A Margarita, Mi amiga de siempre y para siempre, de Jeovany Marimón Rodríguez


Llevas cadenas ondas,
como la vida misma,
cadenas invisibles que solo ven tu alma
esas que llegarán para colmar tu vida, de dolor placentero,
o memorias ajenas.

El viaje sin final que azotará tu cuerpo,

 será como la nieve hermosa y placentera,
y cerrarás tu ojos, perdida y confundida, 

para sonar despierta, sumida en tu dolor,
y llegarás, dormida, y se abrirán tus ojos,
que consumidos eran, por allá en lontananza,
has de saber que Dios ya envejeció cansado, 

que no quiso mostrar misericordia al santo,
y no quiso verter la sangre de tiranos.


Yo he de esperar contigo en mi demencia,

 que se abran las puertas de mi patria perdida,

 perdida en mi memoria, perdida en mi locura, perdida para siempre.

Tû has de escribir un verso que no borrará el tiempo,
y harás esa oración a un dios que no responde,
mas de esta podredumbre renacerá la vida (luis Marimón),
y tus ojos cerrados se abrirán para siempre.

El final que no llega, el indeciso beso de la muerte,
llegará como sombra a llevarte muy lejos, a una tierra lejana
donde el llanto no existe,
y allí abrirás tus ojos, cerrados para siempre, y en su misericordia
verás toda tu tierra.

Yo he de morir contigo, perdido para siempre.
Perdido en mi memoria, perdido en mi locura, perdido para siempre.

A Margarita,
Mi amiga de siempre y para siempre, de Jeovany Marimón Rodríguez



A Margarita,

Mi amiga de siempre y para siempre, de Jeovany Marimon Rodríguez


La herencia de la soledad II A Yanirita, y a Matanzas

No he de morir sin ver la cara de mi madre,
sin ver los puentes tristes, que clavados quedaron en mi mente,

Que he de heredar de ti, sino locura y muerte,
o recuerdos que acosan sin clemencia,
cabizbajo, a veces creo en Dios cuando en su misericordia,
derrama la sangre del demente,
que podredumbre sin final, o llanto sin consuelo.

A veces veo a mi padre, sonriendo y hundido en el alcohol,
lo veo caminar el Yurumí, descalzo de alma y pie, con la muerte detrás de sus espaldas,
el ha de sonreír, pues escapó al naufragio de la vida.

A veces creo en Dios,
que podredumbre sin final, o llanto sin consuelo.

de Jeovany Marimón Rodríguez


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