La Seine du côté de Vernonnet …
La Seine du côté de Vernonnet …
lunes 16 de septiembre de 2024,
Por Fernando Muñoz
Doctor en Filosofía y Sociología
Cuartel y burdel, la política se degrada en repugnantes manifestaciones de poder sin legitimidad. Da asco escuchar al usurpador amenazando con dejar seco a todo el que se atreve a oponerse a sus decretos, capaces – según pretende – de instituir la Navidad. Da asco el silencio atronador del de la ceja y la connivencia atroz de los mandamases. Es sólo un caso, especialmente visible, de una tumoración universal.
No hay donde descansar la mirada en la escombrera del mundo. El rostro humano está desfigurado. Muchedumbres de ególatras de una hueca ciudadanía, sin resto del bien común, pueblan la tierra. No hay donde hallar consuelo para el hastío y la desgana.
No es simple pesimismo. Manifiesto aquí el sufrimiento real que supone la inteligencia suficiente de nuestro tiempo. Hoy, por el contrario, es responsable el menor optimismo pánfilo. Responsable de cubrir la herida abierta en nuestra frente, responsable de perfumar esta atmósfera malsana, de envolver en un brillo artificial el negro abismo de la nada. Quien no grita de dolor, se adapta al calor del pantano y al hedor absoluto del presente.
Se tuerce el gesto inocente de la infancia, se vicia cada palabra, se carga de miseria la mirada turbia de los jóvenes. Los viejos babean con los ojos atónitos ante las pantallas o se aíslan en una huida sin esperanza. Mi lamento será excesivo para cómplices o estafados. En este marasmo de soledad conectada, en este numeroso soliloquio de sujetos enclaustrados en burbujas electrónicas, se pudre la materia real de la vida humana.
Naturalmente, puede siempre preguntarse si hay lugar para la esperanza. No lo hay para una esperanza ingenua que pida un giro incruento, una revuelta pacífica o una blanda transformación. ¿Es la hora del hierro y de la llaga, la hora del dolor y de la espada? ¿Tendremos que decidir si empuñar el arma o consentir la herida?, ¿podemos todavía prolongar una inacción suicida? Son viejas cuestiones.
O más bien, son preguntas de otro tiempo. La gestión tecnológica de las voluntades, la satisfacción virtual de nuestras ilusorias necesidades, el poder tentacular y disperso que nos administra sabe impedir toda unión concertada, toda comunidad de objetivos, toda comunicación real entre egos que danzan al compás que marca el poder sin rostro. La inteligencia sin cuerpo que diseña el pensamiento y la emoción, la atención y el sentimiento de las multitudes de los emancipados no deja espacio para la acción. Nuestros semejantes se envanecen y – libres de toda raigambre, soberanos absolutos de su identidad, pero frágiles y quebradizos – defenderán con su vida la libertad bien gestionada de unos presuntamente voluntarios actos de consumo.
Alerta antifascista contra el que se atreva a señalar un límite a sus apetitos, contra el que impugne su gimiente sentimentalismo o acepte el orden de la realidad o los principios lógicos que sostienen la verdad. La realidad es fascista, la verdad es fascista y el demócrata puede decretar que la tierra es plana o que un hombre es una rana. Es fascista, acaso especialmente, la belleza. Y así va el mundo, cuartel y burdel, hacia la nada.
A lo largo de una vida que ya puedo considerar larga he encontrado un exiguo número de personas capaces de fortalecerse mutuamente y dar aliento a sus días. Trato de corresponder a su generosidad con la cordialidad y el afecto franco que exige la amistad. Los cuento con los dedos de una mano, son muy pocos y no siempre estamos cerca. Esa distancia es un abismo.
El nudo esencial de entre esos vínculos se trenzó hace décadas con la fuerza de la vida y en torno a él hemos sumado la escasa lealtad que sostiene un reino frágil y sin jerarquía. No hay nada más allá de la muralla que defiende su presencia. Habrá quien lo considere una huida. Me parece, más bien, el cobijo y el descanso que exige la intemperie de una sociedad inhabitable. Matriz de toda esperanza real, sea o no una esperanza política. Único asidero en este dominio universal de la más agitada soledad. Apenas es posible fundar una comunidad suficiente de personas. Apenas: es el adverbio que sostiene mi esperanza.
Por Fernando Muñoz
Doctor en Filosofía y Sociología
Cuartel y burdel, la política se degrada en repugnantes manifestaciones de poder sin legitimidad. Da asco escuchar al usurpador amenazando con dejar seco a todo el que se atreve a oponerse a sus decretos, capaces – según pretende – de instituir la Navidad. Da asco el silencio atronador del de la ceja y la connivencia atroz de los mandamases. Es sólo un caso, especialmente visible, de una tumoración universal.
No hay donde descansar la mirada en la escombrera del mundo. El rostro humano está desfigurado. Muchedumbres de ególatras de una hueca ciudadanía, sin resto del bien común, pueblan la tierra. No hay donde hallar consuelo para el hastío y la desgana.
No es simple pesimismo. Manifiesto aquí el sufrimiento real que supone la inteligencia suficiente de nuestro tiempo. Hoy, por el contrario, es responsable el menor optimismo pánfilo. Responsable de cubrir la herida abierta en nuestra frente, responsable de perfumar esta atmósfera malsana, de envolver en un brillo artificial el negro abismo de la nada. Quien no grita de dolor, se adapta al calor del pantano y al hedor absoluto del presente.
Se tuerce el gesto inocente de la infancia, se vicia cada palabra, se carga de miseria la mirada turbia de los jóvenes. Los viejos babean con los ojos atónitos ante las pantallas o se aíslan en una huida sin esperanza. Mi lamento será excesivo para cómplices o estafados. En este marasmo de soledad conectada, en este numeroso soliloquio de sujetos enclaustrados en burbujas electrónicas, se pudre la materia real de la vida humana.
Naturalmente, puede siempre preguntarse si hay lugar para la esperanza. No lo hay para una esperanza ingenua que pida un giro incruento, una revuelta pacífica o una blanda transformación. ¿Es la hora del hierro y de la llaga, la hora del dolor y de la espada? ¿Tendremos que decidir si empuñar el arma o consentir la herida?, ¿podemos todavía prolongar una inacción suicida? Son viejas cuestiones.
O más bien, son preguntas de otro tiempo. La gestión tecnológica de las voluntades, la satisfacción virtual de nuestras ilusorias necesidades, el poder tentacular y disperso que nos administra sabe impedir toda unión concertada, toda comunidad de objetivos, toda comunicación real entre egos que danzan al compás que marca el poder sin rostro. La inteligencia sin cuerpo que diseña el pensamiento y la emoción, la atención y el sentimiento de las multitudes de los emancipados no deja espacio para la acción. Nuestros semejantes se envanecen y – libres de toda raigambre, soberanos absolutos de su identidad, pero frágiles y quebradizos – defenderán con su vida la libertad bien gestionada de unos presuntamente voluntarios actos de consumo.
Alerta antifascista contra el que se atreva a señalar un límite a sus apetitos, contra el que impugne su gimiente sentimentalismo o acepte el orden de la realidad o los principios lógicos que sostienen la verdad. La realidad es fascista, la verdad es fascista y el demócrata puede decretar que la tierra es plana o que un hombre es una rana. Es fascista, acaso especialmente, la belleza. Y así va el mundo, cuartel y burdel, hacia la nada.
A lo largo de una vida que ya puedo considerar larga he encontrado un exiguo número de personas capaces de fortalecerse mutuamente y dar aliento a sus días. Trato de corresponder a su generosidad con la cordialidad y el afecto franco que exige la amistad. Los cuento con los dedos de una mano, son muy pocos y no siempre estamos cerca. Esa distancia es un abismo.
El nudo esencial de entre esos vínculos se trenzó hace décadas con la fuerza de la vida y en torno a él hemos sumado la escasa lealtad que sostiene un reino frágil y sin jerarquía. No hay nada más allá de la muralla que defiende su presencia. Habrá quien lo considere una huida. Me parece, más bien, el cobijo y el descanso que exige la intemperie de una sociedad inhabitable. Matriz de toda esperanza real, sea o no una esperanza política. Único asidero en este dominio universal de la más agitada soledad. Apenas es posible fundar una comunidad suficiente de personas. Apenas: es el adverbio que sostiene mi esperanza.
photos de
Arnaud Landard
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