Seamos reyes y excelentes jinetes

 


*EL CONTROL DE LA VIDA**

El autocontrol, que se logra mediante los límites que nos pongamos, es prácticamente el secreto del éxito en la vida. Medita por un momento si dominas o eres dominado, si controlas o te controlan, ¿a qué conclusión llegas? ¿Dominas tu vida, eres el dueño de tu “casa-cuerpo”, o eres dominado por la sociedad, tus instintos, tus deseos, etcétera?
El sabio Rey Salomón afirma en Kohélet (3:19): “Casi no hay diferencia entre el ser humano y el animal”. Y cada mañana en el rezo de Motar HaAdam reconocemos que la única diferencia entre los dos es nuestra conciencia-alma. En términos prácticos, muchos seres humanos se comportan como los animales. Los animales de forma natural son dominados por sus impulsos, o por seres humanos que los dominan.
El hombre está compuesto de dos partes: su cuerpo, que es como el de cualquier animal; y su conciencia-alma, que representa su única ventaja y le permite lograr el autodominio, y tomar la decisión de imponerse los límites que considere necesarios. Aquí es donde entra en acción el libre albedrío para decidir quién será el líder y guía en su vida: el cuerpo o el
alma, el cuerpo animal o la conciencia.
Cuentan que durante la conquista de los españoles, cuando los indígenas mesoamericanos vieron por primera vez al hombre blanco montado sobre el caballo, pensaron que se trataba de un solo animal, una sola criatura. Los indígenas se equivocaron en la descripción, pero no en el concepto, pues el ser humano en verdad está compuesto por un caballo que es su cuerpo y un jinete que es su alma.
Así ocurre en nuestra vida. Cada uno de nosotros tenemos un caballo; algunos, un poni; otros, un caballo de carreras, y otros más un potro salvaje. Sin embargo, nuestra misión es sujetar bien las riendas en nuestras manos y dominarlo. Muchas veces tu caballo-cuerpo pasa, por ejemplo, frente a un restaurante. Puede ser que estés a dieta o cuides kashrut, y que el restaurante no cubra tus requisitos.
En ese momento surge un debate entre el jinete y el caballo, y con el resultado final podrás responderte si dominas a tu
caballo o él te domina. Y ni qué decir cuando el caballo ve a una yegua…
El autodominio por medio del establecimiento de límites es un factor indispensable en todas las áreas de la vida. Debemos trabajar para dominar emociones como enojo, envidia, odio, miedos, deseos, voluntades, placeres o adicciones, además de controlar la boca, la vista, los oídos, el instinto sexual y hasta los pensamientos. Y aunque no lo creas, también hay que saber controlar y limitar las cosas buenas, como la tzedaká —la caridad—, el estudio de la Torá, el trabajo, las conversaciones y, por supuesto, la comida, así como muchísimos aspectos más.
Podríamos decir que todo en la vida necesita límites:
• Una persona que no sabe controlar su boca, propablemente tendrá problemas con los demás.
• Quien no sabe cuidar su vista y “escanea” lo prohibido, podrá tener problemas conyugales.
• El que no domina sus ambiciones y envidias, quizá nunca se sienta feliz con lo que tiene.
• Aquel que no domina su mente y sus miedos se le dificultará hallar tranquilidad en la vida.
• Si no dominamos nuestro enojo, no lograremos educar bien a nuestros hijos.
• Si no controlamos nuestros placeres, podríamos caer en adicciones.
Recordemos: la falta de límites trae “alegría” hoy y lágrimas mañana.
La diferencia entre un rey y un delincuente es que el primero tiene como misión delimitar las fronteras de su reino, establecer leyes y reglas en su país, y de esta manera, gobernar con seguridad.
Por el contrario, el delincuente hace justamente lo opuesto: rompe los límites, invade los territorios prohibidos y desprecia las reglas.
Seamos reyes. Establezcamos nuestros límites en la vida. Pongamos reglas inquebrantables y dominemos con alegría nuestro cuerpo.
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Cuentan que Napoleón dijo:
“Soñé toda mi vida con dominar el planeta Tierra, pero me di cuenta de que hay países que sería difícil conquistar, y decidí que por lo menos dominaría mi región. Me di cuenta de que hay algunos de la oposición a los que sería difícil dominar, y decidí dominar por lo menos la capital de mi país. Pero vi que también en ella había algunas familias indomables. Y decidí dominar por lo menos en mi casa. Pero como soy casado… me di cuenta de que era imposible. Al final decidí: ‘Dominaré mi persona’. Y me di cuenta de que es más fácil dominar el planeta Tierra que dominarse uno mismo”.
Este concepto expresado por Napoleón ya fue explicado por nuestros Sabios en Pirké Abot (4:1): “El verdadero guerrero no es el que conquista ciudades, sino el que se conquista a sí mismo”.
El autocontrol, es una de las herramientas más valiosas que podemos tener en nuestra vida. Sin embargo, no pensemos que los límites reducen el placer, que son como vivir en una cárcel o en arresto domiciliario, sino sepamos que sirven para dar estructura a nuestra vida, un marco para disfrutar de los placeres y cuidar así nuestros valores, fijar fronteras y gozar nuestro “territorio de vida”, vivir y hacer lo que es bueno para nosotros. A diferencia de lo que mucha gente piensa, los limites nos proporcionan una mejor calidad de vida ya que lo limitado se saborea mejor y lo ilimitado a fin de cuentas nos harta y asquea.
Seamos reyes y excelentes jinetes. Fijemos límites claros y fronteras infranqueables en todo nuestro territorio. Pongamos reglas y dominemos nuestro reino, caballo y vida. Si lo logramos, no habrá alguien más feliz que nosotros.
_Rabino Amram Anidjar_

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