"El gato y Marilyn”, Thompson Street, New York City, 1988.
"El gato y Marilyn”, Thompson Street, New York City, 1988.
"La muerte es horrorosa, pero también lo es la vida. [...] Aquellas débiles defensas alzadas por el hombre contra la muerte se desarrollaban conforme a dos líneas de argumentos. La primera consistía en presentarla como a un mal inevitable, recordándonos que ni la belleza, ni la juventud, ni el amor, escapan a la podredumbre, y a probarnos por fin que la vida y su cortejo de males son todavía más horribles que la muerte, por lo cual es preferible perecer que llegar a viejo. Estas verdades están destinadas a movernos a la resignación, pero lo que realmente justifican es la desesperación. La segunda línea de argumentos contradice la primera, pero nuestros filósofos no miran las cosas demasiado cerca; ahora ya no se trata de resignarse a la muerte, sino de negarla. El tratado sostenía que sólo el alma contaba; arrogantemente daba por sentada la inmortalidad de esa vaga entidad que jamás hemos visto funcionar en ausencia del cuerpo, antes de tomarse el trabajo de probar su existencia. Yo no estaba tan seguro; si la sonrisa, la mirada, la voz, esas realidades imponderables, habían sido aniquiladas, ¿por qué no el alma? No me parecía ésta más inmaterial que el calor del cuerpo. Me apartaba de los restos donde ya no habitaba esa alma; sin embargo era la única cosa que me quedaba, mi única prueba de que ese ser viviente había existido."
Memorias de Adriano,
Marguerite Yourcenar
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