Lo escrito escrito queda: los diarios de Virginia Woolf
Una escritora se pone de moda (recordemos que la moda no es otra cosa que el reflejo de los gustos pasajeros de cierta colectividad y, por tanto, durante un tiempo, pueden despreciarse de manera sistemática los matices que presente cualquier juicio crítico). De repente, el hecho de decir que no te gusta lo que publica, o lo que simboliza en público, se convierte en un pecado, en una reacción supuestamente motivada por algún tipo de envidia o en pura insolencia. Si, además, dicha escritora comienza a adquirir cierto papel contestatario —esté o no justificado, con mayor o menor éxito— disentir resulta aún más grave. ¿Cómo oponerse a un icono? ¿Cómo jugar a ser David contra Goliat?...
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