Hildegarda de Bingen: La influencer divina del siglo XII

 


Hoy celebramos a Ste Hildegarde quien fue poeta, yerbera- curandera maravillosa y compuso esta música que me pone en la estratosfera.

En su honor llamé a mi espacio de grafismos: "Visiones": https://visualeslamarga.blogspot.com/



Hildegarda de Bingen: La influencer divina del siglo XII

Nació en 1098 en Böckelheim y se fue de este mundo en 1179 en Rupertsberg. Su "cumple" santo es el 17 de septiembre. Lo primero: nadie sabe a ciencia cierta su apellido real. Sus primeros biógrafos le inventaron unos padres muy nobles llamados Hildeberto y Matilde, pero de ahí no pasaron. Otros luego la llamaron de mil sitios: de Böckelheim, de Bingen, de Rupertsberg… hasta hubo quien dijo que era condesa. Un lío de nombres, la verdad.
Desde pequeña fue una chica más bien delicada de salud, lo que hoy llamaríamos "una niña burbuja". Por eso, su educación fue bastante básica. Sus padres, aunque en sus cosas, eran piadosos y la prometieron a Dios. Con solo ocho años, la mandaron a vivir con una monja, Juta, que era como su tutora espiritual. Allí, entre enfermos y malos días (a veces ni veía ni podía caminar), le enseñaron lo justo: a leer y a cantar los salmos en latín para los oficios. Lo de escribir… nunca lo pilló.
Pero ojo, que la chica tenía un mundo interior de escándalo. Desde muy joven tenía visiones. Ella misma lo contaba: "Veía cosas y se lo decía a la gente, que se quedaba alucinada. Yo también, la verdad. Un día le pregunté a mi cuidadora si ella veía lo mismo y me dijo que no. ¡Menudo cortocircuito me entró! Empecé a ver que predecía cosas, pero como notaba que la gente se quedaba ojiplática, decidí callármelo un poco".
La cosa se quedó en un "secreto a voces" hasta que, rondando los cuarenta, una voz interior (que debía ser bastante insistente) le dio un ultimátum: "¡Tienes que contar al mundo lo que ves!". Ella, con sus dudas lógicas ("¿y si piensan que estoy loca?"), se lo contó a su director espiritual. Al final, tras pasar el correspondiente control de calidad por parte de obispos e incluso el Papa de turno (Eugenio III), le dieron el sello de "Revelaciones de origen divino". Vamos, el visto bueno oficial.
A partir de ahí, Hildegarda se convirtió en un fenómeno. Fue la gurú del momento. Gente de toda Europa (desde plebeyos hasta arzobispos y abadeses) hacía cola para escucharla, pedirle consejo o que los curara. Era como la terapeuta, consejera espiritual y doctora todo en uno. Tenía una correspondencia brutal con todo quisqui.
No se quedó quieta en su convento. Se mudó a Rupertsberg con sus monjas, fundó otra casa en Eibingen y se pegó unas buenas giras por Alemania, dando sermones y consejos. Aunque cuidado con los chismes: lo de que conoció a París o Tours son fake news de la época.
Incluso se enfrentó a la jerarquía eclesiástica. Enterraron en su cementerio a un joven que había estado excomulgado, y las autoridades de Mainz le ordenaron que desenterrara el cuerpo. Ella se plantó, argumentando que el chico se había reconciliado en su lecho de muerte. Le cayeron una interdicto (una especie de "cierre temporal" de los sacramentos) que le dio mucho quebradero de cabeza, pero al final, con su tenacidad habitual, lo consiguió levantar.
Murió en olor de santidad. Aunque nunca fue oficialmente canonizada con todo el protocolo, está en el Martirologio Romano y siempre se la ha considerado santa. Sus restos viajaron bastante hasta acabar en Eibingen.
Su obra: Un curriculum vitae de escándalo
Hildegarda era una máquina. Su obra es tan vasta como peculiar. Su best-seller fue el Scivias ("Conoce los caminos"), un viaje místico y profético que le llevó diez años escribir. Es un poco raro, estilo Apocalipsis, lleno de visiones y admoniciones.
Pero es que además escribió:
Libros de medicina y naturalismo: Su Physica y Causae et Curae son como una enciclopedia de la naturaleza y la salud muy avanzada para su tiempo. La medicina holística ya tenía su precursora.
Música: Compuso setenta y tantas canciones y un drama litúrgico. Todo un disco conceptual medieval.
Correspondencia: Se carteó con medio mundo: papas, emperadores, abades, monjas... Una influencer con un network impresionante.
Hasta un idioma inventado: Creó una Lingua Ignota con su propio alfabeto y alrededor de 900 palabras. ¿Los motivos? Misterio. Pero mola.
En resumen: Hildegarda de Bingen fue una mujer increíblemente moderna para su tiempo. Una mistica visionaria, una científica autodidacta, una compositora, una líder que no se arrugaba ante nadie y una escritora prolífica. Todo ello, además, salido de una mujer frágil y enfermiza que pasó la mayor parte de su vida entre cuatro paredes de convento. Toda una lección de que las apariencias engañan y el talento no entiende de épocas.

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