punta de dedos


 Matazo Kayama 


Punta de dedos que no tocas
como si fuese contagioso
desafinar en el vibrado




Margarita García Alonso

Cuando se rompe el equilibrio
luz y sombras, la frondosa selva separa
el cuerpo del cristal, pule hiriendo.


Imperceptible, ahumado
en la embriaguez de la contienda,
el soldado toma la lombriz
sin saber dónde comienza o termina
ese mal que hice partitura de letras
en ayuno forzado
tras desvelo de hambre.


Debería haber estudiado canto
para entonar donde bascula el aire
retenido en la trastienda,
el aire vetado
que no puede escapar.


Debería haberme entrenado en soprano,
para quebrar los vitrales de la ópera,
pero acostumbrada a no llegar a nada
sin eco en feria de ahorcados
canturreo en supermercados baratos
la insolencia cáustica
del pubis de la luna.


Debería haber roto el candado
saltar de la caja,
desenredar el encierro
pero en sapo anuncié la mañana,
molesté al gallo
que descorre el telón.


Sobre patrones en cartón me-tiendo,
en silencio mayor
que el crujido de la nieve,
intento resistir,

finjo resistir y extiendo mano.


Punta de dedos que no tocas
como si fuese contagioso
desafinar en el vibrado
o la loca repartiera soles
sobre la superficie plana y blanca
de una hoja indiferente.


A todo me he acostumbrado,
a no nombrarme,
a abandonar tabaco
en la mesita de noche.


Si lo sabes es que no estoy
para ocultarme, estoy
en la plaza de la muerta,
el velorio andando.


Querrás comentar
que he cavado mi muerte
pero tampoco lo harás
pues relampaguea
demasiado en el horizonte.

 

del Cuaderno de la herborista, Editions Hoy no he visto el paraíso, 2012

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