ay, Dios


OLEO de   Iván Kramskói

A mí me da la sensación de que no
estamos avanzando como antes.
Es como si hubiéramos acabado
con todas las opciones,
como si ya no supiéramos hacer las cosas.
Me siento aquí, enciendo un cigarrillo,
escucho la música. Mi salud es buena y espero estar escribiendo tan bien como siempre, o mejor. Pero todas las demás cosas que leo parecen tan… ensayadas…; es como un estilo bien aprendido. Quizá haya leído demasiado, quizá haya leído durante demasiado tiempo. Y también, tras décadas de escritura (y yo he escrito un buen montón), cuando leo a otro escritor, creo que sé
exactamente cuándo está fingiendo: las mismas mentiras saltan de la página, el lustre sofisticado chirría… Sé cuál va a ser la siguiente línea, el siguiente párrafo… No hay fogonazos, no hay intrepidez, no hay riesgo. Es un trabajo que han aprendido, como arreglar un grifo que gotea.
Era mejor para mí cuando podía imaginar la grandeza en otros, aunque no siempre estuviera allí.
En mi mente veía a Gorka en un albergue de mala muerte, en Rusia, pidiéndole tabaco al tipo que tenía al lado. Veía a Robinson Jeffers hablando con un caballo. Veía a Faulkner contemplando el último trago de la botella. Claro, claro, era estúpido. Ser joven es ser estúpido, y ser
estúpido es muy viejo. He tenido que adaptarme.
Pero para todos nosotros , incluso ahora, la siguiente línea está siempre ahí, y esa línea podría ser la que finalmente rompa el cerco, la que
finalmente lo diga. Podemos dormir pensando en eso durante las noches lentas, esperar lo mejor.

El capitán salió a comer
y los marineros tomaron el barco,
Charles Bukowski



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