Las momias arden bien, poema de Margarita García Alonso en La Costurera de Malasaña
Las momias arden bien.
Anubis sentado en la puerta,
husmea
el aire mortecino
de
vendas, máscaras de oro,
brazaletes
y huesos raros.
que
arden en la calle.
La
avaricia en los buscadores
de
doncellas
rompe
vitrinas,
el
uso abuso de la humanidad:
dejarlas
muertas
completamente
indefensas
en
esta propiedad llamada Tierra
donde
nada se salva.
Quizás
sea la hora,
quizás
desean regresar
al
ocre que embelleció
sus
párpados,
a
la erosión de la arena
tallando
el rostro.
Quizás
fueron soñadas
por
famélicos ladrones de tumbas,
y
en la correría perdieron la virginidad.
Quizás
solo sean mujercillas del Nilo,
demasiado
usadas.
Quizás
no signifiquen palabra,
ni
sean tesoro,
simples
muertas con la alcurnia del hueso
acariciado
por cremas, aceites de oliva,
restos
de ardor en otra casa,
en
otro tiempo, en otra paz semejante
a
su dios, a Horus que aúlla y
desprende
infinitas candelillas
en
ignorantes de rareza.
Quizás
hemos llegado a ser
el
mejunje que les vació la sangre.
Las
momias se han cansado,
y
arden bien.



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