una flor adolescente: Margarita García Alonso
Por Jorge Luis Rodriguez
Esa blancura
me hace propenso
como si todos fueran otros.
Lezama Lima
I
La blancura del cuarto
me repone de los otros.
Soy la salamandra del techo
que bojea en la memoria
a la mujer que no la mató
la cicuta ni el ácido de 1878.
Nada me salva del buque fantasma
anegaré en la bahía la porcelana
donde duerme una muchacha asustada
de bestias y extranjeros.
Soy la mujer que no huye al espejo
y sube donde Charlot atrapa a la luna
mientras cabalga un delfín
que morirá en el puerto desesperado de la tarde.
Soy la muchacha que no encontró hombre,
hora es que el mundo ruede,
ruede y estremezca las claves del laberinto
de Isadora cuando danza.
No moriré con la primera grieta de los ojos.
II
Lo que muere no son mis ojos en las
luces de Pompeya, o los dientes parejos
que destrozan el melón de castilla.
Lo que muere crece
se acostumbra a los sitios vacíos
enrarece y fecunda.
Lo que muere se asemeja al hombre
primitivo que busca las estrellas.
Lo que muere en 1988 es el incendio de la paja,
el rugido en la cabeza de boyardos
que pelean frente al bosque dividido
en frutales, sombra y veneno.
Lo que muere son las nieves, la catedral blanca.
Lo que muere es el caballo con la daga
enrojeciendo los adoquines,
el beduino con cientos de cartas,
el azul de las falencias.
Lo que muere es el error de creer
la adolescencia un oficio del siglo.
III
Hablar mucho y atinado del amor
como un pájaro de circo, raro y múltiple
despierto en los niños y los crédulos
y negarlo, pero seguir tras él.
Olvidar la ciudad muerta, las catedrales,
la parodia de las leyes, los salmos,
la parcialidad de esperar.
Caer como el que encuentra a su asteroide.
Los malentendidos resultan interminables.
Sentarse a ver el campo,
aterrada del visitante y de su luz.
Como Liliput flotando en la habitación
de Jonathan Swift.
Como la nave cansada que desciende al mar
o el animal escogido por el hambre.
Como el ebrio en las destilerías
cambiando palabras
con ese algo trágico e inmaterial
que hemos perdido en las ofensas del siglo.
IV
¿Cómo era entonces la muchacha de los otros
que perecía en amores reticentes?
¿Cómo era asesinos?
Sólo descenderá a la bahía
el hombre de la blancura.
De Sustos de Muchacha, Ediciones Matanzas, Cuba, 1988
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