«¿Cómo pudiste soportar la idea de que le habías hecho un doloroso agujero en el pecho a alguien que lo llevaría toda su vida, y seguir así… sin importarte nada?»
Si pudiera hablar todos los idiomas del mundo y de los ángeles pero no amara a los demás, yo solo sería un metal ruidoso o un címbalo que resuena.( 1Co.13:1)
León Tolstói responde con una imagen cargada de melancolía:
«Señor, quienes le traicionan es como si le cortaran los brazos. Usted puede perdonarlos… pero no puede abrazarlos».
El poeta de la palabra, Gibran Khalil Gibran, interviene con un consejo afilado:
«No exageres el amor, ni el cuidado, ni el anhelo. Detrás de cada exageración… hay una bofetada de decepción».
El padrino de la inspiración, Khaled Tawfiq, aporta una imagen que cala hondo en la psicología del miedo:
«Como un niño que corre hacia su madre para abrazarla… y recibe una bofetada para que deje de llorar. ¡Qué decepción!».
Y Dostoievski, con un suspiro final, cierra la conversación:
«Lamentablemente, señores… me robaron casi todo. Y luego, yo mismo les entregué el resto por mi propia voluntad».
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