Me gustan los pintores y grafistas que ofrecen corazones como si fuesen frutos; una mordida y entras en trance.

 

No es que morir nos duela tanto.
Es vivir lo que más nos duele.
Pero morir es algo diferente,
un algo detrás de la puerta.
La costumbre del pájaro de ir al Sur
—antes de que los hielos lleguen
acepta una mejor latitud—.
Nosotros somos los pájaros que se quedan.
Los temblorosos, rondando la puerta del granjero,
mendigando su ocasional migaja
hasta que las compasivas nieves
convencen a nuestras plumas para ir a casa.
Emily Dickinson,
Poema 335.

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