos?
¿El mundo de ahora estaba hecho en el sueño de
mi primera mujer sin nombre, la viciosa maga
que ordenaba telas con crujido de almidón?
¿Sabía leer o me dejó la oscuridad?
¿Sabía elaborar pociones, desvanecerse en el sexo?
¿Fue comprendida su caligrafía entre
carruajes y cegueras?
¿Queda la gracia del gesto, la ironía,
el encantamiento?
¿El amante maldito dejó nombre?
¿Qué sutileza en los ovarios, qué pereza
y semejanza al bulbo la preñó?
¿Obtuvieron causa, hubo rondas, destilaron vinos?
¿Qué llena el ánfora de mi pecho que la siente
incomprendida y yo portadora de ir más lejos?
¿Hubo esterilidad, suicidios, hundimientos?
Alguien debe ser la causa de mis genes mal puestos.
El himen de mi madre fue arrasado bajo el murmullo de comadrillas.
¿Es qué sangró por todas?
Mi abuela fue al norte tomando la mano
de Gerardo Sabas, el querubín de la leche fresca.
¿Por qué solo fueron setenta años de encuentro?
¿Qué leyó en la Tora el día de mi nacimiento?
Mi hija delicia con la uña, hinca mi ignorancia,
de sucesivas sé que es grave la tripa,
¿quién nos dejó escondites en las entrañas?
¿Quién me ha marcado este amor complejo,
estos desalientos?
Me encuentro impaciente de nominar culpables.
He sido penetrada por sucesivas enredaderas,
anduve sola traduciéndolas, traduciéndome
a una lengua extraña, incesantemente en dudas,
vaciando palabras, contando letras.
En mi cábala enloquezco
de este salto que me arroja secretos.
¿Cómo confesar que fui fractura,
exiliada oscura en la noche de Europa?
Mujer unida a muertas fugaces, mujer alimento
de aves de paso y amé por ellas, amé en variantes
e incesantes perdidas a un solo hombre.
He llegado al contorno de mi sombra, mi perfil
se desbarata con la edad y el triste ademán
de la pluma que cae.
Devoro el índice, la luz talla el orificio
que fluye hacia la nada
de eso que fueron hechas y yo carezco.

CINQUANTA, CINQUANTE,
CINCUENTA - MATANÇAS.
"Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste". Alejandra Pizarnik
Sin cuenta sobre el campo infecundo
me retiro al Mar de la Mancha.
Estoy en el gran exilio, la vejez que aterra
estira el manto, llega sin darme cuenta.
Fijaos, el espíritu quiere permanecer y la lógica
me hunde en cincuenta letras de la cábala.
No ha sido en vano: he llegado a Europa con
tres o cuatro vidas sueltas.
Ni isla ni continente salvan la mitad en Matanzas.
.El viaje comenzó en una oscura estación de trenes
el techo plateado el techo de arcilla punteaba al cielo
- me da por imaginar Ur des Chaldéens-
los persecutores llevaban perros,
yo me escondía en los pliegues de la brisa.
La multitud mataba el aire con gritos
agonizaba en el detalle que traducían
a una lengua muerta so pena de perder vida.
Harrân podía ser el puerto a donde jamás volvería,
pues el rey apenas soportaba el roce de su cabello.
Medía el tiempo en la sucesión de túmulos en papel,
en la noche cerrada me movía,
en la arena el viento helaba
“Quitte ton pays…et sois une bénédiction”.
El Éufrates, el Canímar, el San Juan, el Yurumí
cualquier río borraba huellas, pero el lodo
me impedía avanzar, ensuciaba los escritos.
Puede ser Ur, pero es Matanzas, la que estruenda
el eco de Sinaí.
“Cubre el rostro Sara”, -el siroco comienza-
dí que eres mi hermana, abre lienzos y carnes al faraón”.
Penetrada por Abraham ataba mi cabello
con la argolla del alba nutría las aguas,
rompía tablillas de tierra, mamaba otra lengua,
desmoronada en brazos de la nada.
Dios me enviaba cabras, leche, miel al epicentro
del cantico y el mar de sal seguía en los dedos,
el mar muerto en el cuerpo cada año que pasaba.
Mi hermano degolló carneros, y yo hacia el Este,
¿ dime, me tragará el desierto?
La ciudad donde nací, es el eje de la polémica:
si fui , si fui otra, ahora no recuerdo.
Solo el viaje desde el azulado puerto,
la amurallada Habana hasta el acantilado francés
Madrid donde fui puta dando
a la lengua que había olvidado.
Tres países me nombran, en tres me maté a cuchillo.
No hay tumbas, solo grabados en el polvo:
Canaán, Hébron, Matanzas.
Mi madre aparta el arroz sobre las nubes rosadas
mi padre contempla las gaviotas, quizás sepa
que estoy en otro lugar.— avec Grettel González et
34 autres personnes



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