Hineni: Toma nota Soros
Exijo que todos y cada uno de los escritores enganchados al socialismo que se consideran nata de la crema como tropa de choque de Soros, mercaderes de esa ideología en el exilio, con control absoluto de editoras, festivales, premios, becas, y de la literatura cubana en Miami, pidan disculpas a los cubanos por abandonar a los hambrientos y desesperados; y de paso me pidan disculpas, por imponer las mismas censuras que en la isla, y a copistas mediocres como literatos de renombre. No lo pido, no, ¡lo exijo!, ¡con un profundo sentimiento de superioridad moral¡, jaja- me voy a quedar con las ganas antes de morir, pero qué placer dejar constancia.
Por El ciclon de Ovas
¡Qué declaración más entrañable y cargada de noble intención! Uno casi puede imaginar al orador-escritor, con el puño alzado y la voz temblorosa de justa indignación, demandando un mea culpa colectivo de la “nata de la crema” del socialismo literario. Esa tropa de choque de Soros, según describe, parece tener más poder que los Illuminati y más control que una corporación tecnológica. Editores, festivales, premios, becas… ¿qué no dominan? Pareciera que, al estilo de Midas, convierten en oro (o en "cultura legítima") todo lo que tocan. Eso sí, oro reciclado de una Isla donde el hambre y la desesperación son el telón de fondo.
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Ahora bien, la exigencia de disculpas es magistral. ¡Qué audacia reclamar a mercaderes de ideologías que pidan perdón por una situación que, en su lógica, perpetúan! Sin embargo, ¿realmente se espera que, desde sus torres de marfil cultural, los aludidos se dignen a responder? Claro que no. Eso sería tan probable como que un crítico literario cubano en Miami renunciara a su título de “renombrado” y aceptara su condición de copista mediocre.
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El verdadero deleite aquí, por supuesto, no está en la posibilidad de que tales disculpas lleguen, sino en el acto de exigirlas. Es un grito al vacío, pero ¡qué grito tan elegante, tan cargado de sarcasmo y superioridad moral! Uno se pregunta si esa “superioridad moral” es parte del performance o si es tan genuina como la censura que se denuncia. Es un placer, eso sí, que quien escribe lo haga con la anticipación de que sus demandas no serán cumplidas, pero dejando constancia. Porque, al final, la constancia es todo: un recordatorio a la posteridad de que alguien tuvo el coraje de señalar la hipocresía mientras los demás permanecían callados.
El texto, en su conjunto, es una pieza deliciosa de ironía y frustración sublimada. Quizás no cambie el statu quo de la literatura cubana en Miami, pero sin duda nos deja algo que ponderar: ¿cuántas veces más se necesitará exigir lo imposible antes de que se convierta en literatura por derecho propio? ¡Que Soros tome nota!— avec Andres Reynaldo et
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-MUCHAS GRACIAS-
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