Tiempo de mujeres, Margarita García Alonso, 2013


 16.I [1922]. Durante la última semana ha habido en mí como un hundimiento, tan total como sólo lo fue acaso el que se produjo una noche hace dos años; no he vivido otro caso igual. Todo parecía entonces acabado, y tampoco ahora parecen muy diferentes las cosas. Uno puede entender eso de dos maneras, y sin duda es preciso entenderlo de esas dos maneras al mismo tiempo. Primera: hundimiento, imposibilidad de dormir, imposibilidad de estar despierto, imposibilidad de soportar la vida o, más exactamente, el curso de la vida. Los relojes no coinciden, el reloj interior corre de una manera diabólica o demoniaca o en todo caso inhumana, el reloj exterior sigue su marcha habitual titubeando. Qué otra cosa puede ocurrir sino que esos dos mundos distintos se separen, y se separan o al menos se desgarran horriblemente. El salvajismo de la marcha interna puede tener distintos motivos, el más visible es la observación de sí mismo, observación que no deja tranquila a ninguna idea, las persigue a todas hasta sacarlas a la luz, para luego ella misma ser a su vez perseguida, en cuanto idea, por una nueva observación de sí mismo. Segunda: esa persecución toma una dirección que me aparta de la humanidad. La soledad, que en su mayor parte me ha venido impuesta desde siempre, pero que en parte ha sido buscada por mí —pero qué otra cosa sino imposición era también eso—, esa soledad se vuelve ahora completamente inequívoca y llega a su extremo. ¿Adónde conduce? Puede conducir, y parece lo más evidente, a la demencia, sobre eso no cabe decir nada más, la caza pasa por medio de mí y me desgarra. O bien yo puedo —¿puedo?—, aunque sólo sea en mínima parte, mantenerme, o sea, dejarme arrastrar por la caza. ¿Adónde llego entonces? «Caza» es sólo una imagen, también puedo decir «asalto a la última frontera terrenal», asalto desde abajo, desde el hombre, y, como también eso es una imagen, puedo sustituirlo por la imagen del asalto desde arriba, hacia mí, que estoy abajo.
Toda esta literatura es asalto a la frontera y fácilmente habría podido evolucionar, si no se hubiese interpuesto el sionismo, hacia una nueva doctrina secreta, hacia una cábala. Hay indicios en ese sentido. De todos modos, aquí haría falta un genio inimaginable, un genio que eche de nuevo sus raíces en los siglos pasados o que cree de nuevo los siglos pasados, y que no haya gastado sus fuerzas en hacer todo eso, sino que sólo ahora comience a gastarlas.
Franz Kafka,
Diarios

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