Tristezas de un exiliado. OVIDIO


 Ovidio.

Tristezas de un exiliado.
Edición bilingüe de Antonio Ramírez de Verger.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2020


Ovidio escribió Tristia en el destierro, en Tomis, la actual Constanza, en la costa del Mar Negro, el Ponto Euxino, un lugar destemplado, lluvioso y de días grises de la costa del Mar hospitalario, que eso es lo que significa en griego Ponto Euxino.

Augusto exilió a Ovidio en el fin del mundo: bajo “el eje glacial” de la virgen Parrhasia. “A nadie se le asignó una tierra que fuera más distante. Más allá de mí: nada. El agua del mar petrificada por los hielos”. 

 “Soy aquel que en vano quiere convertirse en piedra. En mis escritos estoy hablando de mí. Me esfuerzo por no morir en silencio. Escribir libros es una enfermedad que la locura amenaza”. 

“Dos faltas me perdieron: mis versos y mi extravío (Perdiderint cum me duo crimina: carmen et error). Sobre la segunda falta debo callarme (silenda culpa)”.»

Quien habla es Quignard, pero las citas son de Nasón. En estas Tristia, el desterrado Ovidio   testimonia, obstinado reclama  ser perdonado por el numen del César, sus lágrimas  se entremezclan con las olas del mar helado, su visión es la de un poeta tratado injustamente, pero consciente de su ' error'. 

Mas cuando es la virtud ella misma el precio que busca,
y cuando sabe seguir firme en su dificultad,
por más que cuentes el tiempo, ningún siglo habrá de callarla,
y por cualquier lugar del mundo, la admirarán.


Ovidio, en la Autobiografía que cierra el libro IV de las Pónticas, una apología pro vita sua,  incorpora al final esta  alabanza de la poesía:


Por tanto, el hecho de vivir y resistir a duros sufrimientos
y que no se apodere de mí el tedio de una angustiada luz,
te lo debo, Musa, a ti, pues ofreces consuelo,
tú vienes como descanso a mis preocupaciones, como un bálsamo.
Tú eres mi guía y compañera, tú me llevas lejos del Histro
y me das un lugar en medio del Helicón;
tú, lo que es raro, me diste en vida un nombre sublime,
el que la fama suele dar después de las exequias.
Y la Envidia, que maltrata a los vivos, no mordió
con su inicuo diente ninguna obra de las mías.
En efecto, aunque nuestra época haya traído grandes poetas,
la fama no fue maligna con mi talento,
y, aunque yo anteponga a muchos a mí, no se dice
que sea menor a ellos y se me lee muchísimo en el mundo.

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