Acaba de morir el poeta Charles Simic-Poemas (Belgrado, 9 de mayo de 1938-Estados Unidos, 9 de enero de 2023)




Acaba de morir ,ESTE 9 DE ENERO 2023, Charles Simic poeta, ensayista y traductor nacido en Belgrado en 1938. Emigró en 1954 a Estados Unidos. Ha publicado más de veinte libros de poemas y traducciones de poetas de Europa Oriental como Izet Sarajlić. Es heredero directo la tradición poética de Vasko Popa y sus poemas se caracterizan por tener una gran carga irónica en la que se sirve de imágenes cotidianas para aludir a los principales traumas del mundo contemporáneo y criticar las sociedades totalitarias. Ha sido galardonado con el Premio Pulitzer de Poesía en 1990, la Beca al genio de la Fundación MacArthur, el Griffin International Poetry Prize y el Wallace Stevens Award. Fue nombrado el decimoquinto Poeta Laureado por la librería del congreso de EE.UU. en 2007. En la actualidad es profesor en la Universidad de New Hampshire y escribe en The New York Review of Books. En 2010 Vaso Roto Ediciones publicó sus memorias, Una mosca en la sopa, libro al que siguieron los poemarios El mundo no se acaba (2013), Mi séquito silencioso (2014), El lunático (2017) o Acércate y escucha (2020), así como su obra en prosa La vida de las imágenes (2018). También la editorial Valparaíso ha publicado varias antologías de su obra como Poesía (1962-2020), así como los libros de poemas El señor de las máscaras (2018), Picnic nocturno (2018) y una recopilación de sus artículos en el libro Días cortos y largas noches (2017). Presentamos una selección de poemas del libro Garabateando en la oscuridad (Vaso Roto Ediciones, 2018) y la antología Mil novecientos treinta y ocho (Valparaíso Ediciones, 2014).




Salmo

 

Has estado mucho tiempo decidiendo,

Señor, al respecto de estos locos

Que controlan el mundo. Su largo alcance

Y sus garras deben haberte asustado.

 

Uno de ellos me encontró con su sombra.

El día se puso frío. Yo oscilaba

Entre terror y valentía

En la esquina más oscura del cuarto de mi hijo.

 

Te busqué con mis ojos, Tú en quien yo no creo.

¿Te has ocupado embelleciendo las flores,

Haciendo correr los corderos tras sus madres,

O no has hecho acaso ni siquiera eso?

 

Era primavera. Los asesinos estaban llenos de buenas

Intenciones y alegría, y tus sacerdotes

Estaban justo a su lado, para asegurarse

Que nuestro último adiós se dijera apropiadamente.



Nada

 

Quiero verle cara a cara

Y luego intentaré desatar un infierno

No, no tengo nada preparado

Voy a confiar por entero en la inspiración

Además en mis ancestros que

Justo ahora comienzan a reír a carcajadas.

Con toda probabilidad, voy a hacerle al tonto

Me alejaré sonriendo estúpidamente

Encenderé un cigarro con

Manos temblorosas

Preguntaré sobre el clima:

Sobre aquella nube, que asemeja

Un morral de medicinas

Flotando tan quieto en el cielo sin viento.


Último picnic

 

Antes de que lleguen las lluvias de otoño

Vayámonos de picnic una vez más

Ahora que las hojas cambian su color

Y la hierba sigue verde en algunos lugares

 

Pan, queso y algunas uvas negras

Deben ser suficientes,

Y una botella de vino tinto para brindar por los cuervos

Intrigados de encontrarnos ahí sentados.

 

Si hace frío –y lo hará– voy a estrecharte.

La noche llegará temprano.

Miraremos al cielo, esperando encontrar una luna llena

Para iluminar nuestro camino a casa.

 

Y si no hay ninguna, pondremos toda nuestra fe

En tu caja de cerillos

Y mi sentido de la orientación

Mientras nos vamos a tientas por la oscuridad.


La vida mística

 

“hilo solitario de la vida”

For Charles Wright

 

Es como pescar en la oscuridad,

Si me preguntas:

Los anzuelos son nuestros pensamientos

La cruda carnada nuestros corazones.

 

Arrojamos el hilo por sobre nuestras cabezas,

Más allá de toda fe, más allá de toda creencia,

Hacia el cielo sin estrellas de la medianoche

Hasta que se hace visible.

 

El largo desenrede de la línea

Se eleva en nuestras gargantas como un suspiro

Del cansancio de un largo día,

De introspección y ensueño.


Club de medianoche

 

¿Eres el dueño único de un club nocturno de mala muerte?

 

¿Eres su único cliente, único cantinero,

El único mesero merodeando las mesas vacías?

 

¿Pones shows de chicas a altas horas de la noche

Con estrellas muertas de filmes blanco y negro?

 

¿Está tu oficina sobre las luces de neón,

O al fondo en un húmedo sótano de ratas?

 

¿Son barbados pensadores rusos tus socios silenciosos?

¿Tienes un portero con el nombre de Dostoievski?

 

¿Viene Fu Manchú esta noche?

¿Viene la señorita Emily Dickinson?

 

¿Tienes un alma inmortal?

¿La sospecha furtiva de que no tienes ninguna?

 

¿Es por eso que arrojaste un par de dados blancos,

En la oscuridad, mucho después de terminada la juerga?



Soledad

 

Ahí, donde la primera migaja

cae de la mesa,

piensas que nadie la oye

chocar contra el suelo.

Pero en alguna parte

las hormigas ya se están poniendo

sus sombreros de cuáqueros

y se disponen a visitarte.


Temor

 

 

El temor pasa de hombre a hombre

sin saberlo,

como una hoja pasa su temblor

a otra.

De repente todo el árbol tiembla

y no hay ni rastro de viento.


El jefe contrata

 

Quiero un hombre que no tenga nada que ganar.

Quiero que su rostro diga: no tengo nada más que perder.

Quiero ver por sus manos;

que no le importarán las horas,

que permanecerá en su puesto, que el salario nunca será justo.


MIL AÑOS DE SOLEDAD

Al anochecer
Cuando deja de nevar
Nuestras casas se levantan
Muy por encima de la tierra
En el silencioso espacio
Al que ni el ladrido de un perro
Ni el grito de un pájaro, llegan.

Somos como los antiguos marineros:
Nuestros cuerpos son el océano
Y el silencio es el bote
Que Dios nos ha dado
Para nuestro largo y desconocido viaje.

***

PAREJA DE VIEJOS

Esperan a que los maten,
O los desahucien. Pronto
No tendrán nada para comer.
Mientras tanto, están sentados.

Creen que un dolor violento está por llegar.
Empezará en el corazón
Y subirá hasta la boca.
Los llevarán en camillas, aullando.

Esta noche vigilan la ventana
Sin dirigirse la palabra.
Ha llovido, y ahora parece
Como si fuera a nevar un poco.

Lo veo levantarse para bajar las persianas.
Cuando su ventana se queda a oscuras,
Sé que su mano ha alcanzado la de ella
Justo cuando iba a encender la luz.

***

DICIEMBRE

Nieva
y los vagabundos todavía
van
cargando con sus pancartas–

una proclama
el fin del mundo
la otra
los precios de una barbería local.

***

GUERRA

El dedo tembloroso de una mujer
Recorre la lista de víctimas
La noche de la primera nevada.

La casa está fría y la lista es larga.

Todos nuestros nombres están incluidos.

***

ENERO

Huellas de niños
en la ventana helada
de una pequeña escuela.

Un imperio, leí en alguna parte,
se mantiene gracias a
la crueldad de sus prisiones.

***

LA QUE DESAPARECIÓ

Ahora que hace calor como para sentarse hasta tarde en el porche
alguien se acordó de una vecina,
aunque han pasado más de treinta años
desde que salió a caminar un poco después de la cena
y nunca regresó con su esposo e hijos.

Nadie presente podía recordar gran cosa sobre ella,
excepto la manera en que sonreía y se quedaba pensativa
de repente sin contar por qué,
cuando se le preguntaba, como si ya tuviera un secreto
o el corazón roto porque no guardaba ninguno.

***

EL AMANTE

Cuando yo vivía en una granja, escribía cartas de amor
para los pollos que picoteaban en el patio,
o me sentaba en la letrina escribiendo a una araña
que enmendaba su tela sobre mi cabeza.
Fue cuando mi esposa se largó con el cartero.
Los vecinos se marcharon, también.
Su cerda y sus lechones chillaban
mientras corrían detrás del camión de la mudanza,
como lo hizo aquel espantapájaros que una vez até a un árbol
para que tuviera que escucharme.

***

EN EL JARDÍN TRASERO DE ALGUIEN

Qué hermosa escena
ver a dos amantes beber vino y besarse,
y a un perro sobre sus patas traseras
mendigando las sobras de la mesa.

***

LA VENTISCA

Oh, quién estuviera dentro de un buzón
en una esquina de la calle cubierta de nieve
acurrucado a una carta
que envía amor y ardientes besos
para algún tipo afortunado de ahí afuera.


MENÚ DEL DÍA

Sólo nos queda, caballero,

un plato vacío y una cuchara

con la que puede sorber

enormes tragos de nada

 que suenen como si comiera

una sopa negra y densa,

humeante de tan caliente

en el plato vacío.


SOBRE MÍ MISMO

Soy el rey sin corona de los insomnes

que aún lucha contra sus fantasmas con una espada.

Un estudiante de techos y puertas cerradas

que apuesta a que dos y dos no siempre son cuatro.

 

Una vieja alma que feliz toca el acordeón

en el turno del cementerio en la morgue.

Una mosca que escapa de la cabeza de un loco

y descansa en la pared junto a su cabeza.

 

Descendiente de curas de aldea y herreros:

un reticente ayudante de dos

ilusionistas famosos e invisibles,

uno llamado Dios, el otro Demonio, asumiendo, por supuesto,

que yo sea la persona que me digo ser.

 

EL DICCIONARIO

Tal vez haya alguna palabra por ahí

que describa el mundo tal y como es esta mañana,

una palabra para cómo la luz temprana

se deleita en apartar la oscuridad

de los escaparates y los portales.

 

Y otra palabra para el modo en que se detiene

sobre un par de gafas de alambre

que alguien perdió en la acera

la noche pasada, tambaleándose a ciegas

hablando consigo mismo o rompiendo a cantar.

 

EN TIEMPOS DE MI ABUELA

La Muerte vino a pedirle a una anciana

que por favor le cosiera un botón

y ella dijo que sí, se levantó

de la cama y se puso a buscar

aguja e hilo a la luz de una vela

que el cura había dejado sobre su cabeza.

 

LA FUGITIVA

El nombre de una muchacha que amé una vez

salió volando de la punta de mi lengua

hoy en medio de la calle,

como una mosca amaestrada

guardada por un loco en una caja de cerillas—

¡Ya no está!

Dejando mi boca abierta

de par en par

de modo que cualquiera que pasase pueda verla.

 

LA MEDIUM

Esta mesa redonda perteneció a una mujer

que solía convocar a visitantes fantasma

y transmitir sus crípticos mensajes

a los clientes que se tomaban las manos en círculos,

sus rostros apenas iluminados por una vela,

 

esperando ver aparecerse a su amor

o escuchar al menos su voz familiar

saludándoles de nuevo, revelando un secreto

de ultratumba

o haciendo que alguien en la habitación se tapase los oídos,

que otro comenzara a sollozar,

 

mientras más allá de las gruesas cortinas

los copos de nieve comienzan a caer

en esta fría, oscura y silenciosa noche,

cada uno de ellos empeñado en enterrar algo

no importa cómo de pequeño, no importa cómo de grande.

 

CONDUCIENDO

Y luego está nuestra Calle Mayor

que parece

el decorado abandonado de una película

cuyo director

se quedó sin dinero y sin ideas,

despidiendo al momento

a todo su equipo,

dejando a la hermosa joven actriz

vestida para la parte

en que se detiene con una sonrisa contraída

frente al escaparate polvoriento

de la tienda de vestidos de novia de Miss Emma.

 

EL CABALLO

Me desperté en medio de la noche y encontré

a un caballo muy quieto sobre mi cama.

Amigo mío, qué alegría verte, le dije,

está nevando y debías sentir frío

y soledad en tu establo allá abajo

junto al granjero y su esposa, ambos muertos.

 

Déjame que te arrope y compruebe

si hay algún terrón de azúcar en la cocina,

como el que vi una vez a un hombre con chistera

darle a una yegua en un circo. Aunque temo

que te hayas ido cuando vuelva; de modo que mejor

será quedarme en tu compañía en esta oscuridad.


Gente chiflada

Estos días sólo los pájaros y los animales
están cuerdos y merece la pena hablar con ellos.
No me importa esperar a que un caballo
deje de pastar y me escuche.

Incluso un árbol es mejor compañía.
Un roble orgulloso de sus ramas
cargadas de hojas demasiado corteses
como para dirigirse a un extraño con más que un susurro.

Un cuervo sería un buen amigo.
Ése al que le he echado el ojo
me conoce bien, pero ahora se
ha entretenido con algo que ha encontrado

en el patio de mi vecino, al examinar
la tierra chamuscada donde
hace años solían deambular una docena de gallinas
y un gallo que cacareaba todo el día. 

 

Pompas de jabón

Derribaron el bloque de mala muerte
con sus pequeñas tiendas casi a oscuras
y sus polvorientos mostradores
de pulseras del amor, anillos para la nariz,
cartas del tarot y varitas de incienso,
donde una vez vi a un joven
con la camisa blanca manchada de sangre
soplar en el aire pompas de jabón,
tenía el rostro sereno y hermoso
salvo cuando empezaba a inflar sus mejillas. 

 

Oh, gran cielo estrellado 

Al que van nuestros pensamientos
 como vendedores de biblias de puerta en puerta,
 sólo para verlas
 cerradas de golpe en sus caras.


Acércate y escucha

Nací –no sé a qué hora–

recibí mi palmadita en el culo

y fui entregado llorando

a alguien muerto hace muchos años

en un país desaparecido del mapa,

allí, como la hoja de un árbol,

y con los buenos tiempos ya lejanos,

hice piruetas y caí al suelo

sin hacer apenas ruido

para que el viento me llevase

bendecido o maldito, ¿quién sabe?

a mí eso ya no me preocupa,

desde que oí a la gente hablar

de una dama ciega llamada Justicia

dispuesta a escuchar los problemas de todos,

pero no sé dónde encontrarla

para preguntarle por qué

el mundo me trata algunos días bien,

y algunos días mal. Aun así, jamás

sería yo el primero en culparla.

Ciega como es, pobrecita,

trata de hacer todo lo que puede.


 Sylvia Plath odiaba la tiranía que los objetos ejercían sobre ella. "No puedo poner un cepillo de dientes en un poema"-dijo famosamente en una entrevista de la BBC. Charles Simic, que acaba de fallecer, era justo lo contrario: amaba los objetos, tenía una fascinación, casi obsesión, con las cosas más cotidianas y anodinas: una mosca, un viejo abrigo de color azul, sandias, cajas de cerillas, relojes, escobas, coles partidas por la mitad, botones negros, un mono de organillo, un cuenco de cerezas contra unos pechos desnudos, un avion de papel, un perro vagabundo, retretes, tenedores, cucarachas, calcetines ...A través de esos objetos que iluminan sus poemas, Simic nos cuenta su larga vida de balcánico nacido en la antigua Yugoslavia(1938) y cuya familia emigró a Estados Unidos poco después de la Segunda Guerra Mundial. Toda su obra la escribió en inglés, no en su lengua materna, y siempre con un tono surrealista y humorístico, ni rastro de ese tono trágico y apocalíptico que podria rezumar alguien que, de niño, vio cómo ejecutaban los Nazis a familiares y vecinos...

Charles Simic fantaseaba con escribir una secuela de la Divina Comedia de Dante donde un héroe moderno retomaba sus pasos y regresaba desde el Paraíso hacia el Infierno. No sé si llegó a escribirla, pero ahora mismo imagino a Simic como a ese héroe que acaba de partir de este Infierno hacia su Paraíso. Sólo espero que, a su regreso, me cuente si-tal como creía- el color de la nada es azul.

Charles Simic (Belgrado, 9 de mayo de 1938-Estados Unidos, 9 de enero de 2023)​ fue un poeta serbioestadounidense. Recibió el Premio Pulitzer de Poesía por El mundo no se acaba en 1990 y fue finalista para el mismo galardón en 1986 por Selected Poems, 1963-1983 y en 1987 por Unending Blues. Fue nombrado el decimoquinto poeta laureado por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos en 2007.

Premios

Ha sido galardonado con numerosos premios, entre ellos, el Premio Pulitzer en 1990, la «beca al genio» de la Fundación MacArthur, el Griffin International Poetry Prize y el Wallace Stevens Award. Entre octubre de 2007 y mayo de 2008 fue Poeta Laureado de EE. UU. En la actualidad escribe una columna sobre poesía y arte en el blog de The New York Review of Books.

Obras

  • El monstruo ama su laberinto. Cuadernos, Vaso Roto Ediciones
  • Una mosca en la sopa. Memorias, Vaso Roto Ediciones
  • La vida de las imágenes, Vaso Roto Ediciones
  • Acércate y escucha, Vaso Roto Ediciones
  • El lunático, Vaso Roto Ediciones
  • El mundo no se acaba, Vaso Roto Ediciones
  • Garabateado en la oscuridad, Vaso Roto Ediciones
  • La vida de las imágenes. Prosa selecta, Vaso Roto Ediciones
  • Mi séquito silencioso, Vaso Roto Ediciones
  • Antología Poética, Cegal
  • Paseando al gato negro, Valparaíso Ediciones
  • Picninc nocturno, Valparaíso Ediciones
  • El señor de las máscaras, Valparaíso Ediciones
  • Mil novecientos treinta y ocho. Antología poética, Valparaíso Ediciones
  • Jackstraws, Valparaíso Ediciones
  • Libro de dioses y demonios, Valparaíso Ediciones
  • Días cortos y largas noches, Valparaíso Ediciones
  • Poesía (1962-2020), Valparaíso Ediciones

Charles Simic: “Aún no tengo ni idea de quién soy, a pesar de todos mis libros”

Divertido y doliente, lúcido y lúdico a la vez, uno de los poetas esenciales de nuestro tiempo, acaba de publicar 'Acércate y escucha' (Vaso Roto)

Nacido en Belgrado en 1938, cuenta Charles Simic que su infancia estuvo marcada por la Segunda Guerra Mundial, la invasión nazi de Yugoslavia y los bombardeos alemanes, ingleses y rusos. Él y su familia tuvieron que evacuar su casa en varias ocasiones, pero aunque “aquel fue un mundo realmente infernal, yo corría con todos los niños y era feliz”. Uno de sus escasos motivos de desdicha fue que en 1944 su padre huyó a Italia por motivos políticos y fue encarcelado hasta que logró establecerse en los Estados Unidos. También la madre del poeta intentó huir de la Yugoslavia asolada de posguerra; encarcelada brevemente junto con sus hijos por las autoridades comunistas, lograron escapar en 1953 a París, donde aprendieron inglés. Y zarparon hacia Nueva York en agosto de 1954. Su destino final sería Chicago.

Aunque el sueño secreto de Simic era convertirse en pintor, fue allí, espoleado por sus amigos del instituto, cuando comenzó a escribir sus primeros poemas, “entre el entusiasmo y la decepción”. Como su padre solía gastarse el sueldo casi antes de cobrarlo, Simic tuvo que trabajar en el Chicago Sun-Times y asistir a clases nocturnas, y en 1958 regresó a Nueva York. Embalador de paquetes, vendedor, pintor de brocha gorda… estudiaba y escribía poesía por la noche. Tras ser reclutado por el ejército en 1961 y pasar dos años como policía militar en Alemania y Francia, a su regreso se matriculó en la Universidad de Nueva York, donde estudió lingüística, y al fin, en 1967, publicó su primer libro de poemas, Lo que dice la hierba. Galardonado con el Premio Pulitzer de Poesía en 1990 por El mundo no termina: poemas en prosaes autor de una treintena de poemarios, ensayos traducciones, y libros de memorias en los que ha ido volcando su mirada divertida y perpleja ante los horrores del mundo.

Profesor emérito de literatura estadounidense y escritura creativa en la Universidad de New Hampshire, donde enseñó desde 1973, en la actualidad vive en la cercana localidad de Strafford. Allí, en una casa familiar rodeada de bosques, se ha refugiado durante lo más duro de la crisis del Covid que asola el mundo. Y es que, como explica a El Cultural, ha estado “releyendo a muchísimos escritores que había disfrutado antes, como Dickens, Joyce, Dostoyevski, Rabelais, Cervantes, Chéjov y Melville. Ellos me hacen olvidar nuestro encierro y la pandemia que nos acecha”.

La fórmula secreta

Cuando se le pregunta cómo y cuándo nació su último libro, Acércate y escucha, publicado por Vaso Roto, Simic nos descubre que no trabaja así, que no necesita de un instante ni de un hecho concreto para escribir ni publicar. “No, nunca lo hice, no es así como trabajo. Escribo poemas todo el tiempo, y cada tres o cuatro años me detengo, echo un vistazo a lo escrito hasta ese momento, y decido si tengo suficiente para un libro”, nos dice.

Pregunta. Sí, pero ¿cuál ha sido el mayor descubrimiento que ha hecho en ese proceso, lo más sorprendente que ha aprendido con este libro?

Respuesta. Lo mucho que me repito y los poemas tan malos y mediocres que he escrito.

P. ¿Puede reconocerse en este libro como el mismo poeta que debutó en 1967 con el ya mítico Lo que dice la hierba?

R. Quizá un poco, sí, a pesar de que ha pasado más de medio siglo desde que publiqué mis primeros poemas en Chicago Review. Pero, ¿qué quiere?, con una treintena de libros editados y la gran variedad de poemas que he escrito desde entonces, le confieso que no tengo ni idea de quién soy.

"Escribo poemas todo el tiempo y cada tres o cuatro años me detengo y decido si tengo suficiente para un libro"

P. ¿Y cómo han ido evolucionando en ese tiempo los lectores de poesía?

R. En nuestros días, al menos en los Estados Unidos, hay muchos más lectores de poesía que cuando empecé a escribir en los años cincuenta. Entonces resultaba extremadamente difícil encontrar a alguien a quien le apasionara la poesía, éramos casi bichos raros. En cambio, ahora, con cientos de cursos de escritura poética que se imparten en colegios y universidades de todo el país, de todo el mundo en realidad, debe de haber miles de aspirantes a poetas.

P. En el poema que da título al libro, “Acércate y escucha” recuerda que nació en un país “desaparecido del mapa”. ¿Conserva algún recuerdo de su infancia en su Belgrado natal?

R. Recuerdo un montón de cosas, quizá demasiadas, desde que en 1941, cuando apenas tenía tres años, los nazis bombardearon Belgrado y destruyeron el edificio que estaba enfrente, matando a muchísimas personas y arrojándome de la cama a un suelo cubierto de minúsculos cristales rotos.

P. Su primera vocación fue la de pintor. ¿Cómo influye el artista, el pintor que fue en su juventud, en el poeta que es hoy?

R. En los días en los que pintaba solía vivir en pequeñas habitaciones en Nueva York donde sólo tenía espacio para pequeños lienzos. Como la mayoría de mis poemas son breves, a menudo al escribir siento que todavía me enfrento a un pequeño espacio en el que, en lugar de colores, debo escribir algunas palabras verdaderas.

P. Emigró a Estados Unidos con su familia en 1954, pero ¿cuándo estuvo seguro de ser un poeta americano?

R. Debió de ser en 1959, cuando comencé a publicar algunos poemas en revistas literarias. Me gustaría destacar que todos ellos fueron escritos siempre en inglés, y que nunca escribí un solo poema en serbio. A menudo la gente me pregunta el porqué. La respuesta es sencilla. Quería que las chicas estadounidenses de las que estaba enamorado pudieran comprenderlos.

P. Precisamente en “Acércate y escucha” consuela a una anciana ciega llamada Justicia con la que se muestra compasivo, porque “trata de hacer todo lo que puede”. Usted que fue testigo de tanto horror, ¿por qué cree que no hemos aprendido de nuestros errores, y los repetimos una y otra vez?

R. Porque entre nosotros existen monstruos que secreta o abiertamente se alimentan del odio y la violencia y aman ver la matanza perpetrada contra otros seres humanos o simplemente son indiferentes al destino de los inocentes.

“Cualquiera que haya vivido 82 años y haya sido testigo de tantísima violencia no podrá ser optimista jamás”

P. ¿Por eso su poesía es, a pesar de la ironía que destila, profundamente pesimista?

R. Cualquiera que haya vivido 82 años y haya sido testigo de tantísima violencia, injusticia y miseria como yo, probablemente no podrá ser optimista jamás. Una vez, hablando de esto con mi difunto padre, llegamos a la conclusión de que deberíamos definirnos como joviales pesimistas, porque a pesar de todo, nos encantaba reírnos y disfrutábamos de un buen chiste.

Razones para la desesperanza

P. Entonces, ¿no encuentra razones para la esperanza?

R. Quizá en Europa sea posible hallar alguna todavía, sí, pero no en los Estados Unidos, donde le confieso que no he encontrado a ningún ser humano racional que se muestre optimista desde que Donald Trump se convirtió en presidente.

P. Eso me trae a la cabeza otro poema de su libro, “Actores ambulantes”…

R. Los americanos se han acostumbrado a guerras interminables y sin sentido. Cientos de jóvenes mueren en ellas o vuelven a casa malheridos o lisiados, pero esas guerras continúan años y años. En ese poema, imagino a los vecinos de un soldado muerto paseándose por la noche como un grupo de actores para interpretar una o dos escenas de su vida y lamentar su corta vida.

P. Antes nos contaba que siempre escribe en inglés, pero también ha sido traductor y sabe de sobra lo difícil que es. ¿Se reconoce cuando lee sus libros traducidos a otras lenguas?

R. Además de serbio e inglés, sé francés, ruso y algo de italiano, pero no puedo leer la mayoría de las demás lenguas a las que he sido traducido. En alguna ocasión he escuchado alguno de mis poemas en español y ha sido una experiencia musical deliciosa.

P. Háblenos de sus hábitos creativos, de sus rituales: ¿Escribe todos los días? ¿Por la mañana o por la noche, escucha música quizá?

R. Escribo casi todos los días, y generalmente en la cama. Aparte de eso, no me complico la vida. He escrito poemas en sobres de facturas, en menús de restaurantes, en trozos de papel y en cuadernillos baratos. Pero dame un escritorio con vistas al Mediterráneo, una estilográfica Mont Blanc y carísimo material de papelería, y no moveré un dedo.

"No me complico la vida. He escrito poemas en sobres de facturas, en menús de restaurantes, en trozos de papel, en cuadernillos baratos..."

P. Es inevitable preguntarle por sus maestros, por los poetas que más le han influido…

R. Es una lista inmensa que comienza con los poetas clásicos griegos y romanos, y que incluye a muchos poetas europeos, además de los de Norte y Suramérica, así como de China, Japón y Arabia también. Me encantan Ovidio, François Villon, John Keats, Baudelaire, Brecht, Lorca y, por supuesto, Whitman, Emily Dickinson y Wallace Stevens.

P. Ahora que menciona a esos grandes poetas estadounidenses, ¿cómo nació su amistad con Mark Strand?

R. A finales de los años 80 ofrecimos una lectura de poesía en el estudio de Frank Stella en Nueva York. Nos presentó un distinguido poeta que no nos conocía y que atribuyó mis poemas a Strand y los de Mark, a mí. Nosotros no le dijimos nada. Después, todavía riéndonos, fuimos a cenar juntos y nos convertimos en íntimos amigos que se veían tan a menudo como podían. Nos gustaba mucho la poesía del otro y coincidíamos en la mayoría de las cuestiones literarias que tratábamos, pero nuestros poemas acabaron siendo muy diferentes al final.

P. ¿Y qué le parece Anne Carson, flamante Premio Princesa de Asturias de las Letras?

R. Las piezas que escribe son siempre interesantes y a menudo brillantes, pero rara vez funcionan como poemas para mí. Aunque eso está bien, tampoco es un problema.

P. ¿Quiénes son sus poetas jóvenes favoritos?

R. Todos los poetas jóvenes que admiro son estadounidenses. No son conocidos en el extranjero, pero puede creerme, son realmente excepcionales.

P. ¿Cree todavía que escribe para hacer reír a la muerte?

R. Mi querida abuela no creía en Dios, pero estaba segura de que el Diablo sí existía y de que de vez en cuando señalaba a algunos de sus hijos. Ella también podía ver a la muerte entrando en la casa de alguien o caminando junto a la esposa de un vecino. Todavía puedo oír su risa cuando dijo eso, y lleva muerta desde 1948. Si alguien hizo reír a la Parca, fue ella.


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