A Fayad Jamis y a Margarita García Alonso, por Tino Díaz
Esto lo encontré mientras reviso un libro de poemas en prosas que escribí unos tres años atrás. Como no me da la posibilidad de postear en tu muro; lo hago por acá. En fin...
A Fayad Jamis y a Margarita García Alonso (este paréntesis)
Amanece lloviendo esta mañana en la que Augustus vuelve a ser emperador, cara y cruz dem denario, deslizo mi verja de hierro y la cotidianidad me recibe en horizontales renglones. Un gato pasa por entre la verja salpicando mechones de nocturnidad, corre gato, salta sobre tu transfiguración -maullidos hacia la casa del vecino y sobre los carros. Su maullido grisáceo, y verduzco, huraño se desliza entre las rejas. Cada día la mañana cae de golpe y me hace tragar en seco hasta que el corazón ensaliva la garganta. Cada mañana el día comienza en un bostezo que culmina en una mueca epigramática, no sé si me explico, es decir: el bostezo = la eclosión del día, y el mecanismo de sus poleas; la mueca = regresar al tugurio y resumir los zarpazos, o sea, entregarse a este oficio de letras que mediante lecturas me transfigura en otro, ya lo dijo Rimbaud: "yo es otro"; eclosión de pensamientos, este oficio de letras, estos zarpazos que han de llegar a nada, lo cual es algo; un máximo, yo es nosotros. Natura sublimada.
Ah, la urbe despojándose de sus gajos intelécticos, un eclesiástico actual: la escuela del saber, la casa del pensar, las librerías siguen enmoheciendo; enmohece Altamira, jadea tras la gasa de una ciudad de piedra, lo cual arruga mi itinerario.
Una verja, deslizante, como ya había descrito, de hierro, es lo que me separa de la cotidianidad, aunque hay un puente; el espíritu, ya lo dijo Rimbaud: "es preciso ser vidente, hacerse vidente", consumir sin comisiones los venenos del espíritu, sus átomos para extraer la quintaesencia. Soy un consumidor de venenos espirituales, un consumidor sin incentivos, y aspiraciones paupérrimas. Miro y me veo los brazos, los muslos, los dedos, el pecho, llenos de ampollas filosóficas, acaso me he vuelto un Job moderno?
Llueve sin embargo, Augustus exuda imperiosamente, la videncia rimbaudea en los ojos de un gato que pasa por entre la verja salpicando mechones de nocturnidad hacia su transfiguración propia, un gato; una imagen apenas.
Tino Díaz
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