Mircea Cartarescu

 


Mircea Cartarescu: “Hay muchos libros malos, pero la gente los necesita, como a las lavadoras”

El escritor más importante de las letras rumanas mañana será investido doctor ‘honoris causa’ en el Palacio de la Magdalena de Santander por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo

Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956) se encuentra en España por un doble motivo. Por un lado, mañana será investido doctor honoris causa por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en el Palacio de la Magdalena de Santander, sede de los Cursos de Verano que la institución organiza cada año. Además, se encuentra promocionando libro. Impedimenta, sello que en los últimos años ha acercado al autor más importante de las letras rumanas al público español, publicará en septiembre El ala derecha, tercera entrega de la trilogía narrativa Cegador, considerada su obra maestra.

El escritor presentó ayer su libro en el marco de los Cursos de Verano de "una de las instituciones académicas más famosas del mundo", según consideró ayer el propio autor, que se mostró muy satisfecho con la acogida. Además, continuó con el curso magistral Sobre literatura y otros demonios que imparte desde el lunes. Con un bagaje de 31 años como profesor en la Universidad de Bucarest, donde es Doctor en Literatura Rumana, revindicaba la importancia de convertir la vocación en una profesión. "No me imagino haciendo otra cosa", confesó, pues la literatura es "la pasión de mi vida".

La situación política y social de Rumanía fue, cómo no, uno de los temas que abordó Cartarescu, cuyo éxito entre la crítica internacional y la literatura rumana lo han convertido en un candidato habitual al Premio Nobel de Literatura. Durante los últimos 25 años de su vida, el autor ha tratado de contribuir con sus textos periodísticos a la vida política y social de su país, ayudando a las personas "a conocerse", dijo, y a respetar a las minorías y, en definitiva, a todos aquellos que viven en Rumanía sea cual sea su género o etnia.

“Intento influir de forma positiva en mis compatriotas y luchar contra la corrupción, el vicio más importante de los políticos. También, contra las posturas extremistas". En definitiva, trata de "tener un impacto en la evolución política de mi país”, dijo Cartarescu, que vivió su infancia y su juventud bajo el yugo del comunismo soviético, personificado en la figura de Nicolae Ceaucescu. Respecto al servicio militar, del que no pudo librarse, dijo en El Cultural hace un año que supuso “la experiencia más humillante de mi vida, que casi acabó conmigo, con un profundo deseo de escribir poesía sumido en el anonimato y la soledad”. 

Ayer también se refirió a esos años en los que la dictadura en Rumanía impuso una enorme censura sobre las obras que algunos autores pretendían publicar. Sus libros también atravesaron ese trance. Por más que no fueran considerados directamente críticos con el régimen, sí mostraban un grado de libertad que ofendía a los censores. “Los auténticos escritores e intelectuales nunca colaboraron con el gobierno —aseguró—. Todo lo contrario: muchos estaban en contra, eran disidentes". Y añadió que "la censura fue una gran lacra y siempre ha sido un problema en todas las dictaduras. Supongo que con Franco también”.

"Los auténticos escritores e intelectuales nunca colaboraron con el gobierno durante la dictadura en Rumanía"

De aquellos años también se ocuparía en la entrevista citada de El Cultural. “La poesía que cultivamos en los 80, nacida, paradójicamente, en la época más negra de la dictadura, es la más libre que se pueda imaginar”, dijo. “Queríamos cambiar el mundo de manera radical, llevar la poesía a la calle y dotarla de fuerza y de brillo”, recordaba. Así, “cuando por fin llegué a Occidente sufrí el ataque de pánico ante la libertad de quien ha vivido siempre en una cárcel”, confesó, pues “pensábamos que nunca caería el sistema soviético”.

Aunque finalmente lo hizo, el poeta señaló ayer que el final de la dictadura en Rumanía no acabó con la censura. Y después, en los años 90, la gente no estaba interesada en los libros y las revistas literarias se quedaron sin público por el florecimiento de los best-sellers. Todo era una consecuencia de la opresión cultural de los años anteriores. La importación de literatura americana, francesa y alemana “sin verdadero valor real” doblegó a la “literatura humana real”, lamentó Cartarescu.

Todavía hoy, después de décadas, cree que su esfuerzo y el de otros intelectuales no tendrá el impacto deseado: “va a ser inútil porque los políticos siguen comportándose de una manera errónea”. Respecto a la literatura del presente, “hay tantos libros malos que son objetos comunes, como una lavadora o un coche o una nevera. De alguna forma las personas los necesitan, pero no de forma cultural e intelectual”, aseveró. Los libros “honestos” son un nicho pequeño del mercado, considera el escritor, razón por la cual no encuentran al público que solían tener anteriormente, según su juicio.

En clave política, Cartarescu se expresó sin concesiones: "no hay ningún sistema político bueno”. Acaso la democracia sería el sistema político “menos malo”, pero prefiere "estar en contra de cualquier régimen político", lo que para él significa "ser libre". Nunca compararía, por tanto, un régimen democrático con un régimen dictatorial, si bien “un escritor es como un pájaro libre que debería rechazar cualquier tipo de jaula, incluso una jaula de oro”.

“El artista es un revolucionario y siempre debería seguir siéndolo. Por eso sufrieron tanto en regímenes totalitarios"

Por último, reivindicó la figura del artista como contrapunto de los regímenes políticos. “Es un revolucionario y siempre debería seguir siéndolo. Es la razón por la que sufrieron tanto en regímenes fascistas y comunistas totalitarios, porque intentaban controlar incluso sus sueños”, dijo. De este modo, “la literatura, la poesía y la música tienen algo subversivo y hacen sospechosos a los artistas en la mirada de los políticos”, concluyó.

Su obra, desde luego, no deja de proyectarse como un ejercicio de libertad que, a su vez, se mantiene como espejo de la cultura y la literatura rumanas. En este sentido, su tarea sí ha dado sus frutos. Pese a que su literatura es, en muchos casos, inclasificable, concilia a público y crítica, es admirado por todos y ostenta reconocimientos tan prestigiosos como el Premio Thomas Mann de Literatura, el Premio Formentor de las Letras o el italiano Von Rezzori.

“Un escritor es como un pájaro libre que debería rechazar cualquier tipo de jaula, incluso una jaula de oro”

Aunque él mismo se define como un poeta que con sus novelas ha “alargado el mundo de su poesía”, como también dijo en El Cultural, su narrativa es también enormemente aclamada. El salto de un género a otro se produjo en 1993, cuando su libro Nostalgia fue nominado al Premio Médicis. Desde entonces, Por qué nos gustan las mujeres o Travesti son algunas de sus obras más destacadas, además de su mencionada trilogía, Cegador (la alegoría de una mariposa remite a su construcción formal: Ala izquierda, Cuerpo Ala derecha son los tres títulos), y la monumental Solenoide, que utiliza a un alter ego para hacer un recuento de memorias desde sus propios sueños. 

En su poesía mezcla la imaginación y realidad y estrecha la distancia entre lo personal y lo universal. Su último libro, también publicado en Impedimenta, fue elegido por los críticos de El Cultural como el mejor libro de poesía de 2021. Poesía esencial es, una vez más, un deslumbrante paseo por sus sueños. Túa Blesa destacó que “al leer sus poemas parece como que nada se podría haber dicho de otro modo”.












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