La «nada» no existe. En cambio, existe la «espuma cuántica».


La «nada» no existe. En cambio, existe la «espuma cuántica».

Durante siglos, la gente se preguntó si la "nada" existía. Incluso desprovisto de partículas, enfriado al cero absoluto y protegido de la radiación, el espacio nunca está vacío. La física cuántica muestra que la energía aún acecha en el vacío, revelando que la verdadera nada no existe en absoluto.
La mecánica cuántica profundiza el misterio. El Principio de Incertidumbre afirma que medir la energía cero nunca es exacto. Lo que parece cero puede fluctuar, haciendo que el espacio esté lejos de estar vacío. En las escalas más pequeñas, el tejido de la realidad se niega a permanecer quieto o en silencio.
Al combinar el Principio de Incertidumbre con la ecuación E=mc² de Einstein, se produce algo sorprendente. Los cambios aleatorios de energía en el espacio vacío pueden transformarse brevemente en pares reales de materia y antimateria. Aparecen, interactúan y desaparecen, dejando el espacio lleno de actividad constante.
Los físicos llaman a esta actividad espuma cuántica. El espacio vacío no es plano, sino que está repleto de partículas que aparecen y desaparecen rápidamente. En escalas de tiempo menores que los átomos, el universo se convierte en un mar inquieto de fluctuaciones que moldean la estructura misma de la realidad.
La espuma cuántica es observable. Explica las propiedades magnéticas de los electrones con una precisión superior a una fracción de un billón. También impulsa el efecto Casimir, donde dos placas metálicas en el vacío se atraen debido a fluctuaciones cuánticas invisibles en el espacio.

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