¡¡¡Tierra!!! #TalDíaComoHoy de 1492 la expedición castellana comandada por Cristóbal Colón llegaba a tierras antillanas.


 A las dos de la madrugada del 12 de octubre de 1492, festividad de la Virgen del Pilar, un marinero que se hacía llamar Rodrigo de Triana, vigía de la Pinta, dio el aviso esperado durante semanas: ¡¡¡Tierra!!!

El primer avistamiento del Nuevo Mundo fue descrito en el diario de a bordo: «Y porque la carabela Pinta era más velera e iba delante del Almirante, halló tierra e hizo las señas que el Almirante había mandado. Esta tierra vio primero un marinero que se decía Rodrigo de Triana.»

El 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón, acompañado de Martín Alonso Pinzón y Vicente Yáñez, desembarcó en una isla que en lenguaje de los indios se llamaba Guanahaní y que Cristóbal Colón bautizó como San Salvador. Está en las Bahamas. Este es el lugar donde desembarcaron.



«El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, …, y dijo que le diesen por fe y testimonio cómo él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha isla por el Rey y por la Reina sus señores.»



Así se describe en el diario de abordo: «Sacó el Almirante la bandera real y los capitanes con dos banderas de la Cruz Verde, que llevaba el Almirante en todos los navíos por seña, con una F y una Y: encima de cada letra su corona, una de un cabo de la cruz y otra de otro»

El marinero que dio la voz más deseada cuando las fuerzas de los esforzados navegantes de las tres embarcaciones bordeaban el límite de la supervivencia era Rodrigo Pérez de Acevedo, sevillano nacido el año 1469 y conocido como Rodrigo de Triana.

Aunque no está tan claro. Rodrigo de Triana, también pudiera ser Juan Rodríguez Bermejo, nacido en la localidad sevillana de Los Molinos y no en el barrio de Triana. Hay otra versión que nos dice que podría haber nacido en Lepe en el año 1469. Rodrigo de Triana embarcó en la carabela Pinta, capitaneada por Martín Alonso Pinzón y con su hermano Francisco como maestre, durante la primera travesía de la flota al mando de Cristóbal Colón que pretendía alcanzar las costas de Asia. En 1525, ya como piloto de la nao Santa María de la Victoria, Rodrigo de Triana embarcó en la expedición de García Jofre de Loaysa a La Especiería, donde figuraban nombres ilustres como Elcano y fray Urdaneta: No volvió a España. Falleció.


#TalDíaComoHoy de 1492 la expedición castellana comandada por Cristóbal Colón llegaba a tierras antillanas. El mundo cambiaría para siempre. Tras miles de años aislados, el Viejo y el Nuevo Mundo quedarían unidos. Según recoge el padre Las Casas sobre el diario de navegación de Colón (perdido): «… hasta dos horas después de medianoche andarían noventa millas, que son veintidós leguas y media. Y porque la carabela Pinta era más velera, iba delante del almirante, halló tierra e hizo las señas que el almirante había mandado. Esta tierra vio primero un marinero que se decía Rodrigo de Triana. [...] Amainaron todas las velas y quedaron con el treo, que es la vela grande, sin bonetas, y pusiéronse a la corda, temporizando hasta el día viernes, que llegaron a una isleta de los Lucayos, que se llamaba en lengua de indios Guanahaní. Luego vieron gente desnuda y el almirante salió a tierra en la barca armada, y Martín Alonso Pinzón y Vicente Anes, su hermano, que era capitán de la Niña. Sacó el almirante la bandera real y los capitanes con dos banderas de la Cruz Verde, que llevaba el almirante en todos los navíos por seña, con una F y una Y, encima de cada letra su corona, una de un cabo de la cruz y otra de otro. Puestos en tierra vieron árboles muy verdes y aguas muchas y frutas de diversas maneras. El almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escobedo, escribano de toda la armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio cómo él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha isla por el rey y por la reina sus señores […] Luego se ayuntó allí mucha gente de la isla. Esto que se sigue son palabras formales del almirante, en su libro de su primera navegación y descubrimiento de estas Indias: «Yo —dice él— porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra santa fe con amor que no por fuerza, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor, con que tuvieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla. Los cuales después venían a las barcas de los navíos adonde nos estábamos, nadando, y nos traían papagayos e hilo de algodón en ovillos y azagayas y otras cosas muchas, y nos las trocaban por otras cosas que nos les dábamos, como cuentecillas de vidro y cascabeles. En fin, todo tomaban y daban de aquello que tenían de buena voluntad, mas me pareció que era gente muy pobre de todo. Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vi más de una harto moza. Y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vi de edad de más de treinta años. Muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras, los cabellos gruesos cuasi como sedas de cola de caballo, y cortos. Los cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos detrás que traen largos, que jamás cortan. De ellos se pintan de prieto y ellos son del color de los canarios, ni negros ni blancos, y de ellos se pintan de blanco y de ellos de colorado y de ellos de lo que fallan. Y de ellos se pintan las caras y de ellos todo el cuerpo, y de ellos solos los ojos y de ellos sólo la nariz. Ellos no traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban con ignorancia. No tienen algún hierro, sus azagayas son unas varas sin hierro y algunas de ellas tienen al cabo un diente de pez y otras de otras cosas. Ellos todos a una mano son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos. Yo vi algunos que tenían señales de heridas en sus cuerpos y les hice señas qué era aquello y ellos me mostraron cómo allí venían gente de otras islas que estaban cerca y los querían tomar y se defendían. Y yo creí, creo, que aquí vienen de tierra firme a tomarlos por cautivos. Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy presto dicen todo lo que les decía. Y creo que ligeramente se harían cristianos, que me pareció que ninguna secta tenían. Yo, placiendo a Nuestro Señor, llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a vuestras altezas para que deprendan fablar. Ninguna bestia de ninguna manera vi, salvo papagayos en esta isla». Todas son palabras del almirante.» #Hispanidad2023


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