Como un tren sobre el abismo.





Unos van por un sendero recto, Otros caminan en círculo, Añoran el regreso a la casa paterna Y esperan a la amiga de otros tiempos. Mi camino, en cambio, no es ni recto, ni curvo, Llevo conmigo el infortunio, Voy hacia nunca, hacia ninguna parte, Como un tren sobre el abismo.

                                      Anna Ajmátova





Yo te saludo, pasados dos mil años.
 También tú fuiste marido de una puta.
 Es algo que tenemos en común. Por lo demás,
 en torno a ti está tu urbe. Estruendo, coches,
 chusma con jeringas en húmedos portales,
saludo ahora tu busto polvoriento
ruinas. Yo, un viajero del montón,
  en la desierta galería. Ah, Tiberio,
mana la confianza de quien domina el músculo
aquí no alcanzas ni los treinta. Del rostro
  más que el futuro de su suma. Y la cabeza, que el escultor cortara en vida,
provincias, cohortes y también rentistas,
muestra en esencia el augurio del poder. Todo lo que queda bajo el mentón es Roma:
  más un sinfín de infantes que besan tu aguijón -placer en clave de la loba que alimenta a los críos Remo
un busto en señal de independencia entre cuerpo y cerebro.
y Rómulo-.(¡Los mismos labios!, musitando, dulces, inconexos entre los pliegues de la toga. ) A fin de cuentas:
  De hecho, incluido el del Imperio. De dibujar tú mismo tu retrato,
sería todo él circunvoluciones.


Aquí no alcanzas ni los treinta. Nada
 en ti detiene la mirada.
está dispuesto a detenerse en algo:
Ni, a su vez, tu firme observar
  ni en rostro alguno ni en un
¡Qué más te da lo que rezonguen
paisaje clásico. ¡Ah, Tiberio!
  Tácito o Suetonio en busca de las causas
tan sólo efectos. Los hombres son sus víctimas.
que te hicieron cruel! No hay causas en el mundo,
  Y sobre todo en las mazmorras donde todos confiesan; no en vano confesar bajo tortura,
no tener nada que ver con la verdad.
como las confidencias del niño, se torna monocorde. Lo mejor es
  Por lo demás, ésta no eleva. A nadie. Menos aún al César. Al menos, tú apareces más capaz de ahogarte
de toda cosa, o la caída libre
en tu baño que por una gran idea. Y en general, ¿ser cruel no es acaso precipitar tan sólo el común destino
  de un cuerpo simple en el vacío? En él siempre acabas en el momento de caer.
No vendrá el diluvio tras nosotros


Enero. Un aluvión de nubes
 sobre la invernal ciudad a modo de mármol sobrante.
 El Tíber, que huye de la realidad.
de donde nadie mira, ni cómo quien no ve,
Las fuentes, que echan agua hacia el lugar
  ni entornando la mirada. ¡Es otro tiempo! Y no hay modo de atrapar al lobo
Has sido un monstruo, mas fiera impasible.
enloquecido. ¡Ah, Tiberio! ¿Quiénes somos nosotros para ser tus jueces?
  Pues la naturaleza, cuando crea sus monstruos -las víctimas jamás-, los plasma, no obstante,
que venga a destruirnos un engendro del infierno
a semejanza suya. Más nos vale mil veces -si escoger nos es dado-
  antes que un neurasténico. Con treinta sin cumplir, el rostro hecho en piedra, cara rocosa, creada para dos milenios,
y demás. Y defenderte de las invenciones
te asemejas a un instrumento natural de exterminio, y en nada a un esclavo de pasión humana alguna, o a un forjador de ideas
  es como proteger al árbol de sus hojas, con su complejo de que ellas son, entre susurros inconexos pero claros, mayoría.
a la textura del espacio, el busto…
En la desierta galería. En mediodía gris. El ventanal tiznado con las luces del invierno. El ruido de la calle. Ajeno por completo
  ¡No puede ser que no me oigas! Pues yo también huí, sin mirar hacia atrás, de todo lo que me había sucedido; me convertí en isla
y no en su momento, sino hoy mismo.
con sus ruinas, sus cigüeñas. También me esculpí el rostro por medio de un candil. A mano. Y lo que llegase a decir, lo que haya dicho, a nadie le interesa,
  ¿No es esto también un modo de acelerar la historia? ¿No es un intento -logrado por desdicha- de colocarse el efecto delante de la causa? Y además, también en el total vacío,
nos cubrirá no mucho peor que tu historiador.
lo cual no garantiza un gran aplauso. ¿Arrepentirse? ¿Rehacer tu suerte? ¿Jugar, como se dice, con otra baraja? Pero, ¿vale la pena acaso? La lluvia radiactiva
  ¿Y quién vendrá a maldecirnos? ¿Una estrella? ¿La luna? ¿Una termita enloquecida por las incontables mutaciones, de tronco fofo, eterna? Todo es posible. Pero, cuando, como un objeto duro,
algo turbada, detendrá la excavación.
se tope con nosotros, ella también, tal vez,
 


«Un busto -exclamará en el lenguaje de las ruinas,
 del músculo abreviado-, un busto, un busto.»

                            Joseph Brodsky






 ...los poetas...
 No importa que mueran, como perros, tras la valla

O que la vida los haya enlodado.
Creen que algún Dios los trajo aquí
Para que besaran la ventisca y la nieve…

                                   Aleksandr Blok

 

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