Fayad Jamís

 


El poeta Fayad Jamís. Foto: Tomada de Internet

Apenas seis años tenía cuando llegó a La Habana en 1936, ese niño con nombre poco común, nacido en Zacatecas, de madre mexicana y padre de ascendencia libanesa, que, sin embargo, fue cubano. Fayad Jamís recorrió en los primeros meses, junto a su familia, distintos puntos de la geografía insular, pero fue el poblado de Guayos, en la actual provincia de Sancti Spíritus, donde finalmente se asentarían y el que asumiera su corazón como eso que llamamos la patria chica. La otra, la madre mayor fue Cuba entera, y en ella y a ella cantó con encendidos versos donde el amor y la libertad adquirieron sensibles resonancias.

El campo cubano fue testigo de los tempranos trazos del niño y aguzó en él la poesía, el amor por las letras, por el conocimiento, pero también le permitió ver de cerca la pobreza repartida con creces en las zonas rurales en la Cuba de su infancia, desde los tristísimos y palpables cuadros de la injusticia social.

En la escuela de San Alejandro, siendo ya un joven, pudo estudiar algo de dibujo y modelado, lo suficiente para convertirlo –aun habiendo abandonado la escuela, insostenible por las dificultades de la institución– en un descollante artista de la pintura, integrante del célebre Grupo de los Once.    

Había ya expuesto en Cuba cuando se va a París en 1954, donde verá el éxito al exhibir su obra dos años después, en una expo personal, financiada por el poeta surrealista André Breton; pero la bella ciudad no será la de sus sueños. La luz de la Revolución Cubana ejerce un magnetismo en el autor de Por esta libertad (poemario merecedor del premio Casa de las Américas, 1962), consciente de que por ella habrá que hacer hasta lo imposible.

No hay alternativa sino la libertad. /No hay más camino que la libertad. / No hay otra patria que la libertad. /No habrá más poema sin la violenta música de la libertad. / Por esta libertad, /bella como la vida, / habrá que darlo todo; / si fuere necesario / hasta la sombra, y nunca será suficiente.

Consecuente con sus versos, Fayad pinta, escribe, diseña, edita, traduce, dirige la plana cultural de Combate y del suplemento dominical del periódico

Hoy, da clases de pintura en la Escuela Nacional de Arte de Cubanacán, será embajador cultural de Cuba en México, será miembro del ejecutivo de la Sección de Literatura de la Uneac y dirigirá la Revista Unión. Su obra crecerá a la par de un país que amó desde niño y donde hará su vida.

Sin olvidar jamás a Guayos –donde quiso descansar para siempre, y donde reposan sus restos desde el 2014– Fayad amó a La Habana, sin la que no sabía estar: «Qué sería de mí si no existieras /Si no existieras mi ciudad de sueño / En claridad y espuma edificada, /Qué sería de mí sin tus portales, Tus columnas, tus besos, tus ventanas. (…) Si no existieras yo te inventaría / Mi ciudad de La Habana».

La enfermedad lo robó a la vida en 1988, cuando el poeta tenía 58 años. Dicen que no quería ser visto, que prefirió el aislamiento y que solo unos pocos pudieron acercársele en sus últimos días. Murió, pero no es ni será olvido.  

Con alegría lo recordó su Isla amada en el que sería su 80 cumpleaños. Coloquios que lo trajeron de vuelta entre lágrimas y anécdotas, exposiciones sobre su obra, lecturas de poesía, se encargaron de la remembranza. En el municipio de Fomento se entregó en 3 000 casas su descomunal poema Con tantos palos que te dio la vida; y en el 2013, cuando cumpliría Fayad 83 años, se develó una tarja conmemorativa en el edificio de O y 27, donde viviera gran parte de su vida.

Si leemos a Fayad, si contemplamos la belleza de su obra inmensa, si asumimos la sencillez y la entereza de un hombre como él, si hacemos por la libertad de Cuba, como dejó dicho, lo que sea preciso para sostenerla, el poeta goza de excelente salud.

Si al pasar por la capitalina calle de Obispo, una hermosa librería que lleva su nombre nos convida a abordarla; si nos detiene un poema que habla en sus vidrieras (Nada tiene sentido/ cuando tú me miras/ con esos ojos /que quieren decir / no te conozco) entonces podemos asegurar que Fayad nos acompaña hoy como todos los noviembres en que su muerte se vuelve una farsa.  

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