bandos altamente decorativos


[...] en aquella época feliz, en que el escritor utilizaba ambos lados de su mente a la vez. Para ello debemos acudir a Shakespeare, porque Shakespeare era andrógino, e igualmente lo eran Keats y Sterne, Cowper, Lamb y Coleridge... es que es funesto para todo aquel que escribe pensar en su sexo. Es funesto ser un hombre o una mujer a secas; uno debe ser <<mujer con algo de hombre>> u <<hombre con algo de mujer>>. Es funesto para una mujer subrayar en lo más mínimo una queja, abogar, aún con justicia, por una causa; en fin, el hablar conscientemente como una mujer. Y por funesto entiendo mortal; porque cuando se escribe con esta parcialidad consciente está condenado a morir. Deja de ser fertilizado. Por brillante y eficaz, poderoso y magistral que parezca un día o dos, se marchitará al anochecer; no puede crecer en la mente de los demás. Alguna clase de colaboración debe operarse en la mente entre la mujer y el hombre para que el arte de creación pueda realizarse. Debe consumarse una boda entre elementos opuestos. La mente entera debe yacer abierta de par en par si queremos captar la impresión de que el escritor está comunicando su experiencia con perfecta plenitud. Es necesario que haya libertad y es necesario que haya paz. No debe chirriar ni una rueda, no debe brillar ni una luz. Las cortinas deben estar corridas. El escritor, pensé, una vez terminada su experiencia, debe reclinarse y dejar que su mente celebre sus bodas en la oscuridad.
[...] es mucho más importante saber cuánto dinero tenían las mujeres y cuántos cuartos, que especular sobre sus capacidades --, no creo que las dotes, ya sea de la mente o del carácter, se puedan pesar como el azúcar o la mantequilla, ni siquiera en Cambridge, donde saben tanto de poner a la gente en categorías... Todo este competir de un sexo con otro, de una cualidad con otra; todas estas reivindicaciones de superioridad e imputaciones de inferioridad corresponden a la etapa de las escuelas privadas de la existencia humana, en que hay <<bandos>> y un bando debe vencer a otro y tiene una importancia enorme andar hasta una tarima y recibir de manos del director en persona un jarro altamente decorativo. Al madurar, la gente deja de creer en bandos, en directores y en jarros altamente decorativos.
VIRGINIA WOOLF,
UN CUARTO PROPIO

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