El cagador de autoleyendas , feto de Soros: Carlos Manuel Álvarez, #gandingayego para bots de izquierda.
Los intrusos’, de Carlos Manuel Álvarez, gente sin tripas de la disidencia cubana
Escribe falsedades y fantasmas, una realidad paralela para manipular a los "exiliados" y vender una oposición ridícula con huelga de hambre que sólo fue teatro y su propio mito de ninja pasamurallas de la Habana Vieja. Nadie cree al feto de Soros por mucho libro, PUB y bots que le paguen para alabar su ego. Paren la masacre literaria/falsalibertaria, antes de que le escachen una tarta en la cara.
Carlos Manuel Álvarez
Precisamente a Denis Solis le dedicará Carlos Manuel Álvarez el primero de los capítulos de Vida Breve, una serie que alterna en el libro con otros capítulos en los que se narra la peripecia de esos días, o se reflexiona sobre la naturaleza de la dictadura cubana, los mecanismos de represión, el poder, el lenguaje como arma política. Hay quince vidas breves que son biografías de los compañeros de la protesta del Movimiento San Isidro, encerrados y en huelga de hambre los primeros días, en una casa de la calle Damas 955, hasta que el 26 de noviembre una decena de hombres y mujeres de la Seguridad del estado entraron disfrazados de médicos para terminar con la protesta.
Los intrusos son sacados a rastras, detenidos, interrogados, vigilados, acosados. Son «negros, pobres, desplazados, vivían en casas precarias rodeados de hoteles lujosos para turistas de pantorrillas blancas. Representaban todo lo que la revolución prometió reivindicar y terminó persiguiendo, cazándolos para ocultarlos. No solo ponían sobre la mesa la pelea por la liberación de un rapero, sino que abrían el abanico de posibilidades para la forma de una república nacional negra». Las quince vidas breves ilustran con diversos grados de miseria física y moral, esa realidad.
Los intrusos es además el libro de una generación de artistas y escritores, de disidentes y opositores. Frente a ellos, la generación de la revolución: «el país estaba lleno de personajes así, sujetos tristes de sesenta, setenta, que se prepararon para una guerra o una invasión que nunca tuvo lugar y que ahora se encontraban distribuidos por todas partes, custodiando plazas que ya nadie iba a destruir ni a tomar por las armas, pues era como apuñalar a un muerto».
La capacidad de Álvarez para retratar en una frase, para contener en una metáfora la situación de Cuba y el fracaso de la revolución es deslumbrante: «Cuba se había convertido en un país sin ningún misterio político que desentrañar, un país lineal, de más de veinte pisos, que había que seguir subiendo a diario por las escaleras, con dos cucharadas de potaje y arroz en el estómago y un cubo de agua a cuestas».
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