Traducir es ayudar a hablar al muerto

 


No, no, la obra de arte no se destina a las generaciones infantes. Se ofrece al innumerable pueblo de los muertos. Que la aprueban. O la rechazan. Jean Genet


Pascal Quignard establece en Zétès una inquietante relación entre traducción y muerte: “Traducir es ayudar a hablar al muerto”....


Primo Levi atacó una vez con violencia a Paul Celan. “Escribir es transmitir, dijo, no cifrar el mensaje y tirar la llave en los arbustos”. Pero Primo Levi se equivocaba. Escribir no es transmitir. Es llamar. Tirar la llave es todavía otra forma de llamar a una mano que busque después de uno, que escarbe entre las piedras y las zarzas y los dolores y las hojas mojadas […]. Y cifrar el mensaje es todavía llamar a la vista, requerir un saber que transmita lo que se ha perdido (Quignard 2010: 249).


Nada hay en común entre las lenguas, sólo una “imposible equivalencia” que obliga al traductor a encontrar otra forma de proceder, que no pretenda ser una “refección”: “Traducción que ya no sea más restitución sino el hecho de una repetición. Por consiguiente, traducir, leer y escribir son lo mismo —o su diferencia desesperada—. Repetir y traducir son ese gesto mímico, palabra por palabra, del mismo traducir palabra por palabra, que se encuentra menos a la escucha de sí que del texto que resurge con la fuerza de esta aparición” (135). Se trata entonces de “tonos”, de “tensión”, de “trueno”. La traducción es ante todo una cuestión de energeia, de la fuerza que resulta de la confrontación entre las lenguas. La tarea del traductor es “mímica”: es decir, hacer resurgir la gestualidad de las palabras a partir de ese gesto, que escarba obsesivamente en la etimología de cada palabra, a fin de extraer su fuerza... continuar lectura


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