La Mirada Interior. Mística femenina en la Edad Media, entre la santidad y la hoguera
Recomiendo: La Mirada Interior. Mística femenina en la Edad Media, de Victoria Cirlot y Blanca Garí, reedición y ampliación del libro del mismo título publicado en 2008, que publica Siruela dentro de su colección El Árbol del Paraíso.
n contraposición estuvo Hildegarda de Bingen (1098-1179), reconocida en su tiempo, apodada Sibila del Rin, y apoyada por la Iglesia que la animó a escribir. Transcribió sus visiones en complejos textos acompañados de enigmáticas ilustraciones y en música con características sinestésicas, ya que trasladaba la luz de las visiones en acordes que excedían claramente los límites del Gregoriano de la época. Juan Pablo II reconoció los dones sobrenaturales de Hildegarda y en 2012 fue proclamada santa por Benedicto XVI.
Mujeres que escriben, mujeres que hablan en la Edad Media acerca de lo que les sucede en un espacio invisible: el de la interioridad. Escriben y hablan de una experiencia interior. Mujeres, escritura, experiencia interior: la conjunción de estos tres elementos es explosiva por lo insólita en la cultura medieval. Es tan insólita que no parece verdad. Y, sin embargo, lo es. En la Edad Media, las mujeres se apropiaron de los instrumentos de escritura para hablar de sí mismas y de Dios, pues Dios fue lo que encontraron en sus cámaras, en sus moradas, en sus castillos del alma. Rompiendo las barreras de un mundo que las había condenado al silencio, alzaron sus voces que fueron oídas porque salían de sus excesos sobrenaturales. Articularon sus voces en sus cuerpos, convertidos en signos de Dios, mostrando visiblemente su santidad. Y de este modo se lanzaron a la aventura de poner sus almas a la intemperie y sufrir las transformaciones, los trabajos de la espera. A la espera de Dios: toda la pasividad del mundo se concentra en la celda interior. Pues, a la espera de su nada, esperaron ser vencidas, aniquiladas en la divinidad.
La experiencia mística contenida en sus palabras y recogida en los textos es uno de los grandes tesoros de la espiritualidad del Occidente europeo. A la caverna donde esa experiencia mora hay que acercarse, sin embargo, con temor y temblor. No se puede llegar con los nombres de nuestro siglo y tratar sin más de conquistarla nombrando: histeria, depresión, anorexia. Nombraremos, pero de nada servirá, pues permanecerá herméticamente cerrada, sin que sus palabras fluyan hasta nosotros. Hay que vencer las murallas de los siglos dejando atrás el sentimiento de superioridad del nuestro y tratando de comprender el suyo. Es necesario resituar las palabras en su mundo, en su cultura. Es necesario reconstruir, contextualizar. Sin ese trabajo previo es imposible recuperar el significado, de modo que los textos puedan responder a nuestras preguntas. ¿Qué les sucedió a aquellas mujeres de la Edad Media para que lograran deshacer las construcciones de su cultura y qué sucedió en esa misma cultura para permitir que semejante fenómeno ocurriera? ¿Cómo descubrir en sus experiencias sus vidas? Pues, para que efectivamente hablemos de experiencia, algo habrá de tener que ver con la vida.
La respuesta pasa por traer a nuestro mundo y a nuestra cultura las palabras de Hildegarda de Bingen, Hadewijch de Amberes, Beatriz de Nazaret, Matilde de Magdeburgo, Margarita de Oingt, Ángela de Foligno, Margarita Porete y Juliana de Norwich. ¿Por qué justamente ellas? Esas ocho mujeres nos hablan directamente. Sus vidas llegan hasta nosotros desde su propia escritura y desde su propia voz. Su testimonio revela de forma ejemplar la gran experiencia mística: en la potencia de su facultad visionaria (Hildegarda), en la belleza de su voz poética (Hadewijch, Beatriz, Matilde), en la resonancia de su universo simbólico (Margarita de Oingt), en la profundidad de su conocimiento teológico (Margarita Porete, Juliana) o en la intensidad misma de su experiencia (Ángela de Foligno). Presentarlas en sus mundos, esa es la intención que nos ha movido. Tratar de colocar sus palabras en el lugar que les corresponde, tal es el reto propuesto.
Commentaires