Mínima alma mía

 


Mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo, descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos, donde habrás de renunciar a los juegos de antaño. Todavía un instante miremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver... Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos...
Marguerite Yourcenar,
Memorias de Adriano

Gustav Klimt, 1862~1918 "Isis”,1891



Supe que ser amado no es nada, que amar, sin embargo, lo es todo. Y creí ver cada vez más claro que lo que hace valiosa y placentera la existencia es nuestro sentimiento y nuestra sensibilidad. Donde quiera que viese en la tierra algo que pudiera llamarse “felicidad”, ésta se componía de sentimientos. El dinero no era nada, el poder tampoco. Veía a muchos que poseían ambas cosas y eran desdichados. La belleza no era nada; veía a hombres y mujeres bellos, que a pesar de toda su belleza eran desdichados. Tampoco la salud contaba demasiado. Cada cual era tan sano como se sentía; había enfermos que rebosaban de vitalidad hasta poco antes de su fin, y personas sanas que se marchitaban, angustiadas por el temor de sufrir. La dicha, sin embargo, siempre estaba allí donde un hombre tenía sentimientos fuertes y vivía para ellos, sin reprimirlos ni violarlos, sino cuidándolos y disfrutándolos. La belleza no hacía feliz al que la tenía, sino al que sabía amarla y venerarla.
Aparentemente existían muy diversos sentimientos, pero en el fondo todos eran uno. A cualquiera de ellos puede llamársele voluntad o cualquier otra cosa. Yo lo llamo amor. La dicha es amor y nada más. El que es capaz de amar es feliz. Todo movimiento de nuestra alma en el que ésta se sienta a sí misma y sienta la vida, es amor. Por tanto es dichoso aquel que ama mucho. Sin embargo, amar y desear no es exactamente lo mismo. El amor es deseo hecho sabiduría; el amor no quiere poseer, sólo quiere amar. Por eso también era feliz el filósofo que mecía en una red de pensamientos su amor al mundo y que lo envolvía una y otra vez con su red amorosa. Pero yo no era filósofo.

Herman Hesse
Obstinación
Fragmento

Commentaires

Articles les plus consultés