Tu perro se muere


 Tu perro se muere

Lo atropella una furgoneta.
Lo encuentras a la orilla de la carretera
y lo entierras.
Te sientes mal.
Te sientes mal por ti mismo,
pero te sientes peor por tu hija
porque era su mascota
y lo quería mucho.
Solía canturrearle
y lo dejaba dormir en su cama.
Escribes un poema sobre ello.
Lo titulas un poema para tu hija
y trata del perro al que atropella una furgoneta,
de cómo te ocupaste de él,
lo llevaste al bosque
y lo enterraste hondo, muy hondo,
y el poema sale tan bien
que casi te alegras de que hayan atropellado
al pobre perro, si no, no habrías escrito
nunca ese poema.
Entonces te sientas a escribir
un poema sobre la escritura de un poema
que trata de la muerte de ese perro,
pero mientras escribes oyes
a una mujer gritar
tu nombre, tu nombre de pila,
ambas sílabas,
y tu corazón se para.
Dejas pasar un rato y vuelves a escribir.
Ella grita de nuevo.
Te preguntas cómo va a terminar esto.
Raymond Carver

escultura: by Louise Peterson

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