tú estabas dentro de mí y yo fuera
¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y he aquí que tú
estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era, me lanzaba
sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no lo estaba
contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no serian .
Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y fugaste mi
ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed,
me tocaste, y abraséme en tu paz.
¿Dónde tú no caminaste conmigo, ¡oh Verdad!, enseñándome lo que debo evitar y
lo que debo apetecer, al tiempo de referirte mis puntos de vista interiores, los que pude, y
de los que te pedía consejo? Recorrí el mundo exterior con el sentido, según me fue posible,
y paré mientes en la vida de mi cuerpo que recibe de mí y de mis sentidos. Después entré en
los ocultos senos de mi memoria, múltiples latitudes llenas de innumerables riquezas por
modos maravillosos, los cuales consideré y quedé espantado, y de todas ellas no pude
discernir nada sin ti; mas hallé que nada de todas estas cosas eras tú. Ni yo mismo, el
descubridor, que las recorrí todas ellas y me esforcé por distinguirlas y valorarlas según su
excelencia, recibiendo unas por medio de los sentidos e interrogándolas, sintiendo otras
mezcladas conmigo, discerniendo y dinumerando los mismos sentidos transmisores, y
dejando aquéllas y sacando las otras; ni yo mismo—digo—, cuando hacía esto, o más bien
la facultad mía con que lo hacía, ni aun esta misma eras tú, porque tú eras la luz
indeficiente a la que yo consultaba sobre todas las cosas: si eran, qué eran y en cuánto se
debían tener; y de ella oía lo que me enseñabas y ordenabas. Y esto lo hago yo ahora
muchas veces, y esto es mi deleite; y siempre que puedo desentenderme de los quehaceres
forzosos, me refugio en este placer.
Mas en ninguna de estas cosas que recorro, consultándote a ti, hallo lugar seguro para
mi alma sino en ti, en quien se recogen todas mis cosas dispersas, sin que se aparte nada de
mí.
Agustín de Hipona
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