Primer día de creación de la Crónica de Nuremberg 1493

 


Hartmann Schedel

Premier jour de création de la chronique de Nuremberg
1493

" El talento se educa en la calma,el carácter en la tempestad".
Goethe.


«La controversia, el disputar sobre un objeto teórico, puede sin duda resultar muy fructífero para las dos partes implicadas, ya que corrige o confirma los pensamientos que poseen y además suscita otros nuevos. Se trata de una fricción o de una colisión de dos mentes que con frecuencia produce chispas; pero también se asemeja a la colisión de los cuerpos en que a menudo el más débil ha de sufrir con ella, mientras que el más fuerte se encuentra a sus anchas y solamente deja oír un tono de victoria.
En consideración a esto se requiere que ambos disputantes estén de alguna manera a la misma altura, tanto en conocimientos como en inteligencia y habilidad. Si uno de ellos carece de los primeros (conocimientos), no está ‘au niveau’, y por ello no resulta accesible a los argumentos del otro: está, por así decirlo, fuera de la medida del duelo. Si le falta la segunda (inteligencia), la intensa exasperación, que no tardará en apoderarse de él, le conducirá poco a poco a toda clase de fraudulencias, subterfugios y enredos en la disputa, y si estos le son puestos en evidencia, a la grosería.
En consecuencia, así como en los torneos solo se admitía a los de igual condición, lo primero es que ningún hombre culto dispute con incultos: pues no puede utilizar contra ellos sus mejores argumentos, ya que les faltan los conocimientos para comprenderlos y examinarlos. Si en ese trance intenta hacérselos comprender, la mayoría de las veces fracasará. E incluso en ocasiones ellos, mediante un contra-argumento malo y burdo, parecerán tener razón a los ojos de oyentes igual de ignorantes.
Pero todavía es peor cuando al oponente le faltan inteligencia y entendimiento; lo ideal sería que supliera esa carencia mediante un afán sincero por la verdad y el aprendizaje. Pues, además, pronto se siente herido en su punto más sensible, con lo que quien discuta con él enseguida se percatará de que no es ya con su intelecto con lo que se las ve, sino con la parte radical del hombre, a la que solo le importa mantener la victoria, sea per fas o per nefas; por eso, su entendimiento no está entonces dirigido a nada más que a tretas, artificios y fraudes de todo tipo, una vez expulsado de los cuales recurrirá a la grosería simplemente para compensar de una u otra manera la inferioridad que siente y, según la situación y circunstancias de los disputantes, convertir la lucha de inteligencias en una lucha de cuerpos en la que ha de esperar mejores oportunidades para sí.
Por consiguiente, la segunda regla es no disputar con hombres de entendimiento limitado. Ya se alcanza a ver que no quedarán muchos con los que uno pueda entrar en controversia. Y, verdaderamente, esto debería hacerse solamente con aquellos que son ya una excepción».
Arthur Schopenhauer, “Parerga y Paralipómena II.

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