Adam Zagajewski

 


POR Jo Ruiz

 
Hace poco hice una reseña aquí sobre el último libro publicado por Charles Simic. Y ahora acabo de leer también el último libro del gran poeta polaco Adam Zagajewski, recién traducido al inglés y que publicó en 2019, dos años antes de fallecer en Cracovia. Pero si en el postrero gesto poético de Simic todavía hay resquicios de humor teñidos de melancolía, en el gesto de Zagajewski sólo hay fulgor de pura nostalgia. Fulgor, nunca mejor dicho, ya que Zagajewski siempre fue un enamorado de la luz mediterránea.
"La verdadera vida está ausente, pero estamos en el mundo"-dice Emmanuel Levinas en la cita que sirve de exergo a este poemario crepuscular que realmente se puede leer como una continuación de Asimetría(2014).
Solo que en 'La vida verdadera' el tono elegíaco no es por la muerte de sus padres sino por el fallecimiento inminente del propio poeta, ya enfermo de cáncer.
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Zagajewski (adicto a leer biografía de escritores) comienza a imaginarse a sí mismo como un pequeño y anciano Tolstói deambulando por los campos de Picardia o sentado en la ribera del Vistula. "Cuando duele-dijo su compatriota Czeslaw Milosz- siempre regresamos a la orilla de ciertos ríos".
En un poema se transfigura en Matsuo Basho justo al inicio de su gran peregrinación por los senderos de Oku.
En otro poema se ve reflejado en una peregrina haciendo el camino de Santiago quien al llegar a Compostela, frente a la catedral, se apoya sobre su mochila y se pone a llorar. El viaje había llegado a su fin.
"Existe la eternidad,
pero se acaba pronto "
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John Betjeman solía definirse a sí mismo como un poeta de lugares. Lo mismo podría decirse de Zagajewski. Muchos de sus poemas son pequeñas crónicas de viaje en verso sobre esos sitios tan queridos a su imaginación poética: Paris, Londres, Roma, Siena, Venecia, Estambul, Nueva York, Jerusalem, Córdoba... "donde la memoria es más fuerte que el tiempo." Pero el lugar más amado y al que siempre regresa es justamente la ciudad donde nació en 1945: Lvov(actual Lviv) por entonces territorio polaco y hoy de Ucrania. Una ciudad que ya solo existe en sus recuerdos y "donde las sombras son más reales que las cosas". Esos breves momentos de eternidad en Lvov, significan para el poeta la verdadera vida.
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Zagajewski parece ya cansado de un mundo que no para de crecer y hacer promesas, un mundo caótico que ya poco puede ofrecerle. Un mundo donde la compasión se ha marchado por largo tiempo, "sin dejar dirección". También parece agotado de tratar de entender la poesía:
"La poesía es un viento que soplan
los dioses, dice Cioran
citando a los aztecas,
pero hay tantos días apacibles,
sin viento."
"Siempre olvidamos qué es la poesía"
"Y todavía no sabemos por qué
Ovidio fue desterrado de Roma
Y por qué Roma se olvida de todo
y por qué olvidamos todo."
*
En uno de sus últimos viajes, Zagajewski recuerda un pequeño Museo de Apicultura ubicado entre Belgrado y Novi Sad:
"Un museo de apicultura
- qué podría ser
más impecable?
Aquí no hay ministros
ni estrellas de rock, de hecho
las abejas también se han ido."
Las abejas se han ido, talvez al Reino de los Muertos, el más hermoso, al ritmo de algún acordeonista polaco de Lvov tocando fugas de Bach.
Allí estará ahora Adam Zagajewski talvez peregrinando eternamente en compañía de Tolstói y Matsuo Basho.

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