Cuaderno de la vieja negra, Margarita García Alonso
Fue llamada Phillis, porque así se llamaba el barco que la trajo, y Wheatley, que era el nombre del mercader que la compró. Había nacido en Senegal. En Boston, los negreros la pusieron en venta:
-¡Tiene siete años! ¡Será una buena yegua!
Fue palpada, desnudada por muchas manos. A los trece años ya escribía poemas en una lengua que no era la suya. Nadie creía que ella fuera la autora. A los veinte años, Phillis fue interrogada por un tribunal de dieciocho ilustrados caballeros con toga y peluca.
Tuvo que recitar textos de Virgilio y Milton y algunos pasajes de la Biblia, y también tuvo que jurar que los poemas que había escrito no eran plagiados. Desde una silla, rindió su largo examen, hasta que el tribunal la aceptó: era mujer, era negra, era esclava, pero era poeta.
Usé su foto para la portada de mi poemario Cuaderno de la vieja negra... casi puedo decir que me ayudó a escribirlo.
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