#meme del día 🖐️👽🤚

 

Dualidad: con la misma pasión que escribo, detesto los recitales. La razón es simple, respeto.

No hablo de encuentros excepcionales: presentación de un libro, poeta que saca voz urgente de la penumbra, va a morir y quieren filmar su existencia, o amigos- máx. tres, bien conocidos por delirios compatibles y/o raros- que en una biblioteca susurran, se levantan, van al baño y hasta preguntan si queda algo para comer, dada la confianza pueden decir ‘cabrón eso’, con esos puedo.

Los poetas no son sexys y queda descartada la opción de pasar la noche mirando pectorales, -feeling, soul o como llamen a la atracción fatal.  

Hablo de lecturas, contra lecturas y reputas lecturas, en solo o grupales, cada semana, mes y cuando pone huevo la gallina.

Escribir y convertirse en su propio trovador son vocaciones alejadas. Escribir entra en la respiración, la falta o el exceso de aire.

Leo mis poemas y voy desechando, al final me quedan fragmentos del libro.

Cuando veo fotos de un piquete, montado en tarima, respirando acento nasal, sacudiendo manos y pujando verso tras verso a gente que no hizo mal, ni siquiera ha pecado en la semana, pero deben escuchar el pompom-ego hasta el final, entiendo que terminen ebrios de baratijas eco-desechables y en Miami sea la principal causa de alcoholismo. Lo dicho merece la creación de una Asociación anónima poética, digamos se reúnen y dicen el credo ‘soy fulano, zutanita, y he obligado a que escuchen mi bulto’, luego visitan a los presentes y piden perdón.  

 ¿Cómo soportar tales escenarios caóticos y después conciliar el sueño? Escribir y andar en lecturas/ faranduleo sostenido son irreconciliables, mundos de tristeza absoluta. Estén o no de acuerdo, así lo siento, en otra confesión abordaré la picazón que me provocan los poetas pose, los mega archivados y los chivados por el aire que expulsan.

#confesionespoèticas 

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