la paz infinita del progreso
Venga a nosotros la paz infinita del progreso
Progreso es el fetiche. El título sagrado que purificará el pasado para llevar el presente a su futura perfección. Progreso de la razón y renovación del hombre, renacimiento a una nueva escala, andrógino autosuficiente liberado de toda sombra de prejuicio, inocente por superación de toda culpa, por demolición crítica de toda sombra. Nuestros hijos o los hijos de nuestros hijos hablarán la lengua del paraíso, limpia de morfemas infamantes, dotada de una sintaxis translúcida y radiante, capaz de infundir una luz sin mácula en la conciencia de los nuevos hablantes.
Comunidad de cuerpos parlantes en una atmósfera de cantos virginales. Convivencia transparente, veremos unos a través de otros sin el menor obstáculo, leeremos directamente en nuestros corazones la buena noticia del inmediato advenimiento del Reino. Las palabras serán el vestigio gris y turbio del pasado culpable de la especie, en un estado de perfecta comunicación nos daremos libremente amor unos a otros.
Viviremos todos en cada uno, como cada uno en todos, abrazados por corrientes de energía sublime en un gran éxtasis universal. La Cosmópolis se erigirá sobre una tierra rehabilitada, libre del manto de ceniza que la historia depositó sobre la piel curtida del planeta. Multitudes silenciosas, pero en comunicación inmediata habrán hundido sus identidades asignadas en el agua regia de su infinita potencia crítica.
Muchedumbres reconstruidas según el orden del mañana, carentes de todo trazo cultural se diseñarán cada amanecer según una voluntad intacta. Cuando nuestros sistemas nerviosos hayan sido conectados, la red neural universal allanará nuestras almas deshaciendo cualquier pliegue tras el que esconder un pensamiento propio. La formación en diversidad sexual resultará innecesaria cuando la gran homogeneización impida cualquier repliegue y, todos uno, entonaremos el himno a la voluntad general.
Del centro neurálgico del Bien sin matices emanará toda la realidad y existiremos como el gran parque humano. Colonia de unidades sin distancia sumergidos en la identidad del gran ser, diseño tecnocientífico de la verdad armónica, designio sin pasado y sin mañana. Habrá lectores del sentir general, detectores de diafonías que perciban en sus membranas sensibles cualquier rumor de desconcierto, que será pronto silenciado por el fragor de un amor reflexivo y unánime.
Bendeciremos los nombres de los que alumbraron el gran despertar, elevaremos la única voz de nuestras gargantas para evocar la fe inaugural en los eternos fundadores. Ingenieros de la verdad que conocemos, de la bondad que merecemos, de la belleza que admiramos. Nuestra comunidad en red, anticipada por los medios rudimentarios de la educación administrada y la gestión técnica de la atención, dejará que soñemos multiversos accidentales sobre la substancia elemental y unitaria del único universo.
Progreso es el fetiche. Hemos de estar dispuestos al sacrificio expiatorio, si deseamos escapar de la conexión que nos armonice en la paz final. Hemos de conocer el precio de nuestra minúscula rugosidad, de nuestra anomalía fragmentaria. Será la negación, la cancelación y la guerra a muerte contra el pliegue escondido de nuestra conciencia, la impugnación radical de toda dinámica activa entre el yo y el mundo, del que forman parte esencial nuestros semejantes.
En estos tiempos de normalización absoluta, nuestros liberadores tratan de culminar la homogeneización sin resto de cualquier divergencia, construyen las cadenas sutiles que nos abracen con la suavidad de un lazo de seda, con la ingrávida precisión de un reproche, con la exacta presión de una desviación impensable.
Todavía se ven obligados a los métodos insuficientes de la propaganda educativa, la publicidad y la cultura, todavía están limitados por los métodos rudimentarios de viejos programas de condicionamiento, por la vieja presión de la opinión dominante. Aguardan ya la inminente llegada de la gran red neurálgica que, iluminada por la verdad del último ministerio de la felicidad igualitaria, nos sumerja para siempre en la inocencia recuperada. Vencedores, por fin, de la rara culpa (weird[1]) occidental, educada, industrializada, rica y democrática que será, para siempre, expiada.
[1].Según el acrónimo utilizado por Joseph Henrich. Las personas más raras del mundo. Cómo occidente llegó a ser psicológicamente peculiar y particularmente próspero. Capitán Swing. Madrid. 2022
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