nuestro oficio

 


«Por lo común, nosotros los autores debemos caer en la repetición… esa es la verdad. Vivimos dos o tres grandes y conmovedoras experiencias en nuestras vidas, experiencias tan grandes y conmovedoras que en ese momento no parece que haya nadie más que se haya sentido capturado y machacado y deslumbrado y sorprendido y golpeado y roto y rescatado e iluminado y recompensado y humillado de esa manera antes.

Entonces aprendemos nuestro oficio, más o menos bien, y contamos nuestras dos o tres historias, cada vez bajo un nuevo disfraz, quizás diez veces, quizás cien, hasta que la gente quiera escucharnos.
Si esto no fuera así, uno tendría que confesar que no tiene ningún tipo de individualidad. Y cada vez que lo pienso con toda sinceridad, porque he encontrado un trasfondo y un nuevo giro para una novela, tengo que huir de esas dos o tres historias fundamentales que tengo que contar. Pero sucede más bien como en aquella famosa anécdota de Ed Wynn sobre el pintor de barcos al que un cliente le pidió que pintase a algunos antepasados. Se cerró el trato, aunque con la advertencia final del pintor de que los antepasados terminarían pareciéndose a barcos».
- Francis Scott Fitzgerald

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