Deep in Europe, Death of Cuba. Vivan los nuevos presidenciables de la Leal disidencia cubana al Castrismo reformado y otros males de la agenda 2030

 

Las versiones delirantes de IA sobre ‘héroes opositores' de #Cuba son, descartando la fuerte HPTA’, fallos robóticos del invento «new disidencia de izquierda”, lavadora mimética de 65 años de sufrimiento.

                    Premios y becas por no salir de casa contra manifestantes, protestas,

                     prisioneros, hambruna. Viajeros de visa inmediata con auto leyendas,

                     barrigones del PCC, empresarios de empresas donde no existe

                     propiedad privada y todo lo que se mueve es totalitarismo de Estado,

                     junto a estos 'bonitos ciguatos’.

El Ejército zurdo contra cubanos desdentados por falta de calcio, manos caídas por el adoctrinamiento, barriga seca por panes tóxicos, a merced de la indolencia internacional y su apego a capital y mentiras alaban como 'presidenciables' a la estirpe heredera del Mal. Nunca le importó a Europa, USA y Organizaciones del mismo costado, la peste que nos reduce. El burro que no desea ver, cae en el abismo lezamiano, en la ciguatera del 'comunismo masticado para tontos', plato conocido en la isla como 'continuidad’. 

Rapsodia para el mulo

 Con qué seguro paso el mulo en el abismo.

 Lento es el mulo. Su misión no siente.

su destino frente a la piedra, piedra que sangra

creando la abierta risa en las granadas.

Su piel rajada, pequeñísimo triunfo ya en lo oscuro,

pequeñísimo fango de alas ciegas.

La ceguera, el vidrio y el agua de tus ojos

tienen la fuerza de un tendón oculto,

y así los inmutables ojos recorriendo

lo oscuro progresivo y fugitivo.

El espacio de agua comprendido

entre sus ojos y el abierto túnel,

fija su centro que le faja

como la carga de plomo necesaria

que viene a caer como el sonido

de mulo cayendo en el abismo.

 

Las salvadas alas en el mundo inexistentes,

más apuntala su cuerpo en el abismo

la faja que le impide la dispersión

de la carga de plomo que en la entraña

del mulo pesa cayendo en la tierra húmeda

de piedras pisadas con un nombre.

Seguro, fajado por Dios,

entra el poderoso mulo en el abismo.

 

Las sucesivas coronas del desfiladero

—van creciendo corona tras corona—

y allí en lo alto la carroña

de las ancianas aves que en el cuello

muestran corona tras corona.

Seguir con su paso en el abismo.

Él no puede, no crea ni persigue,

ni brincan sus ojos

ni sus ojos buscan el secuestrado asilo

al borde preñado de la tierra.

No crea, eso es tal vez decir:

¿No siente, no ama ni pregunta?

El amor traído a la traición de alas sonrosadas,

Infantil en su obscura caracola.

Su amor a los cuatro signos

del desfiladero, a las sucesivas coronas

en que asciende vidrioso, cegato,

como un oscuro cuerpo hinchado

por el agua de los orígenes,

no la de la redención y los perfumes.

Paso es el paso del mulo en el abismo.

 

Su don ya no es estéril: su creación

la segura marcha en el abismo.

Amigo del desfiladero, la profunda

hinchazón del plomo dilata sus carrillos.

Sus ojos soportan cajas de agua

y el jugo de sus ojos

—sus sucias lágrimas—

son en la redención ofrenda altiva.

Entonando el ojo del mulo en el abismo

y sigue en lo oscuro con sus cuatro signos.

Peldaños de agua soportan sus ojos,

pero ya frente al mar

la ola retrocede como el cuerpo volteando

en el instante de la muerte súbita.

Hinchado está el mulo, valerosa hinchazón

que le lleva a caer hinchado en el abismo.

Sentado en el ojo del mulo,

vidrioso, cegato, el abismo

lentamente repasa su invisible.

En el sentado abismo,

paso a paso, sólo se oyen,

las preguntas que el mulo

va dejando caer sobre la piedra al fuego.

 

Son ya los cuatro signos

con que se asienta su fajado cuerpo

sobre el serpentín de calcinadas piedras.

Cuando se adentra más en el abismo

la piel le tiembla cual si fuesen clavos

las rápidas preguntas que rebotan.

En el abismo sólo el paso del mulo.

Sus cuatro ojos de húmeda yesca

sobre la piedra envuelven rápidas miradas.

Los cuatro pies, los cuatro signos

maniatados revierten en las piedras.

El remolino de chispas sólo impide

seguir la misma aventura en la costumbre.

Ya se acostumbra, colcha del mulo,

a estar clavado en lo oscuro sucesivo;

a caer sobre la tierra hinchado

de aguas nocturnas y pacientes lunas.

En los ojos del mulo, cajas de agua.

Aprieta Dios la faja del mulo

y lo hincha de plomo como premio.

Cuando el gamo bailarín pellizca el fuego

en el desfiladero prosigue el mulo

avanzando como las aguas impulsadas

por los ojos de los maniatados.

Paso es el paso del mulo en el abismo.

 

El sudor manando sobre el casco

ablanda la piedra entresacada

del fuego no en las vasijas educado,

sino al centro del tragaluz, oscuro miente.

Su paso en la piedra nueva carne

formada de un despertar brillante

en la cerrada sierra que oscurece.

 

Ya despertado, mágica soga

cierra el desfiladero comenzando

por hundir sus rodillas vaporosas.

Ese seguro paso del mulo en el abismo

suele confundirse con los pintados guantes de lo estéril.

Suele confundirse con los comienzos

de la oscura cabeza negadora.

Por ti suele confundirse, descastado vidrioso.

Por ti, cadera con lazos charolados

que parece decirnos yo no soy y yo no soy,

pero que penetra también en las casonas

donde la araña hogareña ya no alumbra

y la portátil lámpara traslada

de un horror a otro horror.

Por ti suele confundirse, tú, vidrio descastado,

que paso es el paso del mulo en el abismo.

 

La faja de Dios sigue sirviendo.

Así cuando sólo no es chispas, la caída

sino una piedra que volteando

arroja el sentido como pelado fuego

que en la piedra deja sus mordidas intocables.

Así contraída la faja, Dios lo quiere,

la entraña no revierte sobre el cuerpo,

aprieta el gesto posterior a toda muerte.

Cuerpo pesado, tu plomada entraña,

inencontrada ha sido en el abismo,

ya que, cayendo, terrible vertical

trenzada de luminosos puntos ciegos,

aspa volteando incesante oscuro,

has puesto en cruz los dos abismos.

 

Tu final no siempre es la vertical de dos abismos.

Los ojos del mulo parecen entregar

a la entraña del abismo, húmedo árbol.

Árbol que no se extiende en acanalados verdes

sino cerrado como la única voz de los comienzos.

Entontado, Dios lo quiere,

el mulo sigue transportado en sus ojos

árboles visibles y en sus músculos

los árboles que la música han rehusado.

Árbol de sombra y árbol de figura

han llegado también a la última corona desfilada.

La soga hinchada transporta la marea

y en el cuello del mulo nadan voces

necesarias al pasar del vacío al haz del abismo.

 

Paso es el paso, cajas de aguas, fajado por Dios

el poderoso mulo duerme temblando.

Con sus ojos sentados y acuosos,

al fin el mulo árboles encaja en todo abismo.

 

 

 «Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa... echan demonios con el poder de Belcebú” ... serán vuestros futuros jueces…Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín. El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama», según san Lucas (11,14-23)

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