Howard Nemerov

 


Los hacedores
Howard Nemerov (1920-1991)

¿Quién puede recordar a los primeros poetas,
a los más grandes, más grandes aun que Orfeo?
Nadie ha recordado ese tiempo tan lejano
o ahora nadie considera, entre los artefactos,
los huesos y la inferencia sin soportes que dan
forma al pasado, a los primeros y más grandes poetas,
tan altivos y displicentes con la fama,
no nos dejaron ningún nombre para conocerlos.

Fueron ellos los que en alguna lengua
nombraron el mundo, los primeros en decir
estrella, agua, piedra, los que enunciaron
lo visible y pusieron a la vista lo invisible,
en el viento, en el tiempo, en el cambio, y en la mente
misma que hasta ahora ha pensado el mundo idiota,
y ha expresado el silencio del mundo y ha cantado las torres
de la ciudad en el firmamento pasmado.

Fueron los primeros grandes escuchas, afines
al intervalo, la relación y la escala,
los primeros en decir arriba, abajo, más allá,
conjuradores del amor, la muerte, el sueño, el pan y el vino,
los que habiendo enunciado se desvanecieron del mundo
sin dejar más recuerdo que los elementos
prodigiosos, mágicos, las formas del aliento
y los ceses del aliento con que erigimos nuestras Babeles.


The Makers

Who can remember back to the first poets,
The greatest ones, greater even than Orpheus?
No one has remembered that far back
Or now considers, among the artifacts
And bones and cantilevered inference
The past is made of, those first and greatest poets,
So lofty and disdainful of renown
They left us not a name to know them by.

They were the ones that in whatever tongue
Worded the world, that were the first to say
Star, water, stone, that said the visible
And made it bring invisibles to view
In wind and time and change, and in the mind
Itself that minded the hitherto idiot world
And spoke the speechless world and sang the towers
Of the city into the astonished sky.

They were the first great listeners, attuned
To interval, relationship, and scale,
The first to say above, beneath, beyond,
Conjurors with love, death, sleep, with bread and wine,
Who having uttered vanished from the world
Leaving no memory but the marvelous
Magical elements, the breathing shapes
And stops of breath we build our Babels of.


Los realmente grandes
Stephen Spender (1909-1995)

Pienso a menudo en los que fueron realmente grandes.
Aquellos que, desde el vientre, recordaban la historia del alma
entre corredores de luz donde las horas son soles
interminables que cantan. Aquellos cuya hermosa ambición
era que sus labios, aún acariciados por el fuego,
hablaran del Espíritu ataviado de pies a cabeza por el canto.
Aquellos que de las ramas de la Primavera atesoraron
los deseos que caían como flores a través de sus cuerpos.

Lo valioso es jamás olvidar
el deleite esencial de la sangre extraída de eternos manantiales
que corren entre rocas de mundos anteriores a nuestra tierra.
Jamás negar su placer bajo la sencilla luz de la mañana
ni su grave exigencia de amor al anochecer.
Jamás permitir que el ruido y la bruma del tráfico
asfixien gradualmente el florecer del Espíritu.

Cerca de la nieve, cerca del sol, en los más altos campos,
mira la forma en que estos nombres son celebrados
por la hierba que ondea, por las serpentinas de nubes blancas
y los murmullos del viento en el cielo que escucha.
Los nombres de aquellos que en sus vidas lucharon por la vida,
que en sus corazones llevaron el centro del fuego.
Nacidos del sol, viajaron por un breve tiempo hacia el sol
y rubricaron el aire vívido con su honor.


The Truly Great

I think continually of those who were truly great.
Who, from the womb, remembered the soul’s history
Through corridors of light where the hours are suns
Endless and singing. Whose lovely ambition
Was that their lips, still touched with fire,
Should tell of the Spirit clothed from head to foot in song.
And who hoarded from the Spring branches
The desires falling across their bodies like blossoms.

What is precious is never to forget
The essential delight of the blood drawn from ageless springs
Breaking through rocks in worlds before our earth.
Never to deny its pleasure in the morning simple light
Nor its grave evening demand for love.
Never to allow gradually the traffic to smother
With noise and fog the flowering of the spirit.

Near the snow, near the sun, in the highest fields
See how these names are feted by the waving grass
And by the streamers of white cloud
And whispers of wind in the listening sky.
The names of those who in their lives fought for life
Who wore at their hearts the fire’s centre.
Born of the sun they travelled a short while towards the sun,
And left the vivid air signed with their honour.

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