ingeniería social

 


LA feroz ola de antisemitismo que estamos viviendo no se dio manera espontánea, de un día para el otro, sino que es producto de un trabajo de décadas de ingeniería social cuyo fin es dividir al mundo entre víctimas y victimarios, donde las supuestas víctimas siempre lo son, aunque cometan las peores atrocidades. Y así pretenden instalar una posverdad, borrando la memoria histórica y trasformando a los agresores en víctimas y viceversa.

Así se llegó a este movimiento radical, resultado de la unión antinatura entre el Islam radical y la izquierda, que usa la máscara de la inclusión, la supuesta lucha por los históricamente discriminados, pero que solo pretenden la desaparición del Estado de Israel y del pueblo judío. Movimiento que ha invertido miles de millones de dólares en la compra de cátedras universitarias, medios de comunicación, partidos políticos, gobiernos y líderes populistas. Tal fue la apuesta a esta narrativa y nuevo orden que pretenden imponer que los terroristas palestinos no ocultaron sus crímenes, sino que dejaron que este falso progresismo, los “Defensores de los DDHH”, los organismos internacionales y los medios cooptados, y los temerosos de decir las cosas como son, hicieran el trabajo de encubrimiento, de moderación y de victimización de los terroristas. A Nasrallah solo les faltó inventarle un romance y convertirlo en celebrity. Y miren si dio resultado, que muchos judíos fueron y son temerosos de levantar la voz por miedo a ir contra la corriente, contra la moda, y perder seguidores, rating, venta de entradas, etc. A esta construcción social, ya en declive, se la combate con la verdad, dejando expuestas todas sus falsedades, pero para ello hay que levantar la voz, levanten la voz, no tengan miedo, esto no es solo contra los judíos, esto es contra occidente, contra nuestros valores y libertades.

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