Tesla apareció muerto un día como hoy, en su habitación 3327 del Hotel New Yorker
Tesla apareció muerto un 7de enero de 1943, en su habitación 3327 del Hotel New Yorker. Allí vivía solo con 86 años, cuidaba palomas y se alimentaba de manzanas y miel.
«Si tuviera que buscar una aguja en un pajar, Edison nunca se pararía a razonar donde sería más probable encontrarla: procedería con la fervorosa diligencia de una abeja a examinar una a una cada paja hasta encontrar lo que buscaba […] Su método era extremadamente ineficiente. Fui un triste testigo de esos procedimientos, sabiendo que un poco de teoría y de cálculo le podría haber ahorrado el 90% de su trabajo».
«A la vista de esto, sus logros son casi un milagro. No es probable que se repita un fenómeno como Edison […] Ocupará un lugar único en la historia de su país, que debería estar orgulloso de su gran genio y de sus logros inmortales en beneficio de la humanidad», añadía Tesla en aquel artículo en el que destacaba también la falta de hobbies y el poco aprecio por la higiene personal de su primer jefe en EEUU.
Por su parte, Tesla nunca aceptó la física cuántica ni la teoría de la relatividad: «El trabajo de Einstein es un atuendo matemático brillante que fascina y camufla sus errores. Su teoría es como un mendigo vestido de púrpura, al que los ignorantes confunden con un rey. Sus exponentes son hombres brillantes, pero son metafísicos más que científicos», declaraba en 1935 al New York Times un Tesla que rechazaba públicamente la dualidad onda-partícula, la curvatura del espacio y afirmaba a la prensa que él podía hacer viajar la electricidad más rápido que la luz.
Tesla pasó sus últimos años investigando un arma para lograr la paz mundial, a la que llamaba el “rayo de la muerte”. El elegante y espigado serbio que había encandilado a la sociedad neoyorkina de finales del siglo XIX era ahora un anciano excéntrico, sin apenas recursos económicos, que vivía solo en la habitación de un hotel y que se desvivía por alimentar y cuidar a las palomas en las calles de la Gran Manzana.
Así murió en 1943, a los 86 años. Y al año siguiente un periodista muy cercano a Tesla en sus últimos tiempos, John J. O’Neill, publicó la primera biografía del gran inventor: “Prodigal genius; the life of Nikola Tesla”. En este libro se comenzó a forjar el papel de villano de Edison, remontándose a un desencuentro cuando Tesla aún trabajaba para él, muchos años antes. El viejo Tesla contó a O’Neill que en 1885 Edison le había prometido 50.000 dólares si lograba rediseñar unas máquinas de su empresa, muy poco eficientes. Y además aseguraba que cuando por fin lo consiguió, Edison se negó a recompensarle y se mofó de él.
Para historiadores como Jill Jonnes, autora de “Empires of Light”, es poco creíble que Edison ofreciera a un trabajador novato una suma tan grande, que equivalía al capital inicial de su empresa y a 53 años de salario del joven Tesla. Ya fuera ese el motivo, o que su supervisor no quiso subirle el sueldo de 18 a 25 dólares semanales (como apuntan otras fuentes), lo cierto es que Tesla dejó su trabajo después de menos de un año en la empresa de Edison y montó su propia compañía en 1885 para apostar por la corriente alterna.
UNA VERSIÓN MÁS NOVELADA
Pero Tesla nunca olvidó aquel desencuentro, según relata su primer biógrafo. En el capítulo dedicado a la entrega de la medalla Edison, O’Neill retrata a un Nikola Tesla que primero quiso rechazar el premio y luego desapareció de la gala en su honor en el momento clave. Había salido a alimentar a las palomas. Su amigo Behrend lo encontró en la calle «con dos palomas formando una corona en su cabeza y con una docena más posadas sobre sus brazos. En cada mano abierta había otro pájaro y unos cientos más en el suelo, formando una alfombra viviente».
Según ese detallado relato, Tesla hizo un gesto con el que los pájaros comenzaron a volar desde sus brazos a los de su atónito amigo; y en esas páginas se cuenta también que Tesla volvió a la sala y dio un discurso largo e improvisado, del que no se conserva registro. La primera biografía de Tesla omitió así la escena en la que el protagonista elogió en público la figura de Edison. Pero el discurso sí se conserva (está aquí casi íntegro), fue publicado una semana después por la revista Electrical Review and Western Electrician.
Con este halo de misterio y excentricidad, pero sin rigor documental, el libro “Prodigal genius; the life of Nikola Tesla” (O’Neill, 1944) difundió la idea de un exacerbado antagonismo entre Edison y Tesla, que fue calando en la cultura popular a medida que sucesivos biógrafos fueron repitiendo la versión de John J. O’Neill, incluida la cinematográfica escena de las palomas. Puede que la historia de Tesla sea así más fascinante, con un Edison en la sombra. Pero como quedó patente en aquel homenaje de 1917 y en tantos otros reconocimientos, no era necesario un villano para ensalzar las hazañas del gran héroe de la electricidad.
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